Sergio Rascón, el galán salvaje


Todos tenemos un Rascón
Desde el pasado 6 de septiembre se exhibe en el MUSAS “Looking Back In Anger”, del pintor, escultor y dibujante Sergio Rascón (Caborca, 1962). Se trata de un montaje que significó una titánica labor de recopilación de obra. Y es que desde las familias más encumbradas de la aristocracia sonorense, pasando por escritores, dealers, burócratas de la cultura, alumnos y maestros de la Unison, parroquianos de cantinas, reporteros, amas de casa, mecánicos y todos aquellos que se dejan seducir por los trazos del artista, que bien pide una pequeña fortuna o una verdadera miseria por sus obras (según el pájaro la pedrada), tenemos un Rascón.

El galán salvaje
Pero ¿quién es Sergio Rascón? Para quien no lo sabe se trata de uno de los últimos melancólicos. De los últimos malditos que sobreviven a pesar del universo de pasarela y mercadeo en el que se ha convertido el arte contemporáneo. Se trata de un tipo genial e incómodo que ha expuesto en Madrid y el DF. Un vicioso, vago, erudito, incansable. Un esquizofrénico ejemplar que no para de producir. Ya sea en un cartón o un papel hermoso, Sergio dibuja. Ya sea en su estudio de Caborca o en algún terreno baldío del centro de Hermosillo, Sergio dibuja. Ya en un porche de la casa de un amigo o en la mesa de alguna cantina, Sergio dibuja. Su línea es una de las más agraciadas de México. Cuando pinta sus cuadros explotan de color y nos cuentan historias de arlequines y mujeres perversas. De amores rotos y beisbolistas olvidados. De adictos a la noche que nos recuerdan que no hay que enamorarse de extraños. Piezas que hacen referencias eruditas sobre obras literarias, fílmicas o musicales. Rascón es un galán salvaje que ayuda a darle carnita al aburrido perfil de nuestros artistas locales. Alguien que nos recuerda espíritus indispensables del arte. De verdaderos iniciados como Artaud y Lord Byron. De Villon y Thomas de Quincey. De Caravaggio y Basquiat. De Rambaud y Modigliani. Creadores impermeables, que no reconocían la existencia sino desde la marginalidad, desde la periferia.

En las venas de Rascón corre sangre Apache, sangre rebelde. Con esa rebeldía está marcada toda su obra. Una rebeldía que nos devela belleza en su estado puro. Una belleza que está más allá del binomio con el que las sociedades miden su moral en turno.

La obra del ya legendario creador estará expuesta hasta enero del próximo año. Si usted no conoce el trabajo del artista tiene una inmejorable oportunidad. Quizá, cuando observe la inmensa pared donde se han montado decenas de sus dibujos, usted alcance a distinguir algún retrato que contenga sus facciones, las líneas de su rostro. Quizá encuentre alguna obra que le recuerde la importancia de llamarse Sergio y apellidarse Rascón en estos tiempos de abulia creativa.Quizá reencuentre algún dibujo que fue suyo y que ahora le pertenece al mito.

Pista de aterrizaje

Pienso en nuestra charla en aquel estacionamiento de cine y hago una cita mental de Benedetti. Citar a Benedetti a estas alturas (unos 5000 metros) me resulta un tanto infantil. Imagínate. Precisamente esa frase que repetí tantas veces, y que seguramente tú también repetiste. Esa frase que ahora me ronda con música de fondo de la banda Aeroplane (¡que correspondencia!), la canción, paradójicamente, Why can´t fly. La frase del poema dice: “La culpa es de uno cuando no enamora, no de los pretextos, ni el tiempo”. Las correspondencias siguen. Justo ahora el capitán anuncia que sobrevolaremos una borrosa ciudad de Tijuana. Hay mal tiempo. Una densa capa de niebla no permite condiciones para el aterrizaje.
Sobrevuelo la desaparecida Tijuana escuchando The point of no return. Pienso ahora en la extraña frase que dijo mi hermano antes de dejarme en el aeropuerto de Hermosillo: “huele a flor de muerto”. Escucho el rugido de las turbinas aún con los audífonos puestos. Se me ocurre que toda la tripulación que nos atiende es en realidad una legión de fantasmas, y que nosotros, los tripulantes, entes que murieron en un desastre entre la bruma. La voz en la bocina, la del capitán, despeja mis suposiciones sombrías. Podremos descender en un momento, la niebla sobre Tijuana comienza a disiparse.
Inicia My enemy y mis correspondencias siguen. Si algo he sido en estos tiempos de incertidumbre, me digo, es un enemigo amable de mí mismo. Un enemigo que otorga ventaja porque sabe que triunfará sobre el débil contrincante. Pide la azafata que apaguemos los aparatos electrónicos porque aterrizaremos en un momento. Adiós Aeroplane. Escribo y siento que mi enemigo también es como esa niebla que ahora se esfuma. Pienso en tu rostro y en tus manos largas. Pienso que todas las palabras que escribo quisieran que tú las leyeras alguna vez. Que estaría de lujo que miraras conmigo por la escotilla cómo se desgasta la niebla sobre la pista de aterrizaje.