Astronauta de perros



Por los barrios pasan los papeleros del horror muy temprano.
Todos, atentos en las banquetas, esperan su turno.
No tardará en llegar la noticia del último decapitado.
Del encobijado más reciente.
De la mujer levantada a las afueras de una maquila.
Del vendedor cadavérico de foco.

Después de todo, me dice mi tío Toño,
se trata de la única sección de sociales que tenemos los jodidos.
Después de todo se trata de nosotros, chaval acojonado.

Por la tarde la porción de repugnancia no termina.
Moto sierras que cercenan cabezas van más allá de la ficción.
Más allá de la serie B y la serie X.
En la oficinas documentos y links.
En los foros donde la gente pide, a gritos, atención,
hay llamados a la urgencia.

Qué shampoo se ponen los descabezados?
Cómo será el miedo cuando se acerca el metal?

Seguramente no como éste que ahora comparto con compadre.
Éste de taparse los ojos y la boca ante el pánico.
Éste de reírse, con una mueca de asco y pena,
mientras el personaje se desangra.

Por qué estoy mirando este resumen atroz?
Por qué esta historia me interesa?
Algo malo pasa conmigo?

Anuncia el papelero: “Ayer fueron tres los cuerpos encontrados”
Los links: “Bienvenido al club de los jinetes sin cabeza”
Las palabras, los actos.

Quiero ser astronauta.
Quiero ser autista.
Quiero ser un perro que duerme en un felpudo.


Pintura: Jeremy Geddes.



MUNICIPALITOS INVITA:

Con el fin de crear foros de discusión y análisis sobre obras artísticas; además de instituir el grupo Municipalitos como asociación civil, se ofrece el taller: El desencanto humano: enfriamiento en las relaciones afectivas y sociales en cuentos de la literatura contemporánea.

Moderadores: Iván Ballesteros Rojo (Escritor, reportero, editor y maestro) y Alfonso López Corral (Escritor e investigador).

Características
El taller se desarrollará en tres módulos de dos horas cada uno. Una vez leídos los textos se discutirán los elementos narrativos y las implicaciones simbólicas contenidas en los cuentos, focalizando el análisis en el paulatino desencanto de los seres humanos en sus relaciones sociales y afectivas.

Primer módulo: Se discutirán los cuentos: Bartleby, de Herman Mellville; Un día perfecto para el pez banana, de J.D. Salinger; Si me necesitas llámame y Nadie decía nada de Raymond Carver. Advertiremos aquí los significados y nuevas realidades sociales que aparecen en las narraciones, mismas que desde la segunda mitad del siglo XX han cambiado la concepción de instituciones como la familia, la religión, el amor, las relaciones humanas y el progreso.

Segundo módulo: Se discutirán los elementos narrativos de los cuentos: Dance, Dance, Dance de Haruki Murakami; El ojo silva de Roberto Bolaño; Encarnación de una generación quemada de David Foster Wallace y de Samanta Schweblin los cuentos Conservas y Cabezas contra el asfalto.

Tercer módulo: Mi crimen favorito de Ambrose Bierce; El observador de caracoles de Patricia Highsmith; Romper el cerdito y Un afeitado finísimo de Etgar Keret y Planes de contingencia frente a los zombies de Kelly Link.


El costo completo del taller es de 300 pesos y está dirigido a adolescentes y adultos.

*Los textos serán enviados vía electrónica por lo que es necesaria la confirmación de su asistencia. Correo para confirmaciones: ivanballesta@gmail.com

El taller tendrá lugar en Biblioteca Municipal Rafael V. Meneses. Mejor conocida como la biblioteca de la Tutuli, los días miércoles 17, 24 y 31 de agosto.
Dirección: Garmendia y Tabasco, Esq. Plaza Tutuli, Col. Modelo. De 6:00 a 8:00. de la noche.

Durmiendo


Él durmió sobre sus manos.
Sobre una roca.
Sobre sus pies,
sobre los pies de algún desconocido.
Él durmió en micros, en trenes, en aviones.
Se durmió estando de guardia.
Se durmió a un costado de la ruta.
Se durmió apoyado en una bolsa de manzanas.
Él durmió en un baño público.
En un galpón.
En el estadio.
Durmió en un Jaguar descapotable
y en la caja de una camioneta.
Durmió en los teatros.
En la cárcel.
Sobre los barcos.
Él durmió en casillas deshechas y en una ocasión
en un inmenso castillo.
Soportó dormido las frías gotas del agua de lluvia
y los ardientes rayos del sol.
Durmió sobre caballos.

Se durmió sobre sillas.
Él durmió en iglesias, en hoteles de lujo.
Él durmió bajo techos extraños toda su vida.
Ahora él duerme cubierto por la tierra.
Duerme y seguirá durmiendo.
Igual que un rey antiguo.

-Raymond Carver
Trad.Esteban Moore.
Foto: Boris Milkhailov.

Luz artificial y Rocío póstumo, dos plaquetas breves y poderosas

Reúno estas palabras para cuatro personas,
alguien más puede cazarlas al vuelo,
oh mundo, lo siento por ti,
no conoces a esas cuatro personas.

—Ezra Pound


Lejos de reconocer en la tan sobada “teoría de los contrarios” la razón fundamental de la poesía, lo que siempre me ha hechizado de este género literario es su vitalidad. Versos como animales silvestres que atacan al lector. Que se abalanzan sobre él exigiéndole movimiento, ritmo, reflexión o juego. Que zarandea buenas y malas conciencias por igual. Tentativas, todas, por asir con palabras lo inasible: el vaho de la existencia, la sustancia del instante que dura la vida. La poesía como elemento que fermenta la palabra y el poeta como orfebre de los símbolos que el hombre ha construido para entender su condición paradójica sobre la tierra.

La poesía es la constante de toda creación artística. El cine es hoy en día la expresión creativa más importante, como lo fue la arquitectura hace siglos, porque asimila, con mejores resultados, los otros géneros del arte con el fin de concebir productos culturales que dialoguen con los nuevos tiempos. Ahora encontramos la poesía en imágenes cinematográficas y muchas veces publicitarias. Los versos escritos y publicados en libros gozan de un desprestigio que la tradición de esta actividad no merece. Son muy pocas las editoriales que publican poesía y las que lo hacen se apegan a los clásicos o consagrados. Es difícil encontrar nuevos panoramas, o rutas poéticas, en libros de autores jóvenes.

Los anacronismos, repeticiones, cursilerías, declaraciones personales, lloriqueos líricos; han hecho de éste un oficio practicado por onanistas del oxímoron fácil y ramplón. Poesía insustancial, sesuda, dramática, con un tono que se registra, por parte del lector, falso y desfasado.

En el mundo entero escasean los poetas de versos y obras sólidas, esenciales. Nombrar poetas vivos que cumplan con los atributos antes señalados sería citar a generaciones que nacieron la primera década del siglo pasado. Poetas cincuentones, cuarentones, treintañeros y veinteañeros que ejerzan su profesión con verdaderas amígdalas, la verdad es que son muy pocos, casi nulos. La mayoría de poetas, por lo menos en nuestra región, escriben versos para ganar concursos oficiales y sus libros están destinados a las bodegas, sin ninguna reseñita o crítica (la luz de las publicaciones)que alguien escriba sobre sus títulos; alguien que venga a decir algo sobre esos versos para que después el lector interesado pueda ir en su búsqueda.

Poetas empecinados en señalar cuestiones sociales que no vienen al caso (ya no estamos en los setentas). En hacer imágenes que nada significan. La verborrea y la pirotecnia parecieran ser sus principales armamentos. Construcciones huecas y complicadas que después del despliegue de técnicas, supuestamente experimentales, se desploman sin arrojar significados. Mecanismos estéticos que de estéticos no tienen nada. Árida e infructuosa ha sido la búsqueda de nuevas voces en el panorama de la poesía mundial. La crisis de este oficio es una realidad.

Poetas sonorenses
Sin embargo en Sonora tenemos a Ricardo Solís y Julio Ernesto Tánori, dos poetas de cepa (Uno vive en Guadalajara y sigue publicando obras notables; el otro escribió tres breves poemarios, reunidos en el libro Animal difícil, y se ha quedado en el silencio). Hay algunos jóvenes cuya obra todavía no ha sido publicada en forma de libro. Jóvenes que han publicado sus versos en revistas y suplementos, mismos que dejan buenas impresiones por lo que se viene para ellos.

Recientemente se publicaron dos plaquetas, Luz artificial, de Omar Bravo y Rocío póstumo de Horacio Valencia. Dos folletitos que contienen versos bien logrados, que arrojan significados, que tocan al lector, que lo muerden.

Luz artificial: Omar Bravo (Bacobampo, 1979), es más reconocido en el mundillo literario sonorense por su narrativa. Publicó en el 2004 el libro de cuentos El tercer cajón. Recientemente apareció en la antología, Tan lejos de dios (poesía mexicana en la frontera), publicado por la UNAM. Los poemas que contiene Luz artificial fueron escritos, en su mayoría, cuando Bravo vivía y viajaba por ciudades de Estados Unidos y China. Cinco años en el exilio. Es precisamente el exilio el tema velado de esta plaqueta: “la imagen crepuscular del abandono ⁄ y el exilio ⁄ en esta inmensa patria ⁄ trampa imposible de librar” (Del poema Zatcha Nemov). La soberanía de la voz poética en tierras lejanas no se priva de sentir terror y pena por la existencia de los otros: “vi niños ⁄ como flores quemadas ⁄ bajo las nubes rojas de napalm ⁄ y mujeres y hombres ⁄ pudriéndose obscenamente ⁄ como grandes vejigas inflamadas ⁄ a la vera de los caminos" (del poema Ahn Penh). En Luz artificial Bravo hace una especie de himno, o anti-himno, de su generación. Una generación que tuvo su momento de coincidencia en los primeros años del siglo XXI en la escuela de Literaturas Hispánicas de la Universidad de Sonora. Un canto dedicado a jóvenes que no se comprometían con nada, que fueron ebrios y arcaicos, lumpens escandalosos. Con el poema Monólogo del cerdo: un himno a mi generación, el poeta atrapa un momento, en este caso el de algunos escritores sonorenses nacidos a finales de los setentas y principios de los ochentas, en sus primeras búsquedas vitales: “Me digo ⁄ silenciosamente resentido ⁄ que pertenezco ⁄ a esta generación infame ⁄ de muchachitos ebrios ⁄ y desnudos ⁄ a esta febril embarcación ⁄ de proxenetas ávidos ⁄ entristecidos ⁄ pobres ⁄ que naufraga llevándonos.” Luz artificial es una plaqueta pulcra, clara, honesta, de versos contundentes y bellos. Un ejercicio poético al que además se le nota el trabajo de su autor, a quien no se le escapa una palabra débil o mal puesta.

Rocío póstumo: Horacio Valencia (Hermosillo, 1980), Horacio siempre ha estado inmerso en la búsqueda de lenguajes eróticos. Es un afortunado creador de imágenes llenas de vida. Hace un tiempo el tono de su poesía resultaba similar al de su maestro, Alonso Vidal. Es decir, reflejaba un discurso poético que se antojaba anacrónico. Son esas imágenes que Valencia sabe encontrar las que uno, como lector, agradecía en sus poemas que, por lo demás, sólo han sido publicados en un libro, El libro de las pasiones. Publicación que no contiene lo mejor del poeta. En 2003, aún cuando escritores como Iván Camarena, Franco Félix, Pío Daniel, Omar Bravo, David Hidrogo y quien escribe esta nota éramos estudiantes universitarios, había entre nosotros una poeta, Rocío Romo, cuyo estrujante poemario, Ópera para un despertar, una especie de carta de motivos y despedida por su posterior suicidio, también está publicado en esta colección, Lengua de Camaleón. Rocío era una chava con una sonrisa dulcísima, con ojeras malvas que revelaban sus desvelos. En 2002 publicó el poemario Acaticia, donde ya advertía su necesidad de fuga. El 17 de noviembre del 2003 recibí una llamada de Horacio a las 9:00 de la noche. La mala nueva era que Rocío se había marchado. La noticia cimbró a toda aquella generación. Nada volvió a ser igual. Rocío póstumo es precisamente uno de los resultados de aquella impresión. Son palabras arrancadas de la muerte; imágenes que Valencia ha construido muy a pesar suyo. Poemas oscuros, enigmáticos, donde el poeta arde: “El suelo ⁄ las esquinas ⁄ los sitios ⁄ se estarán derrumbando. Su casa se estará derrumbando. Pasará un río ⁄ por donde flote un indicio ⁄ un cadáver. Pasará. También un censor con ojos ⁄ de testigo ⁄ un insólito muro de sangre ⁄ un temor helado ⁄ una zona de sombra ⁄ y un desastre, ⁄ pasarán.”

Las publicaciones antes citadas son notables. Poemarios intensos, sustanciales, que merecen lectores y reflexiones más allá de estas palabras. Son testimonios fieles de una generación de escritores que se ha venido a llamar del 2000. Poemarios que tratan los temas más elementales del hombre y que son un resuello en el que podemos advertir el oficio de estos dos poetas sonorenses, a quienes, por lo demás, hay que seguirles la huella.

Lecturas del 2010



Siempre será sospechoso hacer listas con los mejores discos, libros, películas del año que recién pasó. El epíteto de mejor en tal o cual cosa estará determinado por los gustos de quienes proponen dichas listas y no por un verdadero sondeo que tome en cuenta todos los aspectos que hay alrededor de tal o cual obra. Es así que los principales periódicos que cubren el que hacer, tan menospreciado en México, de la cultura, lanzan sus listas de las mejores novedades editoriales, basándose, en algunos de los casos, en las ventas que alcanzaron las publicaciones y no en la calidad de los textos.

En la cuestión de las obras literarias resulta ocioso hacer estas listas sobre lo mejor que se publicó, en este caso del 2010, sólo de novedades. Si tomamos en cuenta que en nuestro país leemos, según cifras oficiales, medio libro por año, mencionar las cinco propuestas editoriales del 2010, de libros que ni siquiera llegan a nuestras estanterías, es una especie de enredo. Por eso aquí mencionaré las cinco lecturas que más disfruté en el 2010 con la única finalidad de compartir lecturas. Ya cada cual tendrá su propia lista.

Entre los cinco libros que me marcaron durante el 2010, y cuyas historias y reflexiones se calcaron en mí como una especie de tatuaje, están novedades y clásicos. El orden en que pondré esta especie de rank, tiene que ver exclusivamente con la intensidad con la que disfruté las lecturas y no con cuestiones técnicas en la elaboración de las obras, las cuales dejo para la academia.

Un hombre que duerme
El número uno de esta selección personalísima, como deberían de ser todas, se trata también del último libro que leí el año pasado. Una lectura que aún tengo muy fresca. Un libro que me ha dejado una sensación de paz, una paz que se parece mucho al silencio y al abandono. Se trata de Un hombre que duerme (Impedimenta, 2009), del genial escritor francés Georges Perec (1937-1982). Una segunda edición que fue traducida al español notablemente por Mercedes Cebrián. Una novela que cuenta la historia de un joven estudiante que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de sociología. A esa decisión se suman la de abandonar sus estudios, romper con toda relación humana y recluirse en sí mismo. Una especie de sonámbulo que saldrá a las calles de un París gris y lleno de monstruos; es decir, de gente, parafraseando a este hombre que se siente el dueño anónimo del mundo. Un joven sin ambiciones, que marca su existencia alejándose de los deseos materiales y pasando por la vida de manera incógnita. Una de las obras más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Antítesis y un epílogo genial de la que sería la obra cumbre de Perec, misma que escribiría casi dos décadas después, La vida, instrucciones de uso (1978). El encanto de este libro radica, entre otras cosas, en el embrujo ocasionado por un narrador en segunda persona que da cuenta de las acciones, o inactividad, como quiera verse, del personaje central, algunos dirán único, de la trama. Como si el narrador fuera la conciencia del que lee. Una voz que va mostrando la paulatina renuncia de un joven a las convenciones sociales de la vida actual. Un hombre que habita mejor en el sueño, en el automático del inconsciente, que en el entramado social. Una joya.

2666
El segundo libro se trata en realidad de cinco novelas reunidas en un solo tomo. 2666 (Anagrama, 2003) es la monumental obra que se encontraba escribiendo Roberto Bolaño (Santiago de Chile,1953, Barcelona-2003) antes de morir. Un ciclo narrativo divido en “La parte de los críticos”, “La parte de Amalfitano”, “La parte de Fate”, “La parte de los crímenes” y “La parte de Archimboldi”. En el epicentro de esta poliédrica novela está el tema del horror y mal. Todas las partes de la obra remiten a los arteros asesinatos contra mujeres que sucedieron de 1993 a 1997 (y que siguen sucediendo ahora) en la ciudad de Santa Teresa, municipio fronterizo de Sonora y fiel trasunto de Ciudad Juárez, Chihuahua. Una obra que en “La parte de los crímenes” resulta espeluznante. Cientos de cadáveres de mujeres encontrados sin vida y con signos de tortura desfilan ante el lector como una muestra de la brutalidad y violencia de los nuevos tiempos. Es un narrador neutro quien muestra la evidencia del horror con un tono forense y desapegado. Donde será el lector quien realice el trabajo sucio de imaginarse a seres que encuentran, en la violencia y el asesinato, goce y placer. Que buscan perpetrar un tipo de mal al que Georges Bataille reconocería como Mal Puro. Un Mal por el Mal que pone en entredicho a la humanidad entera.
Son los distintos registros, los múltiples personajes y tonos narrativos los que reafirman a un Bolaño más que vigente, vivo y necesario en la actual literatura latinoamericana. Su aliento de escritor de obras totales, en las cuales muestra la cara oscura de la condición humana, lo sitúa como un autor indispensable del siglo XXI.
Ya en Los detectives salvajes, Bolaño sitúa a Sonora como el embrión del mal en la tierra. Un lugar que divide al oxidado Primer Mundo de la dispersión y el caos latinoamericano. La entrada al infierno en la tierra.

Verano
Aquí tendré que estar de acuerdo con la mayoría de libreros y críticos que reconocieron en Verano (Mondadori, 2010), del escritor sudafricano, J. M. Coetzee (1940), la mejor novela publicada en el año que recién terminó. Y es que Coetzee es acaso el narrador más claro y preciso de la literatura contemporánea. Sus temas siempre abordan la propensión del ser humano al salvajismo y la violencia. Recordemos Esperando a las bárbaros (2003) o Desgracia (1999). Con Verano, el ganador del Premio Nobel de Literatura en el 2003, finaliza la trilogía que completa sus biografías literarias. Una obra donde el autor pone en otras voces la visión que tenía de él mismo a los 30 años. Donde se dibuja algo torpe y desabrido; un joven que vivía con su padre enfermo en una casa derruida y en un país, Sudáfrica, donde la confrontación entre la razón occidental y la barbarie de los originales ha dado pruebas contundentes de brutalidad. Siempre lúcido, paródico y autocrítico, el Coetzee de Verano retrata una era desesperanzadora y cruel, enfermizamente banal y violenta, la nuestra, algo que ya viene haciendo en toda su obra. Si en Infancia y Juventud el autor dio cátedra de cómo escribir memorias, con Verano da carpetazo a esa magistral enseñanza. Un libro imperdible.

Dublinesca
El cuarto sitio no creo, como se ha dicho, que se trate de la mejor obra de su autor, sin embargo sí es la novela más tradicional, en el sentido de construcción y concepción novelística, de todos sus trabajos (por este aspecto algunos reconocen en esta obra la mejor de VM). Dublinesca (Seix Barral, 2010) del escritor catalán, Enrique Vila-Matas, es un libro más bien obscuro. Si en toda la obra de este “genial parásito de la literatura” aparece el mapa personal de sus autores y obras favoritas, Dublinesca se centra en aspectos aislados en las personalidades de artistas que al escritor de Bartleby y compañía (2000) tanto fascinan. Robert Walser, James Joyce, dos de ellos. Una despedida, con toques infaltables de saudade, del universo Gutemberg, y una bienvenida mordaz a la vejez en plena era electrónica, virtual. Un viaje que pareciera el performance organizado por un mítico editor, Riba, retirado de todo, incluso de la vida, junto con algunos de los escritores que pertenecieran a su catálogo. Un performance que intenta recorrer un día, el Bloomsday. Una obra notable, en tanto que se trata de la más madura y poética de su autor, pero menos arriesgada y divertida que otras como El viaje vertical (1999) o París no acaba nunca (2003).

El quinto sitio, no hay quinto malo, es para una novelita de Philip Roth titulada Orgía en Praga. Un relato protagonizado por uno de sus personajes más entrañables, Nathan Zuckerman, uno de los alter egos de Roth. Una novelita que es el epilogo genial de su trilogía Zuckerman encadenado (2007), donde se evidencia, irónicamente, la situación de los escritores checoslovacos bajo el régimen soviético, y de refilón, la postura paternalista del escritor estadounidense, y en general americano, sobre el deber que tienen los gobiernos de apoyar y aplaudir su labor. Una exquisita narración que pasa frente al lector como un suspiro. La prosa de Roth, y esta novelita lo reafirma, es quizá la más poderosa de la literatura contemporánea.

Sábado



Todos los días veo al viejo que sale de la casa y camina despacio por la nieve hasta el borde de la laguna. La bruma de su respiración es como una niebla en el aire transparente. Hemos conversado varias veces al cruzarnos en el camino de entrada, ha enseñado física aquí en Princeton en los años cincuenta y ahora está retirado, vive solo, su mujer murió el año pasado, no tiene hijos, se llama Karl Unger y es un exiliado alemán. Cuando llegan los patos salvajes se oye primero un ruido tenue, como si alguien sacudiera en el cielo una tela mojada. Casi inmediatamente se empiezan a oír los graznidos y se los ve venir volando en fila india y después formando una V sobre el fondo del bosque. Dan dos vueltas sobre la laguna hasta que se lanzan hacia el agua congelada y cuando se zambullen patinan con las alas abiertas y el cuello contra el hielo. Vuelven caminando torpemente, resbalan y algunos se quedan quietos con las patas como huesos muertos en la escarcha. Viven en el presente puro y cada mañana se sorprenden al chocar contra el hielo. Han perdido el sentido de la orientación. Buscan las aguas templadas del lago donde tendrían que empezar la migración hacia las tierras cálidas. Cuando veo al viejo profesor salir al jardín y atravesar la nieve y llegar hasta la laguna para alimentar a los patos salvajes que se están muriendo de frío, sé que empieza otro día que será igual al anterior.

Ricardo Piglia (Buenos Aires, 1940)