Contra las buenas intenciones




Yo no estoy hecho para las novelas ni para los dramas. Sus grandes escenas, cóleras, pasiones, momentos trágicos; lejos de exaltarme me llegan como destellos miserables, estados rudimentarios donde todas las estupideces andan sueltas, donde el ser se simplifica hasta la tontería y en que se ahoga en vez de nadar en la circunstancias del agua.
-Monsieur Teste

Tumbona ediciones ofrece rounds de sombra para lectores ávidos de disputa. Ejercicios en los que subyace una violencia intelectual sin concesiones. Despedazar lugares comunes es, quizá, uno de sus objetivos. Aunque también el de provocar. Versus contra las buenas intenciones, los poetas y la vida. Versus contra la visión simplista, facilota o ignorante de tópicos literarios y temas polémicos. El resultado: ensayos cáusticos que reflejan, congruentes, nuestra época de descontentos.

Es así que Hans Ulrich Gumbrecht (Würzburg, 1948), se pregunta qué hay detrás de la expresión en forma de pregunta, “¿todo bien?”, así, sin el verbo está. Y que Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976) arremeta contra aquellos que indagan, en obras literarias, paralelismos y sentimientos propios de la vida de sus autores, ya no sus búsquedas estéticas.

Ágiles y directos, la mayoría de los ensayos publicados en la colección Versus, forman un catálogo del descaro y la oposición. Entre los autores, además de los ya citados, se encuentran: Wiltod Gombrowicz (Contra los poetas), Phillip Lopante (Contra la alegría de vivir), Jonathan Lethem (Contra la originalidad), Laura Kipnis (Contra el amor), Heriberto Yépez (Contra la tele-visión). Rafael Lemus (Contra la vida activa), Richard Klein (Contra los no fumadores), Jeremy Bentham (Contra la homofobia) y Richard Stallman, Wu Ming, César Rendeles, Kembrew McCleod (Contra el copyright).


¿La vida es un cuento narrado por un idiota?


Cuentos y vida. ¿Se parecen en algo? A veces la vida es un cuento narrado por Bolaño o por Kafka. Un poema de algún heterónimo de Pessoa. En fin. La vida se parece, en ocasiones, a un charco de agua turbia donde un perro bebe, apacible.

Aquí una compilación de textos sobre el tema por Fernando Sorrentino.

¿Qué es la vida sino una sombra, un histrión que pasa por el teatro, y a quien se olvida después, o la vana y ruidosa fábula de un necio? (en prosa).
(Marcelino Menéndez Pelayo, Madrid, 1881.)

¡La vida no es más que una sombra que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora sobre la escena y después no se le oye más…; un cuento narrado por un idiota con gran aparato, y que nada significa…! (en prosa).
(Luis Astrana Marín, Madrid, 1920.)

Sombra ambulante es esta vida, mísero actor que en el escenario se afana y pavonea un momento y al cabo, para siempre, calla su voz. Relato de un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa (en prosa).
(Guillermo Whitelow, Buenos Aires, 1970.)

La vida es una sombra tan sólo, que transcurre; un pobre actorque, orgulloso, consume su turno sobre el escenariopara jamás volver a ser oído. Es una historiacontada por un necio, llena de ruido y furia,que nada significa (en verso).
(Manuel Ángel Conejero, Madrid, 1980.)

Es la vidasombra fugaz, pobre histrión que en escena se pavonea un rato, y nada másvuelve a saberse de él: es el relatode un idiota, lleno de furia y ruido,que nada significa (en verso).
(José María Coco Ferraris, Buenos Aires, 1985.)

"Tardarás un rato en morir"


30


(Conversaciones con Bernardo)
-Las vidas humanas transcurren con la misma íntima inconsistencia que las vidas de los animales. Las mismas leyes profundas, que desde fuera rigen los instintos de los animales, rigen también, desde fuera, la inteligencia del hombre, que parece no ser otra cosa más que un instinto en formación.
Algo así dijo Bernardo. Él habrá leído en los griegos que todo procede de la sinrazón, menos los números. Sin embargo hay conceptos de esa sinrazón que Bernardo y los griegos refieren, en los cuales la numeralia juega un papel determinante. Uno de esos conceptos es el tiempo. La existencia sujeta a un principio y un fin. Algunos dicen que el único tiempo posible es el que transcurre en el presente. Otros responden que la soberbia y la ansiedad de esa afirmación deja de lado las otras posibilidades de la persistencia: el pasado y el futuro. El pasado como lo perfecto y el futuro como la duda que alimenta el Ser. Habría que añadir la temporalidad que nos heredó el siglo pasado, a la cual, para no entrar en complicaciones, llamaré simultaneidad.
Parafraseando a mi amigo Bernardo, siento que en la vida transitoria no soy nada. Disfruto la visión de pasado, presente y futuro, como disfruto un verano en la playa. No necesito cumplir requisitos vitales para intuir que mi presencia en este mundo es una acumulación de experiencias manejadas por el ego en turno, es decir, el ánimo. El dibujo de mi personalidad tiene que ver con esa acumulación de intuiciones. En el caso de mi persona, no me da pena admitirlo, un sentimiento de orfandad ha minado cada aspecto de mi naturaleza. Para bien y para mal. Mi lirismo y negatividad. Mi torpeza y destreza.
En la vida transitoria no soy nada. No existe vacuna contra la muerte y cualquier acto, por más noble, artístico, cruel, humano, importa nada y será olvidado sin remedio. Parafraseando a Rousseau: El hombre es un animal enfermo. Dentro de esa enfermedad también tenía, para mi gusto, razón Carlyle: El hombre es un animal que usa herramientas. Una de ellas el tiempo. Una herramienta que sirve para medir la resistencia que los cuerpos mantienen ante la descomposición inevitable.
Dejo de utilizar esa herramienta cada que cumplo años. Acto que hago casi por reflejo. Soy testigo entonces de la masa que me contiene y noto, sin mucha rompedera de cabeza, la transformación que se ha consumando en ella. La transformación que cada día avanza hacia el abismo. En el presente soy una mancha borrosa y el futuro me importa poco. Quizá lo necesario.
El futuro es la muerte y la lógica, me dice Bernardo. Le respondo que por hoy mi mancha borrosa siente ansiedad y sed. Siente que algo parecido a la celebración es lo más probable. Bernardo no me puede acompañar y mejor así. Mi mancha borrosa saldrá a buscar pájaros de wirolamo.

Agua


Sería estupendo que el lector de este relato leyera viajando en un asiento de camión (Del lado de la ventanilla). Es necesario que el autobús atraviese un puente. El cuento inicia cuando el lector deja de serlo, es decir, para de leer. Ahora es el personaje. El personaje descansa la vista en el agua de un pequeño riachuelo que corre, manso, por un lado de la carretera. Le llama la atención el movimiento, que percibe insólito, del agua entre las rocas, rocas que de pronto se le figuran esculturas del rostro de su padre. Lo mejor sería que justo cuando el autobús termine de cruzar el puente el personaje pida la parada. Ya en tierra deberá ajustarse bien la bufanda porque un viento helado se arremolinará sobre él tumbándole la gorra. El cuento continúa cuando el personaje, en cuclillas, recoge la gorra mirando, desde un ángulo gracioso, el riachuelo y las piedras. Cree escuchar entonces que el agua turbia le habla. Le dice, entre otras cosas, “Ben”. El personaje, supongamos, se llama Ben, y cree que algo sobrenatural, una especie de iniciación, ha llegado a tocar su existencia.
-Continúa

Tardarás un rato en morir de Imanol Caneyada


Tardarás un rato en morir (Ganadora del L.S, 2008. ISC, 2009) es la novela más reciente del escritor y periodista naturalizado sonorense, Imanol Caneyada (San Sebastián, España, 1968). Un narrador atento que despliega descripciones duras, sagaces, como los colmillos del siniestro rottweiler que devora mujeres en una historia que se nos revela desde dos voces: la del secretario de un político de alto rango inmiscuido con la delincuencia organizada (casi no hay en México), y la del educado policía canadiense que sigue los rastros de un asesino serial. Dos voces alejadas de la argumentación novelesca que confluyen en el desenlace de la trama.
Rápida en su lectura, a manera de zapping, los apartados van dibujando personajes que viven el sueño duro del exilio. Un exilio existencial más que geográfico. Más violento que turístico. Podría percibirse, con tantos personajes que fundan y participan en las acciones, que la novela tarda en iniciar o revelarse. No por eso pierde su ritmo narrativo.
Caneyada, que ya ha comprobado su pericia para construir novela negra: Un camello en el ojo de la aguja (Universidad de Guadalajara, 2003), refresca la oferta literaria del norte de México, tan anodina y supuestamente experimental, entregando, con lucidez y claridad, una prosa implacable, que no se detiene ante consideraciones ni sentimentalismos (otro rasgo fatal de la llamada literatura norteña). Fuerte en su esquema, Tardarás… sigue los cánones del género policíaco: un investigador ceremonioso y solitario que sigue la huella de un escrupuloso, horrífico asesino. Los capítulos violentos son, sin duda, los más provocadores.
Algo que se podría reprochar al autor es un rasgo de su narrador principal: Cabezón. Resulta poco verosímil que el secretario de un mediocre político mexicano, tapadera de sus tranzas, sea un enterado de literatura clásica, arquitectura art nouveau y políglota en ciernes. Y que además se saque de la manga reflexiones como la imposibilidad de Odiseo y Kavafis de regresar a Ítaca. Sería más prudente, en la construcción de personajes, que el policía investigador tuviera estos arranques intelectuales; sin embargo es comprensible que para la ficción sea relevante el panorama cultural que aporta Cabezón, aunque éste sea poco sustentable.
La obra de Caneyada necesita lectores sería una débil afirmación. Con narradores del calibre del autor que nos ocupa, los lectores de la región estaríamos más atentos a lo que pasa en nuestra literatura. Seguro.
Una excelente opción para los amantes de novela negra.
A manera de nota para el lector: tener disponible un traductor en línea o un diccionario Francés-español.

Ellos (entrada 200)


Ella y Él se conocen en un café. Primero Él la mira por el rabillo del ojo simulando que lee el periódico. Advierte sus muslos gruesos. Muslos blancos y fuertes que le recuerdan los ramajes del árbol de guayaba al que subía de niño en casa de la abuela.
Ella interrumpe la lectura de la novela (Tren nocturno) sintiendo la mirada del hombre en la mesa contigua. Se pregunta qué le mira en las piernas. Baja la vista a su regazo para comprobar que nada está fuera de lo normal. Se encuentra con la mirada de Él, que hace ademanes de apenado. Ella, altiva, levanta la cabeza como preguntándole ¿Qué se te perdió en mis piernas? Él, a la distancia, dice que lo siente y apunta a la silla vacía delante de Ella, que accede. Él: Disculpa, me quedé en un lapsus. No soy una especie de mirón pervertido. Me llamo Él, dice al tiempo que le extiende la mano. Ella responde al saludo. Ella: Me llamo Ella. Por lo demás, sí que parecías un mirón pervertido mirándome de esa manera. Él: Me disculpo, tienes unas piernas muy atractivas pero mis pensamientos no eran “indecorosos” mientras las veía, lo juro. Solamente me fui. Ya sabes, a veces pasa. Él siente que Ella le coquetea. Él: ¿Vives por aquí cerca? Ella: No, vivo a cuatro estaciones. El café de aquí es de lo mejor. Él: Sí, vengo siempre a esta hora a leer el periódico. Trabajo por el rumbo. Ella: ¿A leer el periódico y a mirar las piernas de las chicas? Él: Si son piernas tan atractivas como las tuyas es muy probable. Pero enserio, se escuchará raro: tus piernas me recordaron los ramajes de un árbol de guayaba que estaba en casa de mi abuela. Ella: Pues sí que es raro. Él: No es que parezcan ramas de guayabo ni nada; hay ocasiones que la mente y los recuerdos hacen sus propios enlaces, casi en automático. Ella: Tú me recuerdas al padre de mi novia. No es que te parezcas ni nada. Además él es más viejo. Él bebe nerviosamente de su café, que para entonces raya en lo frío. Él: Y dime, ¿a qué te dedicas? Ella: ¿Qué te imaginas? Él: Eres modelo, actriz o bailarina. Ella: Para nada, soy médico veterinario. Mi novia es bailarina. Él: A, sí. ¿Y dónde está ahora tu novia? Ella: Estará por llegar. Hemos quedado aquí. Él: Bien, mucho gusto Ella, vale más que me vaya para que tu novia no piense que te estoy ligando; además, ya entro al trabajo. Ella: Es broma. Él: ¿Qué es broma? Ella: Todo.

No estoy

Día mundial de los borrachos



Que mal que sea martes apenas. salud!

Rapsodia de un amigo ebrio

Te veo bebiendo payaso de ojos tristes,
solías escribir locos poemas sobre ángeles y Dios.
Pensaba que Dios estaba muerto
pero escuchándote a vos... no estaba seguro.
No había mentira en tu fuego.
Tus poemas se volvían tristes
tus amantes te traicionaban.
después de andar por los bares,
sólo la resaca y paredes peladas.
Sin experimentar miedo por amar
o no ser amado.
Decías que sólo los hombres de suerte
carecían de imaginación para sufrir.
Te amé como un hombre ama a un amigo
que está lejos y extraña.
No había elección estabamos unidos
por un destino singular.
La soledad es tan grande
que puedo verla en el lento movimiento
de las agujas del reloj.
Nunca nadie encuentra a quien busca.
Tenías un vaso de los lamentos
y te sentabas a beber con él
por las amantes que te habían herido.
Me enseñaste que no toda la gente
es buena con los demás... tenías miedo,
y nunca les pedirías que lo fueran.
Quizás si lo fueran, la muerte no sería tan triste.
Siempre juntando más odios que amantes.
aprender a ganar es dificíl,
pero cualquiera, incluso uno mismo
podía ser un gran perdedor.
Cuantas botellas de cerveza, vino, whisky,
principalmente cerveza tomaste
esperando que las cosas mejorarán
o cuando te peleabas con una mujer...
y esperabás que el teléfono sonara
mientras te volvías loco...
Y la radio pasaba canciones de amor,
y el teléfono permanecía silencioso,
y las paredes frías... y cerveza...
cerveza era todo lo que había.
Y cuando una botella caía
producía el único sonido en tu vida.
Mientras tanto los basureros de la ciudad se llenan,
las plazas de drogones se llenan,
Los manicomios se llenan, los hospitales se llenan,
Los cementerios se llenan, ninguna otra cosa se llena.
Y sentís el vacío...
Esperabás a la muerte, como a un gato
que salta por sorpresa sobre la cama
...Y ella, llegó.
Vos decías que el próximo era yo
y que quizás vos ya sepas algo
que yo todavía no sé...

Charles Bukowski

Taller Performance


Ayer fui a reparar el carro al Taller Performance. Un lugar donde aprendí a boxear, poner balatas y quitar estéreos. A fumar hierba y tomar pastas. Esto último se me ha tenido que olvidar. Un lugar donde reía de lo lindo. Allí estaban Caradeluna, Perro mayor, Gato alcoholes, Lolo motobomba, Caradepolla. Lo que me cuentan en ese sitio atestado de tuercas y calacas de piezas de autos desmantelados siempre me ha parecido increíble. Aquí les comparto, a pura memoria auditiva, algunas de las anécdotas. Dos de Caradeluna, por ejemplo.

I
Caradeluna dice que en el otro lado hasta opio rolaba. Que él nunca se jaypió. Que la morena sólo por la chata. A esa cura mis respitos, comenta. En un picadero de los Angeles, Califas, recuerda, estaba bien ranita con un montón de zombis en un sillón largísimo. En mi ondeada noto a un tipo que se quedó tieso. Voy a ver si hubo falla para avisarle al Chino, compa y dueño del picadero. Toco al chango enterrado y está más que el fierro. Le digo al Chino que ese mono está del otro lado. El Chino agarra y se lo avienta al lomo. Aquí le gustó al cabrón para quedarse, dice. ¿Y la bronca? Pregunto. Chino: Ni te revientes Caradeluna, eso pasa por acá una vez por mes. La raza se queda tan agusto arriba del caballo que ya no despierta. Montado ahora en la espalda del Chino el cuerpo helado del muerto viaja hasta el contenedor de la esquina.

II
Sí, choqué y por detrás. Pero te voy a decir cómo estuvo. En el semáforo del bule un mochito, así, sin brazos, me pide un paro. Dice que se le han caído las monedas. ¿Cómo las agarro? Caradeluna: Pues no puedo mi compa. Estoy en plena calle. Mocho: Has el paro amigo ¿Cómo las agarro? Vuelve a preguntar ahora haciendo un ademán con la cabeza para que Caradeluna vea los muñones. Caradeluna Se baja del pick up sintiéndose miserable. Levanta las monedas calientes como peces hirviendo y se las pone donde le señala el mocho, en el hombro. Cuando el lisiado le da las gracias se escucha un piaf. Cara de luna ha dejado el Silverado en neutral y éste se ha estampado, ligeramente, en un Chevy, de cual que baja un fresa Abercrombie y exige 2 mil pesos. ¿Qué no ves el paro que estoy haciendo? Contesta o pregunta Caradeluna. Dos mil pesos o llamo a la chota. Pues llámalos. Prefiero dormir en el bote, después de todo, a tu mugre no le pasó nada. Le dije. Llegaron los chivas y cuando les platiqué la situación se dieron luz de lo aventajado del fresa ¡estaba visto! El mocho atestiguó señalando con los muñones cómo estuvo la cosa. Le ofrecí, de puro buena onda, 200 pelambres al muñeco del Chevi. Nelson nel, dijo el muy desgraciado. El poli, de esos rucos panzones y tintos que ya se la saben le dijo al fresa: a ver pues, los dos pal bote, no se quieren arreglar y están obstruyendo el tránsito. Yo por qué, dijo el mamuko. Porque eres el afectado, reviró el perrito. A ver pues, dame los 200, dijo el balconazo, traigo 70, ¿los quieres? Si no pa irnos al bote, le dije, al cabo a tu mugre no le pasó nada. A mí, sinceramente, me importa un pito dormir en las hieleras si me ahorra una feriecita. Creo que el tipo notó eso y agarró las 70 pesetas.

Miroslav-Tichý




Sueña el sol recostado
en espaldas de bañistas
fantasmales

Cápsulas de luz
multiplican la playa

Onetti


SILENCIO
Yo creo captar el otro en el silencio. Es una ilusión que no se puede comprobar nunca. Pasa el tiempo y te das cuenta de que tú tienes razón. Y tal vez, cuando más seguros estemos de que podemos comprendernos, más difícil sea decir nada.


Tomado del Moleskine literario

UN HOMBRE MUERTO A PUNTAPIÉS



con guantes de operar hago un pequeño bolo
de lodo suburbano. Lo echo a rodar por esas
calles: los que se tapen las narices le habrán
encontrado carne de su carne
"¿Cómo echar al canasto los palpitantes
acontecimientos callejeros?"
"Esclarecer la verdad es
acción moralizadora"
EL COMERCIO de Quito

"Anoche, a las doce y media próximamente, el celador de Policía Nº 451, que hacía el servicio de esa zona, encontró entre las calles Escobedo y García, a un individuo de apellido Ramírez casi en completo estado de postración. El desgraciado sangraba abundantemente por la nariz, e interrogado que fue por el señor Celador dijo haber sido víctima de una agresión de parte de unos individuos a quienes no conocía, sólo por haberles pedido un cigarrillo. El Celador invitó al agredido a que lo acompañara a la comisaría de turno con el objeto de que prestara las declaraciones necesarias para el esclarecimiento del hecho, a lo que Ramírez se negó rotundamente. Entonces, el primero, en cumplimiento de su deber, solicito ayuda a unos de los Chaufferes de la estación más cercana de autos y condujo al herido a la Policía, donde a pesar de las atenciones del médico, Doctor Ciro Benavides, falleció después de pocas horas.
"Esta mañana, el señor comisario de la 6ª ha practicado las diligencias convenientes; pero no ha logrado descubrirse nada acerca de los asesinos ni de la procedencia de Ramírez. Lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso.
"Procuraremos tener a nuestros lectores al corriente de cuanto se sepa a propósito de este misterioso hecho."
No decía más la crónica del diario de la Tarde.
Yo no sé en que estado de ánimo me encontraba entonces. Lo cierto es que reí a satisfacción. ¡Un hombre muerto a puntapiés! Era lo más gracioso, lo más hilarante de cuanto para mí podía suceder.
Esperé hasta el otro día en que hojeé anhelosamente el diario, pero acerca de mi hombre no había una línea. Al día siguiente tampoco. Creo que después de diez días nadie se acordaba de lo ocurrido entre Escobe y García.
Pero a mí llegó a obsesionarme. Me perseguía por todas partes la frase hilarante: ¡Un hombre muerto a puntapiés! Y todas las letras danzaban ante mis ojos tan alegremente que resolví al fin reconstruir la escena callejera o penetrar, por lo menos, en el misterio de porqué se mataba a un ciudadano de manera tan ridícula.
Caramba, yo hubiera querido hacer un estudio experimental; pero he visto en los libros que tales estudios tratan sólo de investigar el cómo de las cosas; y entre mi primera idea, que era ésta, de reconstrucción, y la que averigua las razones que movieron a unos individuos a atacar a otro a puntapiés, más original y beneficiosa para la especie humana me pareció la segunda. Bueno, el porqué de las cosas dicen que es algo incumbente a la filosofía, y en verdad nunca supe qué de filosófico iban a tener mis investigaciones, además de que todo lo que lleva humos de aquella palabra me anonada. Con todo, entre miedoso y desalentado, encendí mi pipa. -Esto es esencial, muy esencial.<
La primera cuestión que surge ante los que se enlodan en estos trabajitos es la del método. Esto lo saben al dedillo los estudiantes de la Universidad, los de los Normales, los de los Colegios y, en general, todos los que van para personas de provecho. Hay dos métodos: la deducción y la inducción (Véase Aristóteles y Bacon).
El primero, la deducción, me pareció que no me interesaría. Me han dicho que la deducción es un modo de investigar que parte de lo más conocido a lo menos conocido. Buen método: lo confieso. Pero yo sabía muy poco del asunto y había que pasar la hoja.
La inducción es algo maravilloso. Parte de lo menos conocido a lo más conocido... (¿Cómo es? No lo recuerdo bien... En fin, ¿quién es el que sabe de estas cosas?). Si he dicho bien, este es el método por excelencia. Cuando se sabe poco, hay que inducir. Induzca, joven.
Ya resuelto, encendida la pipa y con la formidable arma de la inducción en la mano, me quedé irresoluto, sin saber qué hacer.
-Bueno, ¿y cómo aplico este método maravilloso? -me pregunté.
¡Lo que tiene no haber estudiado a fondo la lógica!
Me iba a quedar ignorante en el famoso asunto de las calles Escobedo y García sólo por la maldita ociosidad de los primeros años.
Desalentado, tomé el Diario de la Tarde, de fecha 13 de enero -no había apartado nunca de mi mesa el aciago diario- y dando vigorosos chupetones a mi encendida y bien culotada pipa, volví a leer la crónica roja arriba copiada. Hube de fruncir el ceño como todo hombre de estudio -¡una honda línea en el entrecejo es señal inequívoca de atención!-
Leyendo, leyendo, hubo un momento en que me quedé casi deslumbrado.
Especialmente el penúltimo párrafo, aquello de "Esta mañana, el señor comisario de la 6ª..."fue lo que más me maravilló. La frase última hizo brillar mis ojos: "lo único que pudo saberse, por un dato accidental, es que el difunto era vicioso". Y yo, por una fuerza secreta de intuición que Ud. no puede comprender, leí así: ERA VICIOSO, con letras prodigiosamente grandes.
Creo que fue una revelación de Astartea. El único punto que me importó desde entonces fue comprobar qué clase de vicio tenía el difunto Ramírez. Intuitivamente había descubierto que era... No, no lo digo para no enemistar su memoria con las señoras...
Y lo que sabía intuitivamente era preciso lo verificara con razonamientos, y si era posible, con pruebas.
Para esto me dirigí donde el señor Comisario de la 6ª quien podía darme los datos reveladores. La autoridad policial no había logrado aclarar nada. Casi no acierta a comprender lo que yo quería. Después de largas explicaciones me dijo, rascándose la frente:
- Ah, sí... El asunto ése de un tal Ramírez...
Mire ya nos habíamos desalentado... ¡Estaba tan oscura la cosa! Pero, tome asiento; porqué no se sienta señor... Como Ud. tal vez sepa ya, lo trajeron a eso de la una y después de unas dos horas falleció... el pobre. Se le hizo tomar dos fotografías, por un caso... algún deudo... ¿Es Ud. pariente del señor Ramírez? le doy el pésame... mi más sincero...
-No señor -dije yo indignado-, ni siquiera le he conocido. Soy un hombre que se interesa por la justicia y nada más...
Y me sonreí por lo bajo. ¡Qué frase tan intencionada! ¿Ah? "Soy un hombre que se interesa por la justicia"¡Cómo se atormentaría el señor Comisario!
Para no cohibirle más, apresúreme:
-Ha dicho Ud. que tenía dos fotografías. Si pudiera verlas...
El digno funcionario tiró de un cajón de su escritorio y revolvió algunos papeles. Luego abrió otro y revolvió otros papeles. En un tercero, ya muy acalorado, encontró al fin.
Y se portó muy culto:
-Usted se interesa por el asunto. Llévelas nomás caballero... Eso sí, con cargo de devolución- me dijo, moviendo de arriba a abajo la cabeza al pronunciar las últimas palabras y enseñándome gozosamente sus dientes amarillos.
Agradecí infinitamente, guardándome las fotografías.
-Y dígame usted, señor Comisario, ¿no podría recordar alguna seña particular del difunto, algún dato que pudiera revelar algo?
-Una seña particular... un dato... No, no. Pues era un hombre completamente vulgar. Así más o menos de mi estatura -el Comisario era un poco alto-; grueso y de carnes flojas. Pero una seña particular... no... al menos que yo recuerde...
Como el señor Comisario no sabía decirme más, salí, agradeciéndole de nuevo.
Me dirigí presuroso a mi casa; me encerré en el estudio; encendí mi pipa y saqué las fotografías, que con aquel dato del periódico eran preciosos documentos.
Estaba seguro de no poder conseguir otros y mi resolución fue trabajar con lo que la fortuna había puesto a mi alcance.
Lo primero es estudiar al hombre, me dije. Y puse manos a la obra
Miré y remiré a las fotografías, una oportuna, haciendo de ellas un estudio completo. Las acercaba a mis ojos; las separaba, alargando la mano; procuraba descubrir sus misterios.
Hasta que al fin, tanto tenerlas ante mí, llegué a aprenderme de memoria el más escondido rasgo.
Esa protuberancia fuera de la frente; esa larga y extraña nariz ¡que se parece tanto a un tapón de cristal que cubre la poma de agua de mi fonda! esos bigotes largos y caídos; esa barbilla en punta; ese cabello lacio y alborotado.
Cogí un papel, tracé las líneas que componen la cara del difunto Ramírez. Luego, cuando el dibujo estuvo concluido, noté que faltaba algo; que lo que tenía ante mis ojos no era él; que se me había ido un detalle complementario e indispensable... ¡Ya! Tomé de nuevo la pluma y completé el busto, un magnífico busto que de ser de yeso figuraría sin desentono en alguna Academia. Busto cuyo pecho tiene algo de mujer.
Después... después me ensañé contra él. ¡Le puse una aureola! Aureola que se pega al cráneo con un clavito, así como en las iglesias se las pegan a las efigies de los santos.
¡Magnífica figura hacía el difunto Ramírez!
Mas, ¿a qué viene esto? Yo trataba... trataba de saber porqué lo mataron...
Entonces confeccioné las siguientes lógicas conclusiones:
El difunto Ramírez se llamaba Octavio Ramírez (un individuo con la nariz del difunto no puede llamarse de otra manera);
Octavio Ramírez tenía 42 años;
Octavio Ramírez andaba escaso de dinero;
Octavio Ramírez iba mal vestido; y, por último, nuestro difunto era extranjero.
Con estos preciosos datos, quedaba reconstruida totalmente su personalidad.
Sólo faltaba pues, aquello del motivo que para mí iba teniendo cada vez más caracteres de evidencia. La intuición me lo revelaba todo. Lo único que tenía que hacer era, por un puntillo de honradez, descartar todas las demás posibilidades. Lo primero, lo declarado por él, la cuestión del cigarrillo, no se debía siquiera meditar. Es absolutamente absurdo que se victime de manera tan infame a un individuo por una futileza tal. Había mentido, había disfrazado la verdad; más aún, asesinado la verdad, y lo había dicho porque lo otro no quería, no podía decirlo.
¿Estaría beodo el difunto Ramírez? No, esto no puede ser, porque lo habrían advertido enseguida en la policía, y el dato del periódico habría sido terminante, como para no tener dudas o, si no constó por descuido del repórter, el señor Comisario me lo habría revelado, sin vacilación alguna.
¿Qué otro vicio podía tener el infeliz victimado? Porque de ser vicioso, lo fue; esto nadie podrá negármelo. Lo prueba su empecinamiento en no querer declarar las razones de la agresión. Cualquier otra causa podía ser expuesta sin sonrojo. Por ejemplo ¿qué de vergonzoso tendrían estas confesiones:
"Un individuo engañó a mi hija; lo encontré esta noche en la calle; me cegué de ira; le traté de canalla, me le lancé al cuello, y él, ayudado por sus amigos, me ha puesto en este estado" o
"Mi mujer me traicionó con un hombre a quien traté de matar; pero él, más fuerte que yo, la emprendió a furiosos puntapiés contra mí." o
"Tuve unos líos con una comadre y su marido, por vengarse, me atacó cobardemente con sus amigos" ?
Si algo de esto hubiera dicho a nadie extrañaría el suceso.
También era muy fácil declarar:
"Tuvimos una reyerta"
Pero estoy perdiendo el tiempo, que estas hipótesis las tengo por insostenibles, en los dos primeros casos, hubieran dicho ya los deudos del desgraciado; en el tercero su confesión hubiera sido inevitable, porque aquello resultaba demasiado honroso; en el cuarto, también lo habríamos sabido ya, pues animado por la venganza habría delatado hasta los nombres de los agresores.
Nada, que a lo que a mí se me había metido por la honda línea del entrecejo era lo evidente. Ya no caben más razonamientos. En consecuencia, reuniendo todas las conclusiones hechas he reconstruido, en resumen, la aventura trágica ocurrida entre Escobedo y García, en estos términos:
Octavio Ramírez, un individuo de nacionalidad desconocida, de 42 años de edad y apariencia mediocre, habitaba en un modesto hotel de arrabal hasta el día 12 de Enero de este año.
Parece que el tal Ramírez vivía de sus rentas, muy escasas por cierto, no permitiéndose gastos excesivos, ni aún extraordinarios, especialmente con mujeres. Había tenido desde pequeño una desviación de sus instintos, que lo depravaron en lo sucesivo, hasta que, por un impulso fatal, hubo de terminar con el trágico fin que la mentamos.
Para mayor claridad se hace constar que este individuo había llegado sólo unos días antes a la ciudad teatro del suceso.
La noche del 12 de Enero, mientras comía en una oscura fonducha, sintió una ya conocida desazón que fue molestándole más y más. A las ocho, cuando salía, le agitaban todos los tormentos del deseo. En una ciudad extraña para él, la dificultad de satisfacerlo, por el desconocimiento que de ella tenñia, le azuzaba poderosamente. Anduvo casi desesperado, durante dos horas, por las calles céntricas, fijando anhelosamente sus ojos brillantes sobre las espaldas de los hombres que encontraba; los seguía de cerca, procurando aprovechar cualquier oportunidad, aunque receloso de sufrir un desaire.
Hacia las once sintió una inmensa tortura. Le temblaba el cuerpo y sentía en los ojos un vacío doloroso.
Considerando inútil el trotar por las calles concurridas, se desvió lentamente hacia los arrabales, siempre regresando a ver a los transeúntes, saludando con voz temblorosa, deteniéndose a trechos sin saber qué hacer, como los mendigos.
Al llegar a la calle Escobedo ya no podía más. Le daban deseos de arrojarse sobre el primer hombre que pasara. Lloriquear, quejarse lastimeramente, hablarle de sus torturas...
Oyó, a lo lejos, pasos acompasados; el corazón le palpitó con violencia; arrimóse al muro de una casa y esperó. A los pocos instantes el recio cuerpo de un obrero llenaba casi la acera. Ramírez se había puesto pálido; con todo, cuando aquel estuvo cerca, extendió el brazo y le tocó el codo. El obrero se regresó bruscamente y lo miró. Ramírez intentó una sonrisa melosa, de proxeneta hambrienta abandonada en el arroyo.
El otro soltó una carcajada y una palabra sucia; después siguió andando lentamente, haciendo sonar fuerte sobre las piedras los tacos anchos de sus zapatos. Después de una media hora apareció otro hombre. El desgraciado, todo tembloroso, se atrevió a dirigirle una galantería que contestó el transeúnte con un vigoroso empellón. Ramírez tuvo miedo y se alejó rápidamente.
Entonces, después de andar dos cuadras, se encontró en la calle García. Desfalleciente, con la boca seca, miró a uno y otro lado. A poca distancia y con paso apresurado iba un muchacho de 14 años. Lo siguió.
-¡Pst! ¡Pst!
El muchacho se detuvo.
-Hola rico... ¿qué haces por aquí a estas horas?
-Me voy a mi casa, ¿qué quiere?
-Nada, nada... Pero no te vayas tan pronto, hermoso...
Y lo cogió del brazo.
El muchacho hizo un esfuerzo para separarse.
-¡Déjeme! ya le digo que me voy a mi casa.
Y quiso correr. Pero Ramírez dio un salto y lo abrazó. Entonces el galopín, asustado, llamó gritando:
-¡Papá! ¡Papá!
Casi en el mismo instante, y a pocos metros de distancia, se abrió bruscamente una claridad sobre la calle. Apareció un hombre de alta estatura. Era el obrero que había pasado antes por Escobedo.
Al ver a Ramírez se arrojó sobre él. Nuestro pobre hombre se quedó mirándolo, con ojos tan grandes y fijos como platos, tembloroso y mudo.
-¿Qué quiere usted, so sucio?
Y le asestó un furioso puntapié en el estómago. Octavio Ramírez se desplomó, con un largo hipo doloroso.
Epaminondas, así debió llamarse el obrero, al ver en tierra a aquel pícaro, consideró que era muy poco castigo un puntapié, y le propinó dos más, espléndidos y maravillosos en el género, sobre la larga nariz que le provocaba como una salchicha.
¡Cómo debieron sonar esos maravillosos puntapiés!
Como el aplastarse de una naranja, arrojada vigorosamente sobre un muro; como el caer de un paraguas cuyas varillas chocan estremeciéndose; como el romperse de una nuez entre los dedos; ¡o mejor como el encuentro de otra recia suela de zapato contra otra nariz!
Así:
¡Chaj!
con un gran espacio sabroso.
¡Chaj!
Y después: ¡cómo se encarnizaría Epaminondas, agitado por el instinto de perversidad que hace que los asesinos acribillen a sus víctimas a puñaladas! ¡Ese instinto que presiona algunos dedos inocentes cada vez más, por puro juego, sobre los cuellos de los amigos hasta que queden amoratados y con los ojos encendidos!
¡Cómo batiría la suela del zapato de Epaminondas sobre la nariz de Octavio Ramírez!
¡Chaj!
¡Chaj! vertiginosamente,
¡Chaj!
En tanto que mil lucecitas, como agujas, cosían las tinieblas.

Pablo Palacio

Bienvenido Gregorio

Salinger gana el primer 'round'


(Sé que todos leen "El País" pero para los que no la nota. Por lo demás yo sí quisiera leer la novela de Fredrik Colting)

EFE
La juez Deborah Batts de Nueva York ha suspendido temporalmente la publicación de la supuesta segunda parte de El guardián entre el centeno, el clásico escrito en 1951 por J. D. Salinger. "Me parece que Holden Caulfield está bastante definido por las palabras. Parecería que Caulfield es una marca registrada", ha dicho Batts para argumentar la decisión para que 60 Years Later: Coming Through the Rye (60 años después: Recuperándose del centeno), escrita por el sueco Fredrik Colting a través de su seudónimo J. D. California, se publique por el momento, mientras sopesa si el libro atenta contra los derechos de autor de Salinger.
Salinger presentó el pasado día 2 de junio una demanda en Nueva York contra el autor, la editorial y la distribuidora de esa novela, que presenta a Holden Caulfield, el famoso protagonista de la novela, con 60 años más y recorriendo las calles de Nueva York tras escaparse de una residencia de ancianos. Pero la de Salinger es una victoria parcial, ya que la suspensión dura apenas 10 diez días. Batts ha añadido que necesita ese tiempo para decidir si la obra de Colting es un plagio o lo suficientemente distinta del original. Transcurrido ese tiempo, permitirá que se distribuya o las partes irán a juicio.
Ya en Reino Unido
Salinger no ha asistido a la vista que se celebró el 15 de junio, pero en la demanda que presentó hace dos semanas, además de definir el libro como un "simple y puro plagio", aseguraba que el derecho a escribir una secuela de ese clásico de la literatura estadounidense así como a utilizar el nombre de su protagonista le corresponden únicamente a él. El conocido autor pidió que se destruyeran las copias existentes de la supuesta secuela y, además, exigió que se repare el daño ocasionado por el plagio de unos derechos de autor que están valorados "en una enorme cantidad de dinero".
La obra de Fredrik Colting ya se ha publicado en el Reino Unido por la editorial sueca Nicotext, que pretende comercializar 60 Years Later: Coming Through the Rye en Estados Unidos a partir del próximo septiembre, si no lo impide una decisión judicial firme.
Salinger, de 90 años y que lleva décadas alejado de la sociedad y ajeno a la fama, se ha visto envuelto en otras tramas judiciales a lo largo de su carrera y recurrió a los tribunales en 1982 para impedir la publicación de una entrevista falsa en una revista de EE UU, mientras que en 1987 luchó para prohibir la impresión de una biografía que no había autorizado.

Hay un pelícano justo en medio de la calle


Miss Melmac dice:
me imagino, el encuentro exótico de dos mundos
Aquiles dice:
hay un pelícano en medio de la calle
Miss Melmac dice:
dadaísta?
Aquiles dice:
lo juro
está una de esas aves marinas justo en medio de la calle
unos niños lo persigen
Miss Melmac dice:
de qué tamaño es?
Aquiles dice:
muy grande
Miss Melmac dice:
es un pelícano de neta?
Aquiles dice:
de netas
Miss Melmac dice:
o quieres jugar a escribir cuentos nadaístas por el messenger
qué hace un pelícano grande en el desierto
qué loco
es como el pingüino arriba de un pino en el df?
Aquiles dice:
lo juuuurrrrooooooo
Miss Melmac dice:
ok
te creo
grábalo
y mándaselo a mausan
Aquiles dice:
enfadosa
Miss Melmac dice:
es neta
ahí salió el pingüino en el árbol
en el df
de hecho está en youtube
es raro un pelícano en el desierto, no vuelan tan largas distancias como para ir desde kino hasta hermosillo
se mueren en el camino
Aquiles dice:
éste no puede volar
Miss Melmac dice:
no creo que haya llegado hasta ahí caminando
es una onda de esas muy del estilo mausán
no te estoy choreando
es neta
dicen también se abducen animales
los dejan en lugares que no tienen sentido para su hábitat
para ellos toda la tierra es lo mismo
Aquiles dice:
que interesante
neta
algo saldrá de esto
Miss Melmac dice:
pues espero que el animal no se muera
qué triste
Aquiles dice:

ojalá no lo atropelle un vil carro
Miss Melmac dice:
pero es neta, busca abducciones animales
y eso pasa
los dejan descontextualizados
Aquiles dice:
son unos pijos esos marciales
Miss Melmac dice:
y pues obvio un animal no puede decir nada al respecto, generalmente están pasmados
Aquiles dice:
que buena ortografía tenés
Miss Melmac dice:
whatever
Aquiles dice:
estoy en mi trabajo. si salgo y lo encuentro me lo llevaré a kino
sirve que me fumo algo frente a la playa
a ver si el abducido no resulta ser otro

No pudo escribir un carajo

Guardería


44 niños mueren calcinados en una bodega habilitada como guardería del Seguro Social al sur de Hermosillo, Sonora, México. 20 infantes más están debatiéndose en hospitales de la ciudad. ¿Por qué una bodega?
Escucho por la radio a madres que aullan, que lloran, que gritan cuando es anunciado el nombre de su pequeño(a).
La siguiente descripción es de un reportero desesperado desde el lugar de los hechos:
Desde el lugar donde se ha dado el episodio más trágico de esta ciudad. Siguen muchos elementos de la policía municipal presentes. Están muchos policías federales, no sé para qué están aquí. Los policías municipales están resguardando el lugar para que no haya personas ajenas. Veo boquetes en una de las paredes que una persona en su desesperación hizo con su pick up para que pudieran sacar a los menores cuando estaba el incendio cayéndoles encima. Llovía lumbre por lo mal acondicionado que estaba esta bodega con ese material inflamable que ponen para evitar el calor y que resultó una lava mortal para los infantes. Hay que imaginarse la lluvia de fuego que caía en sus cuerpecitos. Y es que esto es una vil bodega acondicionada, mal, para albergue.
Sigue el trabajo intenso de los bomberos porque hay humo aún y puede que tome fuerza la lumbre de nuevo. Hay otra pipa de bomberos que llega. Hay muchos curiosos. Hay un tráfico muy intenso, hemos sido muy insistentes en lo que aquí menos se necesitan son mitoteros.
Estamos frente a una de las tragedias más grandes de las que tengamos memoria en nuestro estado. Hay un techo que ha sido desprendido. Entiendo que puedo chocar en este momento, pero no puedo evitar decir que alguien tiene que dar una explicación. Se tiene qué explicar qué fue lo que pasó. ¿Por qué esta guardería estaba laborando en esas condiciones?
-SV

Etgar Keret


Hace unos meses leí Pizzería kamikaze (Sexto piso, 2008) de Etgar Keret (Tel Aviv 1967). La impresión que me causaron sus cuentos es parecida a la impresión que me causa ahora encontrar fuera de casa a Sergio Rascón, un hombre monólogo, un pintor de arlequines. Rascón es adicto al cristal y platicando con él sobre Philip Roth me confiesa que lleva seis días en el limbo. Le pregunto si por allí no había encontrado a Jerónimo, el gran jefe Apache. Rascón rara vez levanta la cabeza y mira a los ojos. Lo hizo mientras decía que pensaba en él cuando entraba a casa para robarse una bombilla. Según Rascón fueron sus antiguos familiares Yaquis quienes dieron muerte a la mujer, madre e hijo del indio en algún lugar del desierto de Altar. Causa por la que Jerónimo odiaba a los mexicanos y en especial, a los indios sonorenses.
Pensé en Keret porque en el cuento, que da título a su libro, somos transportados de la mano de Haim, su personaje principal, al universo de los que han decidido inmolarse. En este posmoderno purgatorio de Dante aparece, fugazmente, Kurt Cobain. Lo hace protagonizando una resaca constante y sumamente antipático.
Según Rascón el vocalista de Nirvana se hizo amigo del Apache en el limbo y entre los dos planean ahora la venganza contra la tribu Yaqui.
Yo mismo he pensado en un purgatorio tranquilo, un malecón donde se adviertan barcos que zarpan constantemente. Donde los que esperan lo hacen bailando valses antiguos mientras barren la brisa que, como una caspa, imagino cayendo sobre sus hombros. En ese páramo yo buscaría a mi antipático William Blake, de quien Rascón nunca pudo rastrear influencias pictóricas y además, dice ahora, Blake no bailaría jamás. No esperaría en el purgatorio a nadie.
Quiero que Rascón se vaya de casa y se lleve la bombilla. Quiero leer los cuentos de Extrañando a Kissenger de un Keret, dicen, melancólico y absurdo.

Esquina


-Carlos Iván Apio

Bebo bebe cerveza de raíz de cráneo con Zolo. La esquina del barrio, como siempre, desolada.
Zolo: ¿Hace cuánto que no chupas seso?
Bebo: La semana pasada fui a una lenta con Fren y Laro. Estaba allí Lia. Sabes lo que me gusta esa muerta que anda. ¿Te he contado que la sueño? Mis visiones nocturnas transucurren en forma de actos. Primer acto: Le miro en secreto por la rendija de una ventana cambiándose las vendas. En el sueño siento que ella sabe que la observo y eso me pone como piedra. Segundo acto: Estoy con ella en el cuarto y acaricia mi cuerpo en forma de monolito.
Zolo: Es una pasada esa lia. Y su hermana no se queda atrás. Que bella podredumbre le crece en el pecho.
Bebo: Deberíamos invitarlas un día de estos, finales.

Días a venir


Hoy, mientras miraba desde un autobús el costillar de un perro apaciblemente dormido debajo de un zaguán: sus pulmones decreciendo, volviéndose a inflar, recordé este poema de Alejandra Pizarnik.

Sombras de los días a venir
Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración de un animal que sueña.

Un dry martini para México


¿Qué pasa en México? Para estas fechas del año pasado eran miles las muertes por enfermedades respiratorias en el país. Hoy, a causa de la mentada influenza, se han registrado nueve fallecidos, según dice la Secretaría de Salud.
Esta alarma es muy extraña.
Más alarmante, e igual de sombrío, se me hace la muerte de 150 gaviotas en la costa de Sonora, además de seis ballenas y otras especies marinas.
Algo que ya se ha venido diciendo: nuestra nación es el culo de Babilonia. Por allí debe ser la cosa.
Queda la vida y escuchar a Nacho Vegas bebiendo un dry martini.
A ver con qué sale papá gobierno dentro de poco. Vamos bajándonos los pantalones. ¡Salud!

Frases flotantes de la semana


En la carne de los caballos comienzan las revoluciones mexicanas (V)
El culo de las ardillas no brilla (Peli)
Practicar licantropía en las esquinas ayuda a destapar caños (D)
Me gusta comer jícama en los puentes (F)
En 1516 el chabacano producía urticaria a los simios (L)
Mis dientes son mimos rabiosos (A)
Jack Velouria era un diván de terciopelo antes de aquella canción ®


Turkoglov

Hasta aquí llegamos. Nuestro humor a sombrero viejo. Atrás papeles que guardaban el semen de veranos enteros. El sueño y los gases. Recluidos en distancia o mujer. Asistentes a templos de paso. Disueltos entre la calina de los días. ¿Acaso escuchas ladrar a los perros? ¿Calzas un cuerpo tibio? ¿Es posible que una cucaracha que atraviesa la sala te encabrone? ¿Qué pasó con la pista infinita de helio? ¿A dónde fueron a parar la droga y la noche? ¿Miras el fut?

Duelo


Una mujer abofetea a un hombre a las afueras de una funeraria. Me pregunto los motivos. Lo más fácil de imaginar es que ese individuo provocó la muerte, tal vez de manera imprudencial, de aquel que yace en la capilla. Pero puede ocurrir que se trate de una historia que no tiene nada que ver con el difunto. Tal vez en ese momento el tipo fue atrapado en una mentira gorda por la mujer. O quizá éste le pellizcó un seno en plena misa y hasta ahora pudo reclamar la injuria la dama conmovida. Lo cierto es que quien recibe la palmada lo hace de una manera soberbia. Con una sonrisita que sale de toda semántica. Una hilaridad minúscula que difícilmente se podría encontrar en los derredores de un duelo como el que se percibe. Personas jóvenes y enlutadas que entran y salen de la funeraria. Ya se va la mujer que abofeteó al sujeto con la sonrisa leve, maligna. Afuera se queda él, apartado.

De Antología funeraria

rumbo al mar

Bartleby redimido


Preferiría no trabajar este día
Quedarme en casa mirando los pájaros
Enormes que viven en la antena
O repetir el capítulo de los Sopranos
Donde Cris y Poli se pierden en el bosque de los pinos altos

Preferiría comerme un pan dulce
Mientras miro la boca de ella
El filtro de luz ambigua que atraviesa
Los granos de azúcar en sus comisuras

Preferiría beberme una cerveza potente
Mientras dibujo la casa que Tim Burton
Compró en la cima de un pequeño cerrito
que se divisa desde mi terraza

Preferiría bajar al engranaje de la tarde
Allí donde me trazó la X pisteando con la muerte

Preferiría no estar escribiendo tonterías
Y reírme con un vagabundo mariguano
Que me debe material recien cortado

Preferiría no estar aquí
En el culo del mundo
Redactando notas compradas
Mientras un abanico de techo
es todo lo que ronda.

Allá


En lo lejos
Roberto bebe cerveza deliberadamente fría
Un sapo se enamora de una roca enlamada
La bicicleta de Panchita se despeña sin tripulante por una pendiente verde
Tres perros derriban a una viejecita que se quiebra la cadera
Dos pájaros lo hacen en el aire
El filo de una piedra corta la mano de un mapache
En la ventana de una casa de adobe un gato oscuro se lame la panza
Rojo teclea notas electorales y versos flotantes
Turkoglov levanta encuestas mientras se ríe de las ocurrencias de señores desocupados
El stick azul donde apunté tu nombre vuela por las Quintas
La ciudad en la que habitas huele a humo de ramas
Omar camina por una calle cuyos señalamientos desconoce
Cuisi busca curarse la resaca sin éxito
Lorena cepilla su cabello pensando en el pez dorado que tuvo en la infancia

Día mundial del ano

1

El cuerpo tiene un órgano metafórico
es el lugar de todas las transmutaciones
es el lugar poético por excelencia, el ano
en es sentido que es el lugar
donde el niño y la niña
se encuentran todavía, subrayando todavía
sin el corte, sin la diferencia de los sexos.
El lugar metafórico, el ano,
mierda, niño, regalo, pene
todo es intercambio.
Una gran mujer, mujer de Nietzsche,
mujer de Rilke, casi
mujer de Freud: Lou Andrea Salomé,
habló de la vagina como
eternamente
arrendada al ano.

Osvaldo Lamborghini

Otro adiós para el MAMO que se pinta solo


Me pinto solo

Para salir a la calle con todo y ventana,
Para abanicarme con una cola de pavorreal baleada por el sol,
Para ganar altura como globo que bosteza o nadar en otro firmamento
Y sentarme bajo la curva de un paladar lleno de estrellas;
Para enfrentarme al espejo candente que me mata al día con otro día
Para colocar al tuerto un parche en el ojo sano, me pinto solo,
A dos manos me pinto para que la piel crecida se vuelva tienda de campaña
Y otra vez se ajuste al cuerpo con el mundo dentro;
Para eso y para que la luna en perpetuo eclipse comience a darle rostro a cada nombre,
Para sufrir y ponerme a llover cuando haga falta,
Para no quitar el dedo del renglón aunque el renglón se haya disipado,
Para advertir que a cada instante la catedral del idioma pierde una piedra…
Para ser fuente de ida y cascada de peces al regreso,
Para seguir mi peregrinaje con la carne al hombro, me pinto solo
Y así me pintaré para comerme un pan sin metafísica,
Para abrir la puerta a quien se disfrace de muerta querida,
Para entristecerme con el mar que no conoce a sus olas…
Para enamorarme de una iglesia blanca asentada sobre un pañuelo…
Para ver como los dedos ciegos deletrean las aristas de la nada,
Para oír la ráfaga solar bajo un techo de latidos,
Para enterrar palabras que despeña la amnesia del vuelo,
Para quitarme de encima mi propio cuerpo y ayudar con mis golpes a quien me da de palos…
Para que la inocencia perpetua me imponga al jardín como algo familiar y extraño…
Para ver como unas rocas danzan y otras emigran…
Para romper el recuerdo y su alcancía de lunas…
Para nacer mil veces a deshora de mi hora…

Ahora que las cosas ya no permanecen y advierto otra vez, para mi sorpresa, que también el fuego quema:
No sólo el mundo, no sólo la imagen de mi amada cambiándome por la distancia y las novedades
No sólo la infancia perdida y cada vez más inocente…

Sin conseguir jamás que un árbol se siente a nuestro lado,
Por primera vez olvidado de ser árbol,
Transformado en compañero de viaje,
Enamorado del cielo que retiene con sus ramas
Y de la vida que se pinta sola para pintarlo todo.

Adiós Updike. Adiós a todo. Corre conejo, corre.


Hoy, cuándo, ayer. Adverbios que encierran, vanamente, al tiempo. Me fuiste, te iré.


"Algún día yo seré olvidado, como disuelto en fango sólido, como vuestro gruñidor, lujurioso, hambriento hombre de Neanderthal con los huesos rotos. (...) Somos los pastores de nuestros cuerpos, que son animales tan estúpidos, peludos y repugnantes como el ganado. La muerte nos liberará de esta responsabilidad."
John Updike.

Postales


Recuerdo la infancia como un país lejano en el que, por momentos, caía la lluvia muy lentamente. Una lluvia que permitía construir, a detalle, barcos maravillosos.
Recuerdo que las comarcas preferidas de mi infancia se hallaban en la copa de un árbol, en el largo tendido de la calle y en el jardín de Ma Coty.

Jardín de Ma Coty
(Mi amigo noche)

Amoz, Tito, Turkoglov y yo jugábamos a las escondidas hasta altas horas en el jardín de Ma Coty. Amoz era el mejor cuando se trataba de desapariciones. Terminábamos y no sabíamos de él hasta otro día en la escuela. Nunca quiso rebelar su escondite. A Turkoglov y a mí se nos fueron tardes enteras tratando de encontrar el lugar secreto que Amoz había descubierto entre la humedad profunda de aquel jardín habitado por girasoles, carnavales y rosas.
Una noche de febrero nadie pudo localizar a Amoz. Ni el llamamiento desesperado de sus padres hizo que apareciera de nuevo. Mi amigo no se volvió a ver por la escuela. Aseguró dejar ganado su juego magistral ocultándose en lo profundo de aquella noche espesa.

Árbol

Era un enorme pino en el patio de una casa abandonada, es decir, de nosotros. Un cohete estático que llevaba a todas partes. El lugar más alto de la tierra.
Pasaban los veranos como trenes sutiles. Después del desayuno se encendía el motor enraizado de nuestra nave. A veces me tocaba de capitán. Recuerdo que llevaba a la tripulación a un lugar insospechado: el lejano mundo del patio en la casa abandonada. Era emocionante atravesar galaxias hasta llegar a la hora de la comida. Hubo brazos quebrados, entre ellos el mío, y la temprana comprobación de que en la estratosfera también hay gravedad. Una más extrema.

Buques

Con la ayuda de tía Silvia, Turkoglov y yo doblábamos hojas de papel periódico mientras afuera caía una lluvia parsimoniosa. Una lluvia que esperaba (hasta que nuestros barcos estuvieran terminados) para caer copiosa y formar los ríos espontáneos más salvajes, aquellos cuyo caudal recorre calles sin pavimento.
Lagunas que se llenaban de días y sapos. Lagunas que reflejaban otra luna, una más cercana, una que se dejaba partir la barriga luminosa con el trayecto de nuestros buques.

arriba


Vuelve a tus dioses profundos;
Están intactos,
Están al fondo con sus llamas esperando;
Ningún soplo del tiempo los apaga.
Los silenciosos dioses prácticos
Ocultos en la porosidad de las cosas.
Has rodado en el mundo más que ningún guijarro;
Perdiste tu nombre, tu ciudad,
Asido a visiones fragmentarias;
De tantas horas ¿qué retienes?
La música del ser es disonante
Pero la vida continúa
Y ciertos acordes prevalecen.
La tierra es redonda por deseo
De tanto gravitar;
La tierra redondeará todas las cosas
Cada una a su término.
De tantos viajes por el mar,
De tantas noches al pie de tu lámpara,
Sólo estas voces te circundan;
Descifra en ellas el eco de tus dioses;
Están intactos,
Están cruzando mudos con sus ojos de peces
Al fondo de tu sangre.

Eugenio Montejo

09

1
Tres hombres fuertemente armados suben escaleras hasta llegar al tercer piso de un complejo de departamentos. Llegan al número 13, lugar habitado por dos hermanos que cocinan bistec ranchero. Uno de los hombres armados toca la puerta con la cacha de un revólver ya muy usado. Uno de los hermanos, alarmado, pregunta quién toca. El hombre contesta que su padre, lo cual el hermano sabe es mentira. La porción errónea, la más aventajada en todo lo vivo, le hace abrir la puerta. El hombre armado cachetea al hermano que huele a tomate y guisantes. Habla de asuntos ilegales y huele a whiskey. Habla y cachetea. El otro hermano aprieta el cuchillo con el que pica chile serrano y se dirige a la sala, alarmado. En la sala un hombre apunta un arma muy cerca de la sien de su hermano que huele a tomate y guisantes. Otros dos hombres apuntan metralletas hacia él y le piden que tire el cuchillo. El hermano que picaba chile serrano no entiende lo que está pasando, deja caer el cuchillo. Se habla de asuntos ilegales. Se cachetea a hermano 1. Se extorsiona, se roba, se recibe el año. Los mejores augurios.

2
Dos amigos quedan en un café. Hay una historia previa entre ellos que no será revelada. Es genuino el gesto de alegría con el que se saludan y desean lo mejor para el año que comienza. Uno de los amigos hace poco ha estado en crisis, lo cual, para el otro frente a él no resulta novedad. Aquella persona, tan querida, tiene la mala costumbre de llamar la atención con un sufrimiento que resulta perezoso, aburrido. Sin embargo es buen tipo y suele tocar excelentemente la guitarra. Ahora no lleva guitarra. Después de ponerse al corriente y fumarse varios cigarrillos, el amigo oscuro comienza su triste perorata. Antes de que todo se convierta en un desesperado llamamiento de atención el amigo del sufridor abre su chaqueta y saca una armónica que regala al doloso compañero de otros tiempos. Deja en la mesa un par de monedas y se marcha.