Tres poemas inéditos de Rafa Alberti

Réquiem
Aquí... aquí... donde tú estuviste
Donde estuvo ya inmóvil tu cuerpo...
Aquí... aquí... a esta luz amarga
De color siglo XIII y muy viejo...
Quiero hacer este verso Triste, Muy triste
Como rayo de luna sobre el Campo Muerto
Me encuentro.¡Y ahora sí que estoy solo!
Unas luces enfermas de color ceniciento...,
Un Cristo...,Unas flores mustias de blancor enfermo...
¡como cuando estaba ya inmóvil
tu cuerpo!¡Tu cuerpo! :
largo y abultado como las estatuas del Renacimiento.
y la túnica humilde... de pliegues helénicos... ;
y tus manos místicas...
¡Oh, las ascéticas manos
de los muertos!¡
Oh, el color, el color de los muertos!
:Color de llanura cuando ya hace frío...
Color de este verso.
Aquí... aquí: ¡Como aquella noche!
Me acuerdo de mi juramento,...
Que te hice temblando... temblando...
Al oído...¡ya sin eco!Y ahora:
QuieroRenovar "aquello"...
Y seguir siendo bueno, Muy bueno...
Aquí, aquí, donde
tu estuviste... ;Donde estuvo ya inmóvil tu cuerpo...
Aquí... aquí...: a esta luz amarga
De color siglo XIII y muy viejo...:Hice Este verso.

Julio MCMXX III

Ingenuidad
A Chinita

Todavía no tiene diez años... Pero
¡Qué importa!
Ella, inocentemente me quiere... pero
con una inocencia tan grande!... que
inocentemente yo también la quiero...
Todavía no tiene diez años...; pero... ¡Qué importa!
Su primitivismo no sabe de "eso" !No sabe de "eso"
Que desgraciadamente yo supe hace poco tiempo,
muy poco tiempo.
Su primitivismo no sabe de "eso";
Sabe de otras cosas: leyendas de Wagner...
¡Oh qué lindo, qué lindo, aquello del Cisne,
contado por ella! "Aquel Caballero..."¿Y cuentos?
Sabe "Pulgarcito" y la "Bella Durmiente del bosque"...
Siempre que termina de contar sus cuentos,
se sube a mi falda, y sus brazos me los echa al cuello...
y nos damos un beso muy largo, muy largo,
como "aquel caballero"...
Y nos damos un beso.
¡Un beso!... ¡Qué importa!
Es tan inocente!... Además me quiere...
e inocentemente yo también la quiero...
¡Un beso!... qué importa!...
¡Qué importaque sea muy largo, muy largo,
si es un beso de Cuento...¡Qué importa!
Dejadnos: Su primitivismo no sabe de "eso"!;No sabe de "eso",
que, desgraciadamente yo supe hace poco tiempo,
muy poco tiempo.

Julio MCMXX III

"Es una frente la que hoy pide auxilio"
Es una frente la que hoy pide auxilio partida y dejada sobre las extensiones donde los
buitres le declaran la guerra al viento y a la lluvia.
Los barrotes más fríos me llevan a las llamas.
Mañana será otro día y un alma desertora no dispondrá ni de un pequeño pie de aire para
vanagloriarse de sus crímenes.
Aquí es donde las manos más aburridas tienen forma de punzones helados.
¿Quieres mirar cómo se empaña de odio el acero orinado de las tibias?
Me joden todos tus muertos.
Hay una estrella hacia el norte que te vomitará la viruela,
un cometa hacia el sur que arrasará tu lengua en la sangre lunar de las mujeres,
las vacas del oeste ya no paren más que un humo coagulado de moscas.
¿Qué buscas hacia el este si el mar es el último gargajo desprendido del Gran Ano Supremo?Lloro y me la meneo ante los sagrados cojones de la Virgen.

I Love PB

Después del misterio infinito. De torpes suposiciones. De chismes de azotea, hoy, sí, hoy abren de nuevo el Pluma Blanca. ¡Celebremos!

Les dejo un poema dedicado a los desventurad@s que han quedado vencid@s (como si supieran la verdad) por una mujer o hombre cosmopolita en el metro; pero también la dedicatoria va para l@s rurales que han tenido la misma visión en camiones, rutas y caminatas largas. Un poema de Oscar Hahn.

EN UNA ESTACIÓN DEL METRO
Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones

y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre

Postales de noviembre

Calles barridas por el invierno

Horizonte: sonaja de pájaros y perros

Automovilistas anónimos flotando sobre Heriberto Aja

Un puñado de sombras que mutila la mañana

Cerros borrados por niebla y polvo

Tiempo tensado en alambres de alumbrado público

Una ciudad y el fin de noviembre

Han sido días extraños. Si no fuera por ciertas personas y momentos diría que he existido en un tiempo aparte, en una realidad desatinada. Van cuatro meses que vivo fuera del seno familiar. Renté un cuarto con muebles ochentenos en la colonia San Benito. A los días de habitarlo me enteré que allí murió, solo, Abigael Bohórquez, el poeta más potente que han dado estas tierras. El lugar tenía un ligero olor a muerte de lírico y se ponía frío por las noches. Yo imaginaba a Abigael en sus últimos momentos habitando la tierra en ese cuartucho grosero. Debieron ser aterradores aquellos latidos fulminantes que acabaron con su vida. ¿Pensaría en algún verso ajeno o propio, en alguna palabra que ahora flota en secreto por ese cuarto ochenteno con olor a musgo y muerte ligera, de lírico? Es extraño. En la misma residencia han muerto y sobrevivido generaciones de personajes extravagantes. Uno de ellos Ricardo Solís (no es un heterónimo de Pessoa), poeta y practicador de saudade. El editor de noches altas, Víctor Hugo B. Margarito Salas, mímico ultimado a cuchilladas por un sordomudo mientras realizaba su acto en la ciudad de Caborca. Rafael Siemprefuegos, vendedor de golosinas agridulces y violador de niñas (actualmente en la isla de Alcatraz). Mariano Sosa, actor porno y vendedor de cobre.
Además de Abigael, en la diminuta patria murió Sofía Salido y su esposo, Miguel “el caradeloco” Guzmán. La pareja se dedicaba a la venta de tortas a las afueras del hospital general. La historia es extraña y no pretendo que la crean: al enterarse que resultaron ganadores de la casa que rifaba el TEC de Monterrey, en un arrebato misterioso tomaron ácido muriático. Sus cuerpos quedaron tendidos con una inquietante sonrisa en el rostro. Menguaron en la misma cama en la que dormí durante dos meses.
Han sido días extraños. Si no fuera por ciertas personas y momentos diría que he estado existiendo en un tiempo aparte, en una realidad desatinada. Ahora vivo cerca de la casa donde murió, solo, otro poeta: Alonso Vidal, a quien hoy creímos ver Venecia y yo. Se nos puso la piel de gallina y recordamos sus frases: “cómo has estado” “Jálate una silla, pillín” “la muerte es la equidistancia perfecta”. La antigua casa de Alonso es hoy una recicladora. Es extraño que en este tiempo a la ciudad (y a mí) le falten personajes como dientes, es ésta una capital molacha. Por ejemplo Omar Bravo, narrador y bañista que ahora vive con el nombre de Steve Wolf en la ciudad de los puentes. Alfonso López, cuentista y payaso que, según últimas versiones, fue raptado por alienígenas en un pueblo Mayo. Rocío Romo, poetiza de ojos como lagos y cuencas malva, que se fue muy lejos, de nada lejos, un día como éste hace cinco años. David Hidrogo, poeta y tótem norteño. Un hombre del que se decía podía transformarse en pájaro. Un pájaro que ahora habita la fría ciudad de Robert Walser. Bili Murillo, vago cósmico del cual no se puede precisar coordenadas. Pio Daniel, filosofo del amor, buscador, serse con los brazos y el corazón abiertos. Erick Bueno, Guitarrista y kafkiano suministrador de tardes, ahora maestro de prepa en Santa Cabora. El odradek de Óscar Benassini: Franco Félix, narrador, chef y galán de novelas independientes en el DF. Donde también edita tempestades. El mismo Óscar, licántropo que actualmente se dedica a lo mismo que su odradek pero al revés. Y la lista sigue. Lo extraño en los días siempre será personal: mi ejemplar de El buscador de cabezas se desintegró, desapareció frente a mis ojos. Mi celular, lo mismo. He chocado un par de ocasiones y me han atropellado una (leve). El carro se ha descompuesto en dos semanas tres veces y estoy seguro que me persiguen chanekes. Así es la vida, me digo, seguro que más de un millón de personas y en distintos idiomas repiten la misma frase.
17 de noviembre

Frío

Matilde marca desde el trabajo y se queda callada. Reconozco el resoplo de su aliento por el auricular. Apenas me ve de soslayo y dice hola. Se encierra en su cuarto. Porque Matilde tiene su cuarto aparte. Cuando estoy preparándome algún tentempié, cuando estoy colando café, Matilde sale con ropa de dormir. Me abraza y me dice: Bruno, como te quiero. Le preparo un café con leche y le comparto una porción de mi tentempié (galletas pan crema). Me cuenta su día: entre otras cosas dice que la ciudad está destrozada por baches inmensos. Como si las calles recién hubieran sido bombardeadas o les hubiera caído una lluvia de meteoros. Cuenta que los urbanos están cada vez más jodidos y los chóferes más groseros. Que uno de la ruta 15 le agarró una nalga. Dice que el trabajo es aburrido y sus compañeros no ayudan. Que si no fuera por Miguel se moriría del aburrimiento en la oficina. Yo no la miro mientras doy pequeños sorbos a mi café negro o escucho crujir la pan crema que Matilde muerde. ¿Y tú que hiciste? pregunta. Tiré escombro por la mañana. Eric me dio raite en su pick up. Luego lo acompañé hasta el centro a pagar cuentas vencidas. Comimos tortas ahogadas en el mercado. Matilde me interrumpe. Fíjate que Miguel y yo pedimos tortas también, pero no ahogadas, ya sabes que no me gustan tan grasosas. Estaban buenísimas. Miguel pidió una de pierna y yo una de queso con aguacate. Todos en la oficina comen puras cochinadas. Sólo Miguel y yo pedimos o llevamos comida decente. Le doy un largo sorbo a mi café negro sin azúcar, como debe ser. Matilde acaba su café con leche y su pan crema, me da un beso y me desea buena noche. Comenta que está rendida. ¿No vienes? Pregunta. No, aun no tengo sueño. Veré alguna película o escucharé un disco, tal vez… Matilde me interrumpe. Bueno, que lo disfrutes. Se encierra en su cuarto. Escucho que le echa llave al cerrojo. Doy el último sorbo a mi café negro que para esas alturas está frío.

Texto recuperado de antigua computadora
Febrero 2004