La balada de las hojas más altas

Ley de salud mental: no sufras por cosas imaginarias.

JT

Odiador III

a Franz
Nadie diría que ese hombre esbelto y con gafas (dentro de lo que cabe, guapo) es tu odiador. Y es quizá porque no imaginamos por némesis a un hombre que juega futbol en alguna playa del sur en compañía de amigos excéntricos. No, generalmente aquel que nos odia (y odiamos) habita las recamaras más oscuras de nuestros pensamientos.
Imaginamos al odiador bajo una lluvia implacable, acabado. Tal vez moribundo por alguna enfermedad infecciosa, en el peor de los casos, cáncer o sida.
El día es soleado y hace un aire agradable. Tu odiador acaba de anotar un tercer gol, el de la victoria. Ha venido Rosario (aquella chica de ojos verdes y buena nalga que te gustaba en la secu) a ver las celebraciones del equipo, pero principalmente y en secreto, la de tu odiador (por quien siente un afecto que la llevó al mar ese domingo sin importar el examen de filología que tendrá mañana). Rosario advierte el sudor en el pecho del innombrable. Advierte su sonrisa llena de boca. Encuadra el momento con el mar y lo tatúa en su memoria. Rosario ha dejado el embrión de su enamoramiento en esa playa. De aquí se desprenderá una historia más interesante que la tuya con el goleador del equipo. Una historia en cuyo principio habrá dos cuerpos jóvenes y desnudos envueltos en la arena.
Noche de fogata larga. Alguien mira el deslumbramiento insólito del fuego. Dentro, en el ojo de la llama, te imagina habitando la recamara más oscura de sus pensamientos. El mar sombrío golpea cerca.

Instituto

Todo ha cambiado desde que Walser estuvo aquí. “La dignidad del tedio” es casi imposible. Este lugar, de tan bonito y espacioso, es un palacio. La mayoría de los inquilinos están por decisión propia. Los menos padecen enfermedades mentales agudas. De vez en cuando intercambio palabras con un pintor. Se llama Lupón y dice que escapó de Viena por asuntos relacionados con el gobierno de su país. Sospecho que se trata de algún delirio. Cuando habla del asunto mira en todas las direcciones como buscando agentes secretos.

Bernardo S.

Carta circular

I
Queridos amigos, como saben gané el premio gordo de la lotería. Por lo demás, no me interesa el dinero. Pretendo repartirlo entre ustedes, que han sido un bastión para enfrentar mi constante desasosiego.
La cantidad del premio suma una pequeña fortuna con la que podrían, bien administrada, montar un negocio o hacer el largo viaje que han planeado desde que les conozco. La primera opción, me parece, motivaría que se convirtieran en rehenes de torpes ansiedades. En cambio la segunda, en lo personal, es la idea en la que me gusta situarlos. Largos viajes por países perdidos y ciudades secretas, tal vez en tren, en barco. Me los imagino y no puedo sino gozar con ustedes.
Me quedaré con una parte mínima del premio, sólo lo necesario para cubrir mi interinato en el sanatorio mental de Waldau, sí, el mismo centro de retiro en el que estuvo recluido Walser. Después no sé, esperar el invierno, la nieve.
No podré llevarme sino un puñado de libros. Dejo entonces la pequeña biblioteca, que he ido reuniendo con tanto cariño, para que dispongan de ella. También se quedarán mis colecciones de timbres postales y alas de mariposa. Espero hagan buen uso de lo que para mí fue un verdadero tesoro.
Antes de que todo suceda quiero tomar cerveza con ustedes en el terreno de mi tío en Santa Cabora. Ya saben lo bien que me hace la delgada luz del monte y el olor a hierba. Espero y respondan esta carta o vengan para ultimar detalles. Su amigo sincero.

Bernardo S.
No lleven odradeks, ya saben el escandalo que arman.