Desdoble


R viaja de Mazunte a Oaxaca. Por la ventana de la suburban la sierra lo hipnotiza. El nacimiento de las nubes en las montañas le recuerda el lejano día de su infancia en el que la prima P dejó caer, sin intenciones perversas, una olla con agua hirviente en su espalda. El desprendimiento de las nubes, el vacío brumoso, le recordó el vapor que manaba su piel quemada. Le recordó la cara de terror que puso la prima P. Le recordó la humeante nieve de fresa que su prima y él fueron a lamer después de que la madre de R le untara pomada de eucalipto en la herida. R viaja en transe surcando el tiempo, las sensaciones y la sierra oaxaqueña.

Oaxaca. San José. Renacimiento. Playas anónimas.

Segundas apariciones

Aquel árbol, al atardecer, aleteo apresurado de un pájaro, el crujido de una rama, la luz sobre la yerba como una obsesión sagrada, la penumbra del cuarto, la ventana entreabierta, sobre la mesa un rayo del poniente como una mano de una niña inmóvil, nuestras voces y nuestros rumores como saliendo de un pozo profundo o de un gran ademán de la muerte.

Todo aquello respiraba en nosotros, todo aquello ponía su peso en nuestro corazón, su luminosa y quieta avalancha, su pesada gota de vida humedeciendo ciertas entradas del alma, ciertas cavidades donde el deseo y el recuerdo comparten sus talleres.
Todo aquello ponía por un momento su otra parte en nosotros; la blancura de tu cuerpo parecía un hermoso deshielo, un río atormentado por sus inclinaciones al mar, la luz del sol posada en lo que sentíamos al otro lado del beso; y todo aquello nos pertenecía de la misma manera que nos alejaba, de la misma manera que el tiempo introducía en nosotros aquello que éramos, mientras el atardecer se iba volviendo hermoso y antiguo como la nave mayor de un gran templo.

¿De quién son ahora estas palabras? ¿Qué movimiento realizan en la conclusión de mis actos? ¿Qué apariciones y qué ausencias las hacen posibles? ¿Quién las está escuchando? ¿Quién las dirá de nuevo?

He aquí la vocación de recordarlo, he aquí el instante en que es necesario que el sueño se saque de su interior sus vestiduras con un movimiento de prestidigitación; es necesaria esta invocación, este derrame de aguas y signos y transcripciones nocturnas: tus ojos eran más bellos que las grutas donde el mar es, al fin, la oscuridad de lo azul, tu cuerpo me convencía de esas aguas donde la profundidad desequilibra toda actitud de vida sin compartirla con el abismo, y las espumas de esas olas se detenían y se quedaban inmóviles en tu cintura y en tu cuello, en el temblor de tus senos, como esperando playas más allá de sí mismas, y esas espumas organizaban el mar en tu cuerpo y yo sentía la forma disuelta de tus cabellos sobre tus hombros, tus cabellos que parecían caer de entre las manos del poniente, y en tanta luz era la oscuridad la que guiaba mis pasos.

Imágenes, descubrimientos reservados a la pasión: entonces la volcadura, el cuerpo donde comienza la exploración del mundo, la invención de los mares donde el viaje sostiene los antiguos caminos de los hombres, aguas donde los navegantes abandonan la brújula y el portulano y la orientación, a partir de entonces, será confiada a lo que diga el viento.

Imágenes, meditaciones entre el hombre y su sueño; una tarde, el campo, los cerros esbozados por una luz última que casi los hacía de nuevo, el crepúsculo sobre las pequeñas casas, las mujeres sentadas a sus puertas, los niños jugando, los mezquites pasándose la brisa; lo recuerdo muy bien, lo establezco, lo invento dentro de mí, me cercioro de esas ausencias, me hundo en esas ausencias en el ritmo que el anochecer iba cediéndole al desierto.

Ahora lo busco en mi imaginación; la casa en el monte, el olor del polvo, el sabor un tanto amargo de aquellas yerbas que distraídamente mordíamos mientras hablábamos, la penumbra del cuarto, el rumor de tus pies descalzos por el piso de barro, los gritos de los niños allá afuera, la alta ventana por donde mirábamos desde la cama el vuelo de aquel pájaro donde la tarde donde la tarde cubría sus últimos tramos.
Dame ahora otros instrumentos para llamarte, la posesión de un lenguaje donde pueda escucharse el ruido de puertas y ventanas golpeadas por el viento que corre por estas imágenes, por estos sitios de representaciones equívocas. Dame ahora otras palabras para reconocerte, dame ahora otros signos para destruirte; que la imagen proceda a la deformación de aquella belleza para encontrar su propia belleza; la belleza irrescatable a la sombra imposible de nuestros actos (todavía contemplo –no sé si recuerdo- tu vestido negro caído en mitad del cuarto).

Todo es vano, por lo menos ahora en que tú, detenida al borde de otros acontecimientos, tal vez también vacilas ante el rápido vuelo, ante el breve aleteo de ciertas imágenes. Tardes de entonces, reflejos que se deslizaban por el descubrimiento de una presencia, por el canto de una libertad, que iluminaba sus centros de azar y exploración con juveniles umbrales.

Tardes de entonces. Enciendo estas palabras para iluminar los angostos pasillos de estas escasas descripciones, enciendo estas palabras para quemar las últimas hojas, las consecuencias de esta obstinada página en blanco.

Persepolis



El gran vidrio. Lo peor de todo.
Por la tarde cineteca nacional: Persepolis. Qué animación, estruja. No sólo presenta los extremos políticos en la historia iraní, también hace un recorrido, no sin falta de humor, por la naturaleza humana en constante búsqueda. Su personaje principal: Marjane, una simbiosis de la guionista y creadora del cómic original con la adorable niña que se convierte en mujer descubriendo la música e ideología punk, así como la potencia de iron maiden, todo enmarcado en la fatal visión de muerte que toca a sus parientes y vecinos (la absurda guerra). La travesía y la desilusión europea la llevan de regreso a casa, donde las cosas no han mejorado, todo lo contrario. Finalmente otros países son la escapatoria triste de una independiente joven con ideas y valentía que deja atrás a su familia, que por lo demás, sigue resistiendo en su tierra de brutal totalitarismo. Dirección: Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi. Marjane me recordó a ella. Casi chillaba en la sala oscura. Al finalizar fui el primero en salir para que nadie notara mis lágrimas de cocodrilo. Anhelé compañía, un café, una cerveza para después de la carga que dejó Persepolis en mí.
Hablo con madre por messenger. Allá, en el segundo desierto, también resisten. Ayudo con lo que puedo desde la terrible lejanía. De nuevo, que ganas de sentir el calor de un abrazo materno. Luego Turkoglov y su muñeca dislocada. Brother, todos las vibras curatorias del mundo. Grek, niña poeta aventándosela como Marjane. Feliz cumple! Mariano, todo para arriba, siempre se van los hijos pero los padres son más definitivos y ya no vuelven. Hay que rescatarlos en la memoria.
La literatura no tiene nada que ver con la vida. No es una simulación, no hay reglas gramaticales, la vida no sabe de ortografía ni se rige por estéticas. La vida va. A veces se atora y hasta en ese hueco es un viaje sin retorno. ¡Por la vida hermanitos!. Salud.

Un cachito

Claustro de Sor Juana. Lap top de nuevo a reparación (que lata). Metro dirección Balderas, luego dirección Universidad. Facultad de medicina. Facultad de filosofía y letras. Torta de pierna con quesillo y papas a la francesa. Una ligera llovizna. Los pajaritos, esos comunes color fríjol pinto, quieren que les comparta de mi torta. Son un buen. Lanzo una papa enorme. La atrapa uno pequeñísimo. Apenas puede volar con la enorme patata frita en su pico. Los siguen dos gorrioncillos hasta que se detiene y uno de los perseguidores le arrebata el alimento, no sin ser perseguido por el despojado y el tercero que ronda. Cuando se detiene con la intención de comerse el enorme tubérculo el tercero se la arrebata y vuela despavorido. Detrás de él las otras dos aves lo persiguen frenéticamente. Y así se pierden en las islas de CU.
Camino bajo la lluvia ligera. Por fuera del MUCA una piedra prehispánica con forma de serpiente me invita a lectura: Sputnik mi amor (qué ganas). Una chica me toma fotos. Dejo el libro y saco mi diario. Llueve con más fuerza.