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Caminábamos, jóvenes todavía, bajo los altos árboles y entre el vago susurro de la floresta. En los claros, súbitamente surgidos al azar en el camino, la luz de la luna los convertía en lagos, y sus orillas, enmarañadas de ramas, eran más noche que la misma noche. La brisa suave de los grandes bosques dejaba oír su respirar entre los árboles. Hablábamos de las cosas imposibles; y nuestras voces eran parte de la noche, de la luz de la luna y de la floresta.
Las oíamos como si fueran de otros.
No es que en la intrincada floresta no existan caminos. Había atajos que, sin querer, conocíamos, y nuestros pasos ondeaban por ellos entre las salpicaduras de las sombras y las vagas paletadas de la fría y difusa luz de la luna. Hablábamos de las cosas imposibles y el paisaje real era todo él imposible también.

Libro del desasosiego. Fernando Pessoa. Traducción Perfecto Cuadrado.