Mensajes telefónicos

Mensaje I

"Te extrañamos. Ya nos acostamos a dormir. El Dieguito se portó tremendo y hermoso. Metió las manos a la salsa, jugó con todos los globos, comió ceviche y no paró de correr".

Me encantó este mensaje. Sabes, en mi cumpleaños pasado me mandaste uno donde envolvías pájaros y calles y estrellas en papel regalo que todavía conservo. Creo que éste también me acompañará un ratote. Es una pequeña historia que me encanta porque veo al Dieguito y te veo a ti tras él acompañando sus pequeños y traviesos pasitos. Todo el día anduve sobre lo de los papeles legales y mañana ya me los dan, eso es chilo. Desde que me levanté te traigo en el aliento, me quise tragar tu esencia de jardín japonés ayer y me ayudó sentirte cerquitas; el día estuvo duro y sumamente escaso. Mi Ma cumple cuarentaitantos hoy. La neta, la pobre no recibió sino la tremenda preocupación de las ausencias, a veces muy dramáticas, de gasto, su café, sus cigarros. Toda la mañana estuvo pensando en qué hacer para la hora de la comida y se decidió por un par de pulpos pequeños que tenía congelados de hace rato. Le salieron muy sabrosos (guisados en mantequilla, yerbas finas y un chile verde). Cuando me estaba comiendo el segundo taco que llega mi padre con carne asada y le da un abrazote a mi madre. Madre le dice: cigarros, me trajiste. Y mi padre, claro mi amor, un poco en broma y un poco en serio. Luego fuimos Enex y yo a empeñar un reloj, un piano, nuestra tele y un dvd (también llevábamos una video pero no la aceptaron) con lo que pagamos los papeles y sobró para darle a la jefita para más cigarros y para los rulas de Melina en la semana. Chilo. Todo lo sacaremos del empeño, ya verás. Luego, cuando me comenzaron a llegar tus mensajes veníamos de por allá, de Madero, y había instaladas en el parque esas carpas que ponen con artículos, gastronomía, nieves, bisutería y ropa oaxaqueña. Yo previamente había marcado a tu casa (no traía saldo para mandarte un mensajito) donde te prefiguraba tibiecita, respirando en sueño junto con Dieguito. Y sí, tu madre me afirmó que ya descansabas y se me antojaba ir a darte un beso en la frente y tu Ma me dijo que ella lo pondría por mí. Después me llegó otro bello mensaje, ese de la película con la que Polilla se convertía en hada; aunque todos sabemos que Polilla es un hada. Todo mientras Dieguito suspiraba y quizá lo que perturbó tan lindamente sus sueños de bebe fue la llamada telefónica que yo sostenía con tu madre, Shandra chula. Me llegó el mensajito cuando acababa de colgar, eso quiere decir que mientras lo redactabas yo estaba hablando de ti con Ella y te imaginaba arropadita y al Dieguito también; cansados de la piñata y de correr y meter manos en salsas mágicas.
Supe que estabas despierta y ya iba en la Reforma y me quise bajar en el Navarrete a darte el beso yo mismo pero mejor confié en el beso que le encargué a Shandra.
Enseguida del jetta en el que viajaba de regreso a casa; una bebe con carita de patito bostezaba y se tallaba los ojos mientras los padres discutían dentro de un pequeño sedán rojo. Se estaban perdiendo lo encantador de la bebe patito dando los primeros pasos al sueño de esta noche (ya ahorita la niña patito debe estar dormida, como tú, ramita de agua, y como el dieguito: “dientito de ajo”, pequeño Rocamadur tranquilo que duerme con una maga que lo cuida y le da tibieza). Llegué a casa y no encontré la peli de las hadas pero creo que ya la vi, ¿es la Eliseo Zubiela? (recuerdo de esa película, que por cierto me la prestó Polilla, una cámara instalada en una cabina telefónica y un observador que veía a la misma mujer todos los días). Luego vine a escribirte esto. Cuando lo leas, evidentemente estarás despierta. Dice Pessoa (Alberto Caeiro): "La espantosa realidad de las cosas/es mi descubrimiento de todos los días. /Cada cosa es lo que es,/es difícil explicar a alguien cuánto me alegra eso,/ y cuanto me basta eso./ Basta existir para ser completo." Y luego... "Qué es el presente?/ es una cosa relativa al pasado y al futuro./ Es una cosa que existe en virtud de que otras cosas existen./ Yo quiero sólo la realidad, las cosas sin presente. No quiero incluir al tiempo en mi esquema./ No quiero pensar en las cosas como presentes; quiero pensar en ellas como cosas...ver sin tiempo ni espacio.”
En este momento en el que tú y Dieguito están sumidos en el tiempo sin espacio del sueño. En esa posibilidad que se extiende y multiplica. Llego (aunque no hay presencia ni presente) a ese cuarto donde los dos descansan y les doy un beso de buenas noches. Seguiré buscando la película de las hadas de Polilla.

CONTRA LOS POETAS
POR WITOLD GOMBROWICZ
Sería más delicado por mi parte no turbar uno de los pocos rituales que aún nos quedan. Aunque hemos llegado a dudar de casi todo, seguimos practicando el culto a la Poesía y a los Poetas, y es probablemente la única Deidad que no nos avergonzamos de adorar con gran pompa, con profundas reverencias y con voz altisonante,¡Ah, Shelley! ¡Ah, Stowacki! ¡Ah, la palabra del Poeta, la misión del Poeta y el alma del Poeta! Y, sin embargo, me veo obligado a abalanzarme sobre estas oraciones y, en la medida de mis posibilidades, estropear este ritual en nombre..., sencillamente en nombre de una rabia elemental que despierta en nosotros cualquier error de estilo, cualquier falsedad, cualquier huida de la realidad. Pero ya que emprendo la lucha contra un campo particularmente ensalzado, casi celestial, debo cuidar de no elevarme yo mismo como un globo y de no perder la tierra firme bajo mis pies. Supongo que la tesis del presente ensayo: que a casi nadie le gustan los versos y que el mundo de la poesía en verso es un mundo ficticio y falseado, puede parecer tan atrevida como poco seria. Y sin embargo, yo me planto ante vosotros y declaro que a mí los versos no me gustan en absoluto y hasta me aburren. Me diréis quizá que soy un pobre ignorante. Pero, por otra parte, llevo mucho tiempo trabajando en el arte y su lenguaje no me resulta del todo ajeno. Tampoco podéis utilizar contra mí vuestro argumento preferido afirmando que no poseo sensibilidad poética, porque precisamente la poseo y en gran cantidad, y cuando la poesía se me aparece no en los versos, sino mezclada con otros elementos más prosaicos, por ejemplo, en los dramas de Shakespeare, en la prosa de Dostoyevski o Pascal, o sencillamente con ocasión de una corriente puesta de sol, me pongo a temblar como los demás mortales. ¿Por qué, entonces, me aburre y me cansa ese extracto farmacéutico llamado «poesía pura», sobre todo cuando aparece en forma rimada? ¿Por qué no puedo soportar ese canto monótono, siempre sublime, por qué me adormece ese ritmo y esas rimas, por qué el lenguaje de los poetas se me antoja el menos interesante de todos los lenguajes posibles, por qué esa Belleza me resulta tan poco seductora y por qué no conozco nada peor en cuanto estilo, nada más ridículo, que la manera en que los Poetas hablan de sí mismos y de su Poesía?Pero yo tal vez estaría dispuesto a reconocer una particular carencia mía en este sentido..., si no fuera por ciertos experimentos..., ciertos experimentos científicos... ¡Qué maldición para el arte, Bacori! Os aconsejo que no intentéis jamás realizar experimentos en el terreno del arte, ya que este campo no lo admite; toda la pomposidad sobre el tema es posible sólo a condición de que nadie sea tan indiscreto como para averiguar hasta qué punto se corresponde con la realidad. Vaya cosas que veríamos si nos pusiéramos a investigar, por ejemplo, hasta qué punto una persona que se embelesa con Bach tiene derecho de embelesarse con Bach, esto es, hasta qué punto es capaz de captar algo de la música de Bach. ¿Acaso no he llegado a dar (pese a que no soy capaz de tocar en el piano ni siquiera «Arroz con leche»), y no sin éxito, dos conciertos? Conciertos que consistían en ponerme a aporrear el instrumento, tras haberme asegurado el aplauso de unos cuantos expertos que estaban al corriente de mi intriga y tras anunciar que iba a tocar música moderna. Qué suerte que aquellos que discurren sobre el arte con el grandilocuente estilo de Valéry no se rebajan a semejantes confrontaciones. Quien aborda nuestra misa estética por este lado podrá descubrir con facilidad que este reino de la aparente madurez constituye justamente el más inmaduro terreno de la humanidad, donde reina el bluff, la mistificación; el esnobismo, la falsedad y la tontería. Y será muy buena gimnasia para nuestra rígida manera de pensar imaginarnos de vez en cuando al mismo Paul Valéry como sacerdote de la Inmadurez, un cura descalzo y con pantalón corto.He realizado los siguientes experimentos: combinaba frases sueltas o fragmentos de frases, construyendo un poema absurdo, y lo leía ante un grupo de fieles admiradores como una nueva obra del vate, suscitando el arrobamiento general de dichos admiradores; o bien me ponía a interrogarles detalladamente sobre este o aquel poema, pudiendo así constatar que los «admiradores» ni siquiera lo habían leído entero. ¿Cómo es eso? ¿Admirar tanto sin siquiera leerlo hasta el final? ¿Deleitarse tanto con la «precisión matemática» de la palabra poética y no percatarse de que esta precisión está puesta radicalmente patas arriba? ¿Mostrarse tan sabihondos, extenderse tanto sobre estos temas, deleitarse con no sé qué sutilidades y matices, para al mismo tiempo cometer pecados tan graves, tan elementales? Naturalmente, después de cada uno de semejantes experimentos había grandes protestas y enfados, mientras los admiradores juraban y perjuraban que en realidad las cosas no son así..., que no obstante...; pero sus argumentos nada podían contra la dura realidad del Experimento.Me he encontrado, pues, frente al siguiente dilema: miles de hombres escriben versos; centenares de miles admiran esta poesía; grandes genios se han expresado en verso; desde tiempos inmemorables el Poeta es venerado, y ante toda esta montaña de gloria me encuentro yo con mi sospecha de que la misa poética se desenvuelve en un vacío total. Ah, si no supiera divertirme con esta situación, estaría seguramente muy aterrorizado. A pesar de esto, mis experimentos han fortalecido mis ánimos, y ya con más valor me he puesto a buscar respuesta a esta cuestión atormentadora: ¿por qué no me gusta la poesía pura? ¿Por qué? ¿No será por las mismas razones por las que no me gusta el azúcar en estado puro? El azúcar sirve para endulzar el café y no para comerlo a cucharadas de un plato como natillas. En la poesía pura, versificada, el exceso cansa: el exceso de palabras poéticas, el exceso de metáforas, el exceso de sublimación, el exceso, por fin, de la condensación y de la depuración de todo elemento antipoético, lo cual hace que los versos se parezcan a un producto químico.El canto es una forma de expresión muy solemne... Pero he aquí que a lo largo de los siglos el número de cantores se multiplica, y estos cantores al cantar tienen que adoptar la postura de cantor, y esta postura con el tiempo se vuelve cada vez más rígida. Y un cantor excita al otro, uno consolida al otro en su obstinado y frenético canto; en fin, que ya no cantan más para las multitudes, sino que uno canta para el otro; y entre ellos, en una rivalidad constante, en un continuo perfeccionamiento del canto, surge una pirámide cuya cumbre alcanza los cielos y a la que admiramos desde abajo, desde la tierra, levantando las narices hacia arriba. Lo que iba a ser una elevación momentánea de la prosa se ha convertido en el programa, en el sistema, en la profesión, y hoy en día se es Poeta igual que se es ingeniero o médico. El poema nos ha crecido hasta alcanzar un tamaño monstruoso, y ya no lo dominamos nosotros a él, sino él a nosotros. Los poetas se han vuelto esclavos, y podríamos definir al poeta como un ser que no puede expresarse a sí mismo, porque tiene que expresar el Verso.Y, sin embargo, no puede haber probablemente en el arte cometido más importante que justamente éste: expresarse a sí mismo. Nunca deberíamos perder de vista la verdad que dice que todo estilo, toda postura definida, se forma por eliminación y en el fondo constituye un empobrecimiento. Por tanto, nunca deberíamos permitir que alguna postura redujera demasiado nuestras posibilidades convirtiéndose en una mordaza, y cuando se trata de una postura tan falsa, es más, casi pretenciosa, como la de un «cantor», con más razón deberíamos andarnos con ojo. Pero nosotros, hasta ahora, en lo que al arte se refiere, dedicamos mucho más esfuerzo y tiempo a perfeccionarnos en uno u otro estilo, en una u otra postura, que a mantener ante ellos una autonomía y libertad interiores, y a elaborar una relación adecuada entre nosotros y nuestra postura. Podría parecer que la Forma es para nosotros un valor en sí mismo, independientemente del grado en que nos enriquece o empobrece. Perfeccionamos el arte con pasión, pero no nos preocupamos demasiado por la cuestión de hasta qué punto conserva todavía algún vínculo con nosotros. Cultivamos la poesía sin prestar atención al hecho de que lo bello no necesariamente tiene que «favorecernos». De modo que si queremos que la cultura no pierda todo contacto con el ser humano, debemos interrumpir de vez en cuando nuestra laboriosa creación y comprobar si lo que creamos nos expresa.Hay dos tipos contrapuestos de humanismo: uno, que podríamos llamar religioso, trata de echar al hombre de rodillas ante la obra de la cultura humana, nos obliga a adorar y a respetar, por ejemplo, la Música o la Poesía, o el Estado, o la Divinidad; pero la otra corriente de nuestro espíritu, más insubordinada, intenta justamente devolverle al hombre su autonomía y su libertad con respecto a estos Dioses y Musas que, al fin y al cabo, son su propia obra. En este último caso, la palabra «arte» se escribe con minúscula. Es indudable que el estilo capaz de abarcar ambas tendencias es más completo, más auténtico y refleja con más exactitud el carácter antinómico de nuestra naturaleza que el estilo que con un extremismo ciego expresa solamente uno de los polos de nuestros sentimientos. Pero, de todos los artistas, los poetas son probablemente los que con más ahínco se postran de hinojos -rezan más que los otros-, son sacerdotes par excellence y ex professio, y la Poesía así planteada se convierte sencillamente en una celebración gratuita. Justamente es esta exclusividad lo que hace que el estilo y la postura de los poetas sean tan drásticamente insuficientes, tan incompletos.Hablemos un momento más sobre el estilo. Hemos dicho que el artista debe expresarse a sí mismo. Pero, al expresarse a sí mismo, también tiene que cuidar que su manera de hablar esté acorde con su situación real en el mundo, debe expresar no solamente su actitud ante el mundo, sino también la del mundo ante él. Si siendo cobarde, adopto un tono heroico, cometo un error de estilo. Pero si me expreso como si fuera respetado y querido por todo el mundo, mientras en realidad los hombres ni me aprecian ni me tienen simpatía, también cometo un error de estilo. Si, en cambio, queremos tomar conciencia de nuestra verdadera situación en el mundo, no podemos eludir la confrontación con otras realidades diferentes de la nuestra. El hombre formado únicamente en el contacto con hombres que se le parecen, el hombre que es producto exclusivo de su propio ambiente, tendrá un estilo peor y más estrecho que el hombre que ha vivido en ambientes diferentes y ha convivido con gente diversa. Ahora bien, en los poetas irrita no sólo esa religiosidad suya, no compensada por nada, esa entrega absoluta a la Poesía, sino también su política de avestruz en relación con la realidad: porque ellos se defienden de la realidad, no quieren verla ni reconocerla, se abandonan expresamente a un estado de ofuscamiento que no es fuerza, sino debilidad.¿Es que los poetas no crean para los poetas? ¿Es que no buscan únicamente a sus fieles, es decir, a hombres iguales a ellos? ¿Es que estos versos no son producto exclusivo de un hombre determinado y restringido? ¿Es que no son herméticos? Obviamente, no les reprocho el que sean «difíciles», no pretendo que escriban «de manera comprensible para todos» ni que sean leídos en las casas campesinas pobres. Sería igual a pretender que voluntariamente renunciaran a los valores más esenciales, como la conciencia, la razón, una mayor sensibilidad y un conocimiento más profundo de la vida y del mundo, para bajar a un nivel medio; ¡oh, no, ningún arte que se respete lo aceptaría jamás! Quien es inteligente, sutil, sublime y profundo debe hablar de manera inteligente, sutil y profunda, y quien es refinado debe hablar de un modo refinado, porque la superioridad existe, y no para rebajarse. Por tanto, no es malo que los versos contemporáneos no sean accesibles a cualquiera, lo que sí es malo es que hayan surgido de la convivencia unilateral y restringida de unos mundos y tinos hombres idénticos. Al fin y al cabo, yo mismo soy un autor que defiende obstinadamente su propio nivel, pero al mismo tiempo (lo digo para que no se me eche en cara que practico un género que combato), mis obras ni por un momento se olvidan de que fuera de mi mundillo existen otros mundos. Y si no escribo para el pueblo, no obstante escribo como alguien amenazado por el pueblo o dependiente del pueblo, o creado por el pueblo. Tampoco se me ha pasado nunca por la cabeza adoptar una pose de «artista», de «escritor», de creador maduro y reconocido, sino que ; precisamente represento el papel de candidato a artista, de aquel que sólo desea ser maduro, en una incesante y encarnizada lucha con todo lo que frena mi desarrollo. Y mi arte se ha formado no en contacto con un grupo de gente afín a mí, sino precisamente en relación y en '' contacto con el enemigo.¿Y los poetas? ¿Acaso puede salvarse el poema de un poeta si cae en manos no de un amigo-poeta, sino de un enemigo, un no-poeta? Como cualquier otra expresión, un poema debería ser concebido y realizado de manera que no deshonrara a su propio creador, ni siquiera en el caso de que no tuviese que gustar a nadie. Más aún, es preciso que los poemas no deshonren al creador ni siquiera en el caso de que a él mismo no le gusten. Porque ningún poeta es exclusivamente poeta, y en cada poeta vive un no-poeta que no canta y a quien no le gusta el canto...; el hombre es algo más vasto que el poeta. El estilo surgido entre los adeptos de una misma religión muere en contacto con la multitud de infieles; es incapaz de defenderse y de luchar; es incapaz de vivir una verdadera vida; es un estilo estrecho.Permitidme que os muestre la siguiente escena... Imaginémonos que en un grupo de más de diez personas una de ellas se levanta y se pone a cantar. Su canto aburre a la mayoría de los oyentes; pero el cantante no quiere darse cuenta de ello; no, él se comporta como si encantara a todo el mundo; pretende que todos caigan de rodillas ante esa Belleza, exige un reconocimiento incondicional a su papel de Vate; y aunque nadie le da mayor importancia a su canto, él adopta una expresión como si su palabra tuviera un significado decisivo para el mundo; lleno de fe en su Misión Poética lanza anatemas, truena, se agita en un vacío; pero, es más, no quiere reconocer ante la gente ni ante sí mismo que este canto le aburre hasta a él, le atormenta y le irrita, puesto que él no se expresa de una manera desenvuelta, natural ni directa, sino en una forma heredada de otros poetas, una forma que perdió hace tiempo el contacto con la directa sensibilidad humana; y así no sólo canta la Poesía, sino que también se embelesa con la Poesía; siendo Poeta, adora la grandeza y la importancia del Poeta; no sólo pretende que los demás caigan de rodillas ante él, sino que él mismo cae de rodillas ante sí mismo. ¿No podría decirse de ese hombre que ha decidido llevar un peso excesivo sobre sus espaldas? Puesto que no sólo cree en la fuerza de la poesía, sino que se obliga a sí mismo a esta fe, no sólo se ofrece a los demás, sino que los obliga a que reciban este don divino como si fuera una hostia. En un estado espiritual tan hermético, ¿dónde puede surgir una grieta por la cual desde el exterior pudiese penetrar la vida? Y al fin y al cabo no hablamos aquí de un cantor de tercera fila, no, todo esto también se refiere a los poetas más célebres, a los mejores.Si al menos el poeta supiera tratar su canto como una pasión, o como un rito, si al menos cantara como los que tienen que cantar, aun sabiendo que cantan en el vacío. Si en lugar de un orgulloso «yo, Poeta» fuese capaz de pronunciar estas palabras con vergüenza o con temor... o hasta con repulsión... ¡Pero no! ¡El Poeta tiene que adorar al Poeta!Esta impotencia ante la realidad caracteriza de manera contundente el estilo y la postura de los poetas. Pero el hombre que huye de la realidad ya no encuentra apoyo en nada..., se convierte en juguete de los elementos. A partir del momento en que los poetas perdieron de vista al ser humano concreto para fijar la mirada en la Poesía abstracta, ya nada pudo frenarlos en la pendiente que conducía directamente al precipicio del absurdo. Todo empezó a crecer espontáneamente. La metáfora, privada de cualquier freno, se desencadenó hasta tal punto que hoy en los versos no hay más que metáforas. El lenguaje se ha vuelto ritual: esas «rosas», esos «ocasos», esas «añoranzas» o esos «dolores», que antaño poseían cierto frescor, a causa de un uso excesivo se han convertido en sonidos vacíos; y esto mismo se refiere a los más modernos «semáforos» y demás «espirales». El estrechamiento del lenguaje va acompañado del estrechamiento del estilo, lo cual ha provocado el que hoy en día los versos no sean más que una docena de «vivencias» consagradas, servidas en insistentes combinaciones de un vocabulario mísero. A medida que el Estrechamiento se iba volviendo cada vez más Estrecho, también la Belleza no frenada por nada se volvía cada vez más Bella, la Profundidad cada vez más Profunda, la Nobleza cada vez más Noble, la Pureza cada vez más Pura. Si por un lado el verso, privado de frenos, se ha hinchado hasta alcanzar las dimensiones de un poema gigantesco (similar a una selva conocida de verdad sólo por unos cuantos exploradores), por otro lado empezó a condensarse reduciéndose a un tamaño ya demasiado sintético y homeopático. Asimismo se empezó a hacer descubrimientos y experimentos con cara de ser los únicos enterados; y, repito, ya nada es capaz de frenar esta aburrida orgía. Porque no se trata aquí de la creación de un hombre pare otro hombre, sino de un rito celebrado ante un altar. Y por cada diez versos, habrá al menos uno dedicado a la adoración del Poder de la Palabra Poética o a la glorificación de la vocación del Poeta.Convengamos que estos síntomas patológicos no son propios únicamente de los poetas. En la prosa esta postura religiosa también ha hecho grandes estragos, y si tomamos por ejemplo obras como La muerte de Virgilio, de Broch, Ulises o algunas obras de Kafka, experimentamos la misma sensación: que la «eminencia» y la «grandeza» de estas obras se realizan en el vacío, que pertenecen a estos libros que todo el mundo sabe que son grandes..., pero que de algún modo nos resultan lejanos, inaccesibles y fríos..., puesto que fueron escritos de rodillas y con el pensamiento puesto no en el lector, sino en el Arte o en otra abstracción. Esta prosa surgió del mismo espíritu que ilumina a los poetas, e indudablemente, por su esencia, es «prosa poética».Si dejamos aparte las obras y nos ocupamos de las personas de los poetas y del mundillo que estas personas crean con sus fieles y sus acólitos, nos sentiremos aún más sofocados y aplastados. Los poetas no sólo escriben 'para los poetas, sino que también se alaban mutuamente y mutuamente se rinden honores unos a otros. Este mundo, o mejor dicho, este mundillo, no difiere mucho de otros mundillos especializados y herméticos: los ajedrecistas consideran el ajedrez como la cumbre de la creación humana, tienen sus jerarquías, hablan de Capablanca con el mismo sentimiento religioso que los poetas de Mallarmé, y uno confirma al otro en la convicción de su propia importancia. Pero los ajedrecistas no pretenden tener un papel tan universal, y lo que después de todo se puede perdonar a los ajedrecistas, se vuelve imperdonable en el caso de los poetas. Como consecuencia de semejante aislamiento, todo aquí se hincha, y hasta los poetas mediocres se hinchan de manera apocalíptica, mientras problemas insignificantes cobran una importancia desorbitada. Recordemos, por ejemplo, las tremendas polémicas acerca del tema de las asonancias, y el tono en que se discutía esta cuestión: parecía entonces que el destino de la humanidad dependiera de si era lícito rimar de forma asonante. Es lo que ocurre cuando el espíritu del gremio llega a dominar al espíritu universal.Otro hecho no menos vergonzoso es la cantidad de poetas. A todos los excesos mencionados más arriba, hay que añadir el exceso de vates. Estas cifras ultrademocráticas hacen explotar desde dentro la orgullosa y aristocrática fortaleza poética; realmente resulta bastante divertido verlos a todos juntos en un congreso: ¡qué multitud de seres más peculiares! Pero ¿es que el arte que se celebra en el vacío no es el terreno ideal para aquellos que justamente no son nadie, cuya personalidad vacía se desahoga encantada en esas formas limitadas? Y lo que ya es verdaderamente ridículo son esas críticas, esos articulillos, aforismos y ensayos que aparecen en la prensa sobre el tema de la poesía. Eso sí que es vanilocuencia, una vanilocuencia pomposa y tan ingenua, tan infantil, que uno no puede creer que hombres que se dedican a escribir no perciban la ridiculez de semejante publicística. Hasta ahora no han comprendido esos estilistas que de la poesía no se puede escribir en tono poético, por lo que sus gacetillas están repletas de semejantes elucubraciones poetizantes. También es muy grande la ridiculez que acompaña los recitales, concursos y manifiestos, pero supongo que no vale la pena extenderse más sobre ello.Creo haber explicado más o menos por qué la poesía en verso no me seduce. Y por qué los poetas -que se han entregado totalmente a la Poesía y han sometido a esta Institución toda su existencia, olvidándose de la existencia del hombre concreto y cerrando los ojos a la realidad- se encuentran (desde hace siglos) en una situación catastrófica. A pesar de las apariencias de triunfo. A pesar de toda la pompa de esta ceremonia.Pero aún tengo que refutar cierta acusación.El simplismo inusitado con que se defienden los poetas (por lo general, hombres nada tontos, aunque ingenuos) cuando se ataca su arte, sólo se puede explicar por una ceguera voluntaria. Muchos de ellos buscan salvarse argumentando que escriben versos por placer, como si todo su comportamiento no desmintiese semejante afirmación. Los hay que sostienen con toda seriedad que escriben para el pueblo y que sus rebuscados jeroglíficos constituyen el alimento espiritual de las almas sencillas. No obstante, todos creen con firmeza en la resonancia social de la poesía, y desde luego les será difícil comprender cómo se les puede atacar desde este lado. Dirán: –¡Cómo! ¿Acaso puede usted dudar? ¿Es que no ve usted las multitudes que asisten a nuestros recitales? ¿La cantidad de ediciones que consiguen nuestros volúmenes? ¿Los estudios, los artículos, las disertaciones publicados sobre nosotros? ¿La admiración que rodea a los poetas famosos? Es usted precisamente quien no quiere ver las cosas como son...¿Qué les contestaré? Que todo esto no son más que ilusiones. Es cierto que a los recitales van multitudes, pero también es cierto que incluso un oyente muy culto no es capaz en absoluto de comprender un poema declamado en un recital. Cuántas veces he asistido a estas aburridas sesiones, en que se recitaba un poema tras otro, cuando cada uno de ellos tendría que ser leído con la máxima atención al menos tres veces para poder descifrar por encima su contenido. En cuanto a las ediciones, sabemos que se compran miles de libros para no ser leídos jamás. Sobre la poesía escriben, como ya hemos dicho, los poetas. ¿Y la admiración? ¿Es que los caballos en las carreras no despiertan todavía más interés? Pero ¿qué tiene que ver la afición deportiva con que asistamos a toda clase de rivalidades y todas las ambiciones -nacionales u otras- que acompañan a estas carreras, qué tiene que ver todo esto con una auténtica emoción artística? Sin embargo, semejante respuesta, aunque justa, no sería suficiente. El problema de nuestra convivencia con el arte es mucho más profundo y difícil. Y es indudable, al menos a mi parecer, que si queremos entender algo de él, debemos romper totalmente con esta idea demasiado fácil de que «el arte nos encanta» y que «nos deleitamos con el arte». No el arte nos encanta sólo hasta cierto punto, mientras que los placeres que nos proporciona son más bien dudosos... Y ¿acaso puede ser de otra manera, si la convivencia con el gran arte es una convivencia con hombres maduros, de horizontes más vastos y sentimientos más fuertes? No nos deleitamos, más bien tratamos de deleitarnos..., y no comprendemos..., sino que tratamos de comprender...Qué superficial es el pensamiento para el cual este fenómeno complicado se reduce a una simple fórmula: el arte encanta porque es bello.–Oh, hay tantos esnobs..., pero yo no soy un esnob, yo reconozco con franqueza cuando algo' no me gusta –dice esta ingenuidad y le parece que con esto todo queda arreglado.Sin embargo, podemos percibir aquí claramente unos factores que no tienen nada que ver con la estética. ¿Pensáis que si en la escuela no nos hubiesen obligado a extasiarnos con el arte, tendríamos por él, más tarde, tanta admiración, una admiración que nos viene dada? ¿Creéis que si toda nuestra organización cultural no nos impusiera el arte, nos interesaríamos tanto por él? ¿No será nuestra necesidad de mito, de adoración, lo que se desahoga en esta admiración nuestra, y no será que al adorar a los superiores, nos ensalzamos a nosotros mismos? Pero ante todo, estos sentimientos de admiración y de éxtasis, ¿surgen «de nosotros» o «entre nosotros»? Si en un concierto estalla una salva de aplausos, eso no quiere decir en absoluto que cada uno de los que aplauden esté entusiasmado. Un tímido aplauso provoca otro, se excitan mutuamente, hasta que por fin se crea una situación en que cada uno tiene que adaptarse interiormente a esta locura colectiva. Todos «se comportan» como si estuvieran entusiasmados, aunque «verdaderamente» nadie está entusiasmado, al menos no hasta tal punto.Sería, pues, un error, una ingenuidad lastimosa, pretender que la poesía, o cualquier otro arte, fuera, sencillamente, fuente de placer humano. Y si desde este punto de vista observamos el mundo de los poetas y de sus admiradores, entonces todos sus absurdos y ridiculeces parecerán justificados: pues al parecer tiene que ser así, y está acorde con el orden natural de las cosas, que el arte, igual que el entusiasmo que despierta, sea más bien producto del espíritu colectivo que no una reacción espontánea del individuo.Y, sin embargo, no. Sin embargo, tampoco este planteamiento logrará salvar a los poetas, ni proporcionar los colores de la vida y de la realidad a su poesía. Porque si la realidad es precisamente así, ellos no se dan cuenta. Para ellos todo sucede de una manera simple: el cantante canta, y el oyente, entusiasmado, escucha. Está claro que si fuesen capaces de reconocer estas verdades y sacar de ellas todas sus consecuencias, tendría que cambiar radicalmente su misma actitud hacia el canto. Pero podéis estar tranquilos: jamás nada cambiará entre los poetas. Y no os hagáis ilusiones de que ante estas fuerzas colectivas que nos falsean nuestra percepción individual muestren una voluntad de resistencia al menos para que el arte no sea una ficción y una ceremonia, sino una verdadera coexistencia del hombre con el hombre. ¡No, estos monjes prefieren postrarse!¿Monjes? Eso no quiere decir que yo sea adversario de Dios o de sus numerosas órdenes religiosas. Pero incluso la religión muere desde el momento en que se convierte en un rito. Realmente, sacrificamos con demasiada facilidad en estos altares la autenticidad y la importancia de nuestra existencia.

Texto extraído del ANEXO del Diario 1,

Charles Bukowski
A la puta que se llevó mis poemas
***************
Algunos dicen que debemos eliminar del poema los remordimientos personales, permanecer abstractos; hay cierta razón en esto, pero ¡Por Dios! ¡Doce poemas perdidos y no tengo copias! ¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores! ¡Es intolerable! ¿Tratas de joderme como a los demás? ¿Por qué te no te llevaste mejor mi dinero? Usualmente lo sacan de los dormidos y borrachos pantalones enfermos en el rincón. La próxima vez llévate mi brazo izquierdo o un billete de cincuenta, pero mis poemas no.
No soy Shakespeare pero puede que algún día ya no escriba más, abstractos o de los otros; Siempre habrá dinero y putas y borrachos, hasta que caiga la última bomba, pero como dijo Dios, cruzándose de piernas: "veo que he creado muchos poetas pero no tanta poesía"

éramos dos

caminábamos serenos en las calles de la lluvia

los perros resguardados en los zaguanes
tenían en los ojos relámpagos

un gato era el rayo negro de tu nombre

Verano

Diario de Sergio Algora

Y llegará el verano a la ciudad y desearemos todo lo que hay bajo el sol. Pero sólo amaremos todo lo que está bajo tierra. Nos tatuaremos estúpidos símbolos para no desentonar en las piscinas y poder competir por las Yolis y las bacalas.Arrepiéntete porque odias todo lo que te rodea y guardas silencio en espera de unas vacaciones pagadas donde mostrarás en la playa los tatuajes que de nada sirvieron en la piscina con las Yolis y las bacalas. Mas tienes esto, que aborreces los hechos de los ciudadanos, los cuales yo también aborrezco.El que tiene oído que oiga la verdadera canción del verano, que oiga lo que dicen los ángeles cuando se desnudan y se acuestan con nosotros. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues, celoso y arrepiéntete. Serás el único heterosexual en un mundo homosexual para ser al día siguiente el único homosexual en un mundo heterosexual.Se abrirá el cielo y veremos los decorados, al doble de dios, el que hace las escenas peligrosas, el especialista. También veremos a los extras y a los encargados de los interminables castings. El verano será ya una fruta demasiado madura y cada uno de nosotros seremos la zorra de la fábula. Y de nada servirán las bebidas refrescantes en las terrazas, ni los romances estivales, ni el espadachinesco juego de la seducción en los portales de las casas. Nos dolerá tanto el verano que desearemos otro para demostrar que podemos ser felices aventureros y que cada uno de nuestros disparos dará esta vez en la diana.Y en aquellos días buscarán los hombres el verano, y no lo hallarán; y desearan su sol y su calor, y el verano huirá de ellos. La sombra será proscrita y todos nuestros libros preferidos nos quemaran los ojos, la lectura provocará ceguera y sólo podremos leer diarios deportivos en los que únicamente habrá titulares. Las calles serán un desierto y en las fuentes nos aguardarán escorpiones dorados.El que tiene oído que oiga la verdadera voz, esa es la voz. El que no ha perdido el sentido que lo guarde en sus manos y que toque un ángel. Llega otro verano todopoderoso que dice: Ven. Y el que oye, diga: ven; y el que quiere, tome el agua de la vida de balde. Nadie muere quemado en San Juan. Nadie muere ahogado en su primer mar. Sois un sol. Así que ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Claro que te acuerdas de mí

António Lobo Antunes
Sonetos a Cristo
He debido cambiar mucho: ya no uso braguero por las hernias, ni aparato ortodóncico, ni pantalones cortos, ni adornos. Por teléfono ya no tengo voz de niña. Ni voy tirando piedras a las moreras, buscando hojas para los gusanos de seda que se arrastran unos sobre otros en una caja de zapatos. Mi plato favorito ya no son las torrijas. Y hace siglos, imagínate, que ya no me despellejo las rodillas.
He debido cambiar mucho: me salieron granos y pelillos, empecé a afeitarme, hice la mili, dejé de vivir con mis padres, me marché del barrio, conseguí un empleo. Nunca más volví a Amadora. A lo mejor el café de los billares cerró, hay un video-club en lugar de la mercería, cortaron los plátanos de la avenida, pasando tu casa, y quitaste aquellos cisnes de escayola de las columnas del portal. Siempre creí, no me preguntes porqué, que acabarías por quitar los cisnes de escayola, con sus alas abiertas y el pico pintado de rojo, de las columnas del portal. Tal vez porque a mí me gustan los cisnes. Tal vez porque tú me encontrabas feo y yo no te gustaba. Nunca respondiste a mis cartas. Nunca sonreíste a mi sonrisa. Nunca me agradeciste la preciosa rana que te envié con mi hermano más pequeño. Cuando le pregunté
- ¿Le diste la rana?
mi hermano me contó que apenas le quitó el paño que la cubría y te enseñó el animalito, te echaste a correr gritando
- Quita esa porquería de ahí
pero tengo la seguridad (¿a quién no le gustan las ranas, verdad?) que te encantó, que jugaste con ella y la colocaste en el estanque del patio. Apuesto a que aún anda por allí, en cuclillas sobre una piedra, mirando la ropa tendida en el patio de la cocina, la ropa de tu madrastra, tu ropa, la ropa del señor Bernardino, que acudió al anuncio pegado en el tablón de la tienda y os alquiló una habitación. Mi hermano, calcula a dónde pueden llegar las malas lenguas, jura que te casaste con ese, que se os ve tomando café, cogidos del brazo, los domingos en la mañana, en la pastelería Preciosa, que tenéis un hijo rubio, que te pusiste a trabajar en la secretaría del Ministerio de Economía. Claro que es mentira, que no me lo creí, que me reí. Que yo sepa, nadie puede tener hijos a los doce años, ¿verdad?

Au revior géne Zidane

Cuando gana la víscera
Conocido como el virtuosita de la lentitud, del cambio de juego, hoy se retira de las canchas de futbol el jugador más elegante de los últimos diez años. El escenario: la final de la copa mundial Alemania 2006. El colosal atleta galo, l'enseignant, le magicien, puso en ventaja a su país, LaFrance, contra los aguerridos y eventuales campiones, el equipo Italiano.
Lo que parecía un retiro de ensueño se convirtió en la amarga derrota de los segundos lugares. ZiZú, que previamente había sido comparado por Juan Villoro en televisión abierta con los míticos heroes épicos, esos que no pueden ser retirados de los campos de batalla por hombres sino únicamente por el tiempo y que acababa de errar un cabezaso franco de gol; se dejó ir (de cabeza) como un verdadero torpedo o alce, al pecho de Materazzi, jugador Italiano que había sido el anotador ( también de cabeza) del gol que empató y que permitió acabar con las aspiraciones del equipo bleus en penales; lo que le hizo merecedor de tarjeta roja, una tarjeta roja que lo expulsó definitivamente de las grandes competiciones futboleras.
Cuando Pirlo, Toti, Gatusso, Cannavaro y todos los hijos de la señora del calcho celebraban, mientras el equipo zurra daba la vuelta olímpica por el estadio alemán; no dejé de pensar en el mago Zidane, abatido, triste y en la ducha. Retirado para siempre.

Qué le dijo Materazzi a Zidane para que éste perdiera la cabeza de ese modo; seguramente algo muy parecido a tu tiempo ha terminado (Cuando peleaban suspendidos en el aire un tiro de esquina, Materazzi le aprieta el pezón izquierdo a Zidane y ya en el suelo le pregunta: te excitaste? A lo que El mago contesta: se necesita más que eso. Luego le jala la jersey y Zinedine le dice, qué, si la quieres te la doy al final del juego. Materazzi: sabemos que tu madre fue una puta terrorista. Zinedine, con la misma cabeza que anotó dos goles en la final del 98 se deja ir al pecho del italiano).
Muerte al rey. viva el Rey.

enemigos

(Némesis)

El excelente Poeta recordaba sus días malditos en Ciudad de México. Su discurso sobre las peripecias en antros y prostíbulos que frecuentaba en los años ochenta y que fueron inspiración del poemario: Noches dobladas, el tema. Gabriela Minel, escritora oriunda de CD Juárez, gritó entre el público (siete personas) desde una butaca de la tercera fila: —Cállate pinche mentiroso, eres un mamón joto, cuando te bajes de allí te romperé la madre. El recinto quedó en silencio. El excelente Poeta, entre apenado y filántropo, siguió con el discurso (más bien act comedy) sobre antros travestidos y prostíbulos cumbiancheros; después de todo se trataba de un profesional de las Letras Mexicanas. Cada que el Poeta se refería a aquellas noches como las noches de su vida, se escuchaba la voz rasposa de Minel entre el público —por mamón, engreído y mentiroso te romperé la madre; sentenciaba la ganadora del premio “Antonio Rojo” por la novela Indoloencia; la cual, según la escritora en una entrevista en la revista de arte y pensamiento Caradoble, es una narración inspirada en las odas de John Keats.
Al concluir la charla los infaltables canapés y vino tinto acompañaban la tertulia. El excelente poeta, de saco casimir y todo, platicaba con una joven intelectual sobre tópicos dignos del Colegio de México mientras aprovechaba para observar, ampliamente, sus senos —Que saludables, decía para sus adentros. Estaba el Poeta en dichas cavilaciones cuando la salvaje Gabriela Minel, en shorts bermudas, le estrella una botella de cerveza (las llamadas caguamas) en la frente. El saco casimir quedó estropeado. La joven intelectual llevó a la cruz roja al excelente Poeta. Minel, que publicó en los noventas la novela (considerada por los de su generación como legendaria e imprescindible): Tren de noche desbocada, salió corriendo a refugiarse en la primera cantina más cercana. Un sentimiento parecido a la felicidad la hizo considerar el primer sorbo de cerveza como el mejor primer sorbo de cerveza de su vida.



(Hunday)

Roberto llegó borrachísimo y de madrugada al departamento. Justo cuando mis vecinos místicos levitan o hacen yoga. Roberto tumbaba la puerta a golpes. Los madrazos eran tan fuertes que me despertaron como si estuvieran martillándome la compuerta nebulosa del sueño. Soñaba con la ciudad de Barcelona. Admito que me rondaron en la mente judiciales cocos que venían a chingar de madrugada; tal vez María, eterna y escandalosa, imparable hasta conseguir un poco de dosis. Me tranquilizó el hecho de que hacían dos semanas que no conectaba ni siquiera mota, me tranquilizó en los dos casos: los judas se irían sin nada y María se quedaría a hacer algo con su boca entre mis piernas, cosa que ya no me desagradó tanto. Pero era Roberto, con una borrachera triste y de hombre despechado. Era Roberto y sabía todo; por lo demás, estaba conciente que llegaría este día pero nunca pensé que fuera tan de mañana. –ya cálmate cabrón, le grité desde el interior de la casa mientras desabotonaba los cerrojos. –chinga tu madre pinche Tony puto, me dijo. Por un momento pensé no abrir la puerta pero este animal me haría un panchote y ni modo; después de todo siempre me he enfrentado a mis desmadres. En cuanto abrí Roberto me tiró un chingadazo a la cara que nunca alcanzó a conectar. Era demasiada la embriaguez así que no respondí a su violencia. –Calma pinchi Roberto, vamos a hablar. –chinga tu madre pinche Tony puto, me dijo ahora con un llanto más seco y calmo. – ¿Por qué cabrón, por qué? Nadie me había dado tanta lástima tan temprano; Roberto mocoso, con una saliva pastosa escurriéndosele apenas.
–Así es la cosa cabrón, o qué, no te la sabritas, le dije. Roberto se quedó mirándome y fue como si se le bajara la peda o como si repensara todo en un minuto. -Chinga tu madre pinchi Tony, volvió a repetir y esta vez su voz se escuchó como dentro de una caverna. Se dio media vuelta, la media vuelta más lenta que he visto en mi vida. Lo seguí hasta la banqueta y vi como se marchaba en su Hunday. Mis vecinos místicos saludaron desde su patio tranquilo. Creo que se dieron cuenta del estado deplorable de Roberto. El viento delgado de esas horas permitía distinguir a dos cuadras la niebla toxica que lanzaba la hojalata de mi amigo.
Por la tarde recibí quejas de mis vecinos místicos.

La derrota

El que piensa por todos prohibió pensar.
Su palabra es la única palabra.
Él dice todo sobre todas las cosas.

sólo existe algo que él no puede prohibir:
los sueños.

Noche tras noche
la gente sueña en acabar con el que piensa por todos.

José Emilio Pacheco
El silencio de la luna

Lavinia

Soy parte
de todo lo que he visto
He visto poco
soy poco

Las primeras ruinas
de mi cuerpo
son el polvo de las horas

La sonrisa
glacial
de aquella niña muerta
un día de noviembre
es mi invierno más honesto

Soy la criatura honda
y multitudinaria
que se mueve como mancha

Pez de fondo
que alumbra
el borrón del vacío
dibujando perros y calles

Estoy lleno de dobles
Me repito en el agua
dura de los espejos

Sin embargo y de lejos
respondo como la última bocina
que repite tu nombre

Pichulitas

Censo

Me han contratado
para espiar
insectos
que debajo de las piedras
se ocultan

He comenzado a tocar
puertas
desde muy temprano