Putazos en el barrio

3:30 AM

Hace unos minutos llegué a casa desde el PB. Mi casa, la de mis padres, está en la esquina de Chile y Belice, en una colonia llamada La Misión. Es extraño ver a una horda de juveniles vagos con piedras en las manos. Pienso: a la madre, me esperan a mí. Pero no, es muy kafkiana mi paranoia y además, qué mancha de cholos querría madrearme. Por lo demás, soy un buen tipo. Algo borracho y loco, pero un buen tipo. Son aproximadamente unos 50 chavales que gritan: váyanse a la vergaaaaaaaaaaa, putos hijos de su repinche madre. Lo repito porque creo que es importante que sientan el momento tal y como yo lo sentí. Pues bien, los morros, entre cholos y adolescentes punk rock, lanzan piedras a la otra cuadra, donde, por más que lo intento, no alcanzo a ver a nada ni nadie. En los intervalos que lanzan las rocas, hay niñas adolescentes que gritan: Adolfo, Juan, Pelón, ya no sean pancheros. Las pequeñas mujeres, vestidas a la moda regetón, lloran porque la fiesta se ha estropeado. Los ánimos están caldeados. Yo temo por el vidrio de mi carro. Temo por mi cabeza que no se abre desde los 13. Los pequeños malandrines siguen con su verborrea de mal gusto lanzando piedras a una cuadra inhóspita. Nadie responde las agresiones. Se escuchan alarmas de autos que han sido alcanzados por las terribles rocas. Temo de nuevo por los vidrios de mi carro y por mi seguridad personal. Se escuchan los desmanes provocados por las rocas al estrellarse en ventanas, banquetas y carros. Parece una zona de guerra. Aquello es Kosovo, Irak, pero sin gringos intervencionistas. Mi padre insiste que me meta, que es naco que yo observe a la caterva de cholos peleándose con el vacío o la noche. Mi padre no entiende que me interesa observar al enemigo. Estoy lleno de curiosidad por ver quiénes son el motivo de tanto desmadre. —Jotos, nos la pelan, valen verga, chinguen a su madre—. Piedras quebrando vidrios de autos estacionados de vecinos que dormitan. Niñas llorando, adolescentes haciendo un griterío que comienza a exasperarme. Pregunto al más gritón de la bola: —¿cuál es el pedo loco?—, —pues nada socio, que aquellos putos vinieron a cagar la fiesta. —¿cuál fiesta, qué putos? — La fiesta de la Lucía, aquellos jotos la cagaron. Volteo. Una piedra golpea mi carro. Los 50 morros lanzan, rabiando, pestes y piedras, atinan en el vacío de la noche. El enemigo es la ausencia.

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