Claro que te acuerdas de mí

António Lobo Antunes
Sonetos a Cristo
He debido cambiar mucho: ya no uso braguero por las hernias, ni aparato ortodóncico, ni pantalones cortos, ni adornos. Por teléfono ya no tengo voz de niña. Ni voy tirando piedras a las moreras, buscando hojas para los gusanos de seda que se arrastran unos sobre otros en una caja de zapatos. Mi plato favorito ya no son las torrijas. Y hace siglos, imagínate, que ya no me despellejo las rodillas.
He debido cambiar mucho: me salieron granos y pelillos, empecé a afeitarme, hice la mili, dejé de vivir con mis padres, me marché del barrio, conseguí un empleo. Nunca más volví a Amadora. A lo mejor el café de los billares cerró, hay un video-club en lugar de la mercería, cortaron los plátanos de la avenida, pasando tu casa, y quitaste aquellos cisnes de escayola de las columnas del portal. Siempre creí, no me preguntes porqué, que acabarías por quitar los cisnes de escayola, con sus alas abiertas y el pico pintado de rojo, de las columnas del portal. Tal vez porque a mí me gustan los cisnes. Tal vez porque tú me encontrabas feo y yo no te gustaba. Nunca respondiste a mis cartas. Nunca sonreíste a mi sonrisa. Nunca me agradeciste la preciosa rana que te envié con mi hermano más pequeño. Cuando le pregunté
- ¿Le diste la rana?
mi hermano me contó que apenas le quitó el paño que la cubría y te enseñó el animalito, te echaste a correr gritando
- Quita esa porquería de ahí
pero tengo la seguridad (¿a quién no le gustan las ranas, verdad?) que te encantó, que jugaste con ella y la colocaste en el estanque del patio. Apuesto a que aún anda por allí, en cuclillas sobre una piedra, mirando la ropa tendida en el patio de la cocina, la ropa de tu madrastra, tu ropa, la ropa del señor Bernardino, que acudió al anuncio pegado en el tablón de la tienda y os alquiló una habitación. Mi hermano, calcula a dónde pueden llegar las malas lenguas, jura que te casaste con ese, que se os ve tomando café, cogidos del brazo, los domingos en la mañana, en la pastelería Preciosa, que tenéis un hijo rubio, que te pusiste a trabajar en la secretaría del Ministerio de Economía. Claro que es mentira, que no me lo creí, que me reí. Que yo sepa, nadie puede tener hijos a los doce años, ¿verdad?

1 comments:

Carmen Sa said...

buena narración. va fluyendo va fluyendo para mostrar una vida y un amor de infancia, y la permanencia de ese amor a través del tiempo, a pesar de la adultez, a pesar del rechazo de ella... pero me desconcierta algo al final, eso de los doce años... què quiere decir? que en la mente de èl ella sigue teniendo doce años? o que se comenzò èl a enamorar cuando ella era muuy niña? a lo mejor soy muy sonsa, pero eso me parece un poco vago... yo me inclinarìa por lo primero, pero es que me pareció ver una referencia a lolita en eso del tipo que llega a rentar un cuarto a esa casa, y que se enamora de la chica.
:)