hoy

Barbitúricos para el alma

pendejo el que lo lea

Nunca revele sus contraseñas o números de tarjetas de crédito en una conversación de mensajes instantáneos.

www.longbeachtransit.blogspot.com dice:
haciendo tiempo?
popote para mar (I Love PB) dice:

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tengo una maquina
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giras una palanca
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que hace sshhhrrrrrrinnnng
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y van cayendo los segundos, en realidad no caen, se suspenden
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es un como un humito
popote para mar (I Love PB) dice:
yo tengo una maquina de destiempo
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y luego el humito se adelgaza con el aire que entra por la ventana
popote para mar (I Love PB) dice:
nunca puedo calibrarla bien
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y se va por el mundo
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ah, esas maquinas son mas delicadas
popote para mar (I Love PB) dice:

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y las piezas
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no sabes
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necesitan mucho de ese humo que flota por el mundo
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mi tata rafai tenía una, pero no servía, porque se le había roto el destempoetizador
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jajaja
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el platanero?
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la tenía en el corral, entopnces dos dejaba que jugaramos arriba de ella
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ey
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yo la donaré a mis primos menores
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para que jueguen también
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si, nomas drenala primero,
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no vaya a ser
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aguevo
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que modelo es?
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checale abajo
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donde esta la manivela
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imagina se le destemporalize alguna nariz de mis primos, o la mano, la voz de mi nana que viene a regañarlos porque están brincoteando demaciado
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son 6 los numeros
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ta cabron
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es 78909
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cuando se descompuso la maquina del tata
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los platanos daban racimos tres veces
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y luego cuatro
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y asi
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pero el pedo fue cuando empezó a funcionar alreves
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con razón
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la mía está bajo la sombra de un guamuchil
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dio 9, luego 3, luego uno
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y luego empezó a generar antiplatanos
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era tan frondoso
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las roscas de guamuchil
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salen alrevez
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hace algún tiempo regresó a la maleta, sin accionar la perilla, a un guayabo que ya estaba muy crecidito
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bueno, si te gustan el landscaping, aca, la onda de la jardineria
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la maquina es muy util
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quitas y pones sin pedos
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pero la mía tiene fugas
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me hizo más joven la espalda
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imagina los dolores
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la cadera vieja
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de mis años
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y una espalda de adolesente
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sss
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dale alrevez a la manivela
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no sirve
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destemporaliza cuando quiere
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a la verga
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trucha
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ss
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pienso en mi familia
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ay un relojero en los mochis
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que arregla camaras reflex
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y destemporalizadores
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siempre y cuando el modelo no sea anterior a 1200
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el peligro que corren cada que pasean por el patio
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luego a mi nana está volviendo a hacer tortillas
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no comprende que despues de hechas
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y ya dobladas
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cuando las quiere guardar
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son de nuevo masas
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redonditas
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mantecosas
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me sacó esta madre
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tas chambeando?
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espiando
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aca de espia?
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¿sigues haciendo tiempo?
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te encargo una dosena
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si
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te la mando
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por western union
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y ahorita no están cobrando
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que bueno
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así me ahorro los que iba a encargar para este fin de año
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fin de año
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ya encima
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te dejo trabajar
popote para mar (I Love PB) dice:
un abrazo mi buen carnal

Tío Bewrkzogues

No se puede responder. No se puede responder. No se puede responder. 4) No se puede responder. No se puede responder. No se puede responder. 3) No se puede responder. No se puede responder. La estrangulé. La estrangulé con una corbata roja a pintas blancas. Después la poseí. ¡Lo costosas que han sido estas nupcias! Oh madre, oh madre, oh madre. No se puede responder. 2) No se puede responder. No se puede responder. No se puede responder. Papá mírame a los ojos. Cuando tenga una casita blanca, completa-blanca, juro que no la mancharé de sangre. Me cuidaré bien de hacerlo. Será una casita blanca perfecta sobre una loma verde y yo. Yo no asesinaré a nadie ahí. Salvo algún descuido o desliz. Este liz. A nadie ahí asesinaré. Matar es un disgusto. No mataré entonces en la casita blanca como la leche. Allí no habrá ninguna salpicadura de sangre, ningún huesito con la huella de mis dientes. Ni la gillete estará oxidada por causa oscura, ni nadie me vendrá con frases de cordel, el cordón de la cortina, la corbata. Cortar. Ni la frase ni el calibre de la frase. Tírale bajo, a las piernas no más alto. No haré nada malo allí. Matar. Por favor. No mataré a nadie más nunca más. Aunque no me den esa casita blanca. Puede ser simplemente un techo, aislado, desplazable, un sombrero, sí, un pedazo de poste común para apoyar la espalda. No. No mataré a nadie más. Concha. A los que aman a los locos y a los asesinos, yo digo, yo les enseñaría a andar amando. Dádmelos. Sí. No mataré a nadie más, me cortaré las manos antes de hacerlo. No voy a matar a ningún niño más por tentador que sea su cuerpiño: a ningún niño. Matar es un disgusto.
¡Matar, matar, matar es un disgusto!
1) No se puede responder.
2) Papá, papaz, papaí, paisá, paisagrí. Paz y tardanza. 0) No se puede responder. Pero ya dije que no mataré nunca más a nadie. Chorreante de lágrimas cuando recibí el telegrama lloré como un. Un loco. Tíó Bewrkzogues ha muerto. Lloré. En el estilo más chileno. La muerte la tiene con otros. Yo corazón planchado en oro y guasca trenzada. El ex yo paradito y disimulado. Pero no: no mataré nunca más. Abrieron el celular a la mañana. Abrieron otro celular. Del segundo abierto bajaron las mujeres. La moda era de cadenas arrolladas a la cintura. Bajaron del celular tintineando las cadenas, tin tin desde temprano. El primer abierto era de hombres. Bajaron. Y aquí estamos. Era eso. Allá él el que lo enfrente. Si éste es Pepe, perfecto: éste es Ramón. Cosa cosa, evidente. Dos y uno para el descarte. Mujeres con conchas. A una fila. Otra fila hombres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .un vigilante hijogris. Cree que así debe ajustarme las esposas. Me lastima las muñecas inútilmente.
Con un poco nomás basta. La cárcel tiene sus ventajas. Es preferible la cárcel estable a andar rondando de comisaría en comisaría. La ciudad no es cruel. Sólo un imbécil puede quejarse de una ciudad organizada. Todo está perfecto. Quiero estar solo en la casita blanca. Que no me dejen a nadie para no caer en la tentación. O sí, a muchos. Aunque no hay muchos.
Ni uno.
Oh madre, el casamiento debió resolverse en el simple civil, seguido de un almuerzo entre los íntimos. Pero tú te obstinaste en las modas que tú llamabas modas napoleónicas. Te quitaste la sandalia de oro y adelantaste tu piecito para que yo lo besara, temblando. Tú te obstinaste. Sonreías en lo alto y yo crujía en lo bajo, luchando con la incomodidad de mi ropa de gala, el maldito espadín, la congestión de todos mis rasgos. Me puse a fumar, hice humo, y tú diste la orden de enganchar los caballos, a la moda, ibas con los pezones al aire, con el tul rozando. Oh madre. ¿Por qué has hecho nupcias tan costosas si tu hijo no puede permanecer erguido frente a ti?
La cantina estaba llena. Me quedé frente al micrófono con la boca abierta, sin poder cantar ni entender. La cantina estaba llena. No se puede responder. Preguntándome en otras ocasiones qué hacer cuando no había. Nada que hacer. Quedarse en aquella cocina distante mirando por la ventana distante, mirando dos árboles en ojiva. Quedarse todos los instantes sin nada que hacer, no se puede responder, no se puede responder. Cada canto tiene sus grietas. Es el cantor el que se pierde, pero. No se puede responder. La cantina estaba llena. Tercera Parte, Capítulo XII. En El Fiord se lee, sorpresivamente: «Entonces apareció mi mujer». Entonces se lee. ) No se puede responder. Padre nuestro que estás en los cielos, esquizofrénico, yo por mí no hubiera matado, fue por los otros: yo era demasiado extrovertido. La portera pretendió prohibirme la entrada a mi propia casa, cosas que a mí me pasan. Luchamos junto al ascensor. No quería dejarme entrar a mi propia casa. Echado de mi casa, expulsado hasta la desolada esquina opuesta, pensé, llegué a pensarlo: si me echa no vuelvo nunca más a esta casa. Padre cerdo que estás en la mierda, tu lugar si allí te veo almibarado en grumos, yo por mí hubiera matado a los otros, no a mí mismo, quieto basta. Pero me retraje. Introvertido. Papá mímame los ojos No se puede responder o se puede responder se puede responder e puede responder puede responder uede responder ede responder de responder e responder responder esponder sponder ponder onder nder der er r Novena Parte. Capítulo III. En la novela, el marqués de Sebregondi dijo: «¿Y Dios es éste, este pendejo que por haberse metido en el Liceo Militar va a salvarse de la colimba?» Dijo, y se sintió justificado en su homosexualidad –activa– y confirmado, conforme en su extrema, cada vez más extrema necesidad de droga. Paciencia, dijo. Culo y terror. Tenía un pene digital, falangíneo. Ortopédico, un aparato brilloso le servía de mano: se la habían cortado. Anduvo por ahí y anduvo por aquí. Bulineando y otras cosas. Se lo recibió primero en familia, hasta que apareció que era un guacho. Tanteó. Hizo su cuento. Lo apartaron. Conocía algunas cosas de cirugía y se metió en las bandas, operaba. Heridas de bala. Allá él, allá su muñón. Aquí. Matar es un disgusto.
Y dificultades en la defecación y en la eyaculación, una pasta verde. Y yo no hablaría así de política. E1 tío Bewrkzogues se baja los pantalones. Es un día de mayo en la caliente Europa. La hierba crece. El tío Bewrkzogues yace. Dar siempre en la tecla como le corresponde a todo europeo: para algo inventaron la tecla. La hierba crece: otra vez. El tío Bewrkzogues se baja los pantalones y espera a los mocetones que vuelven de las eras. Cuando vengan nos perderemos la escena... Gitano, gitano... ¡Gitanillo!

Del libro "Sebregondi retrocede", de Osvaldo Lamborghini, publicado en 1973

Cambio de actitud

Música banda baja por el cerro, agua de lluvia. Patrullas y fiesta que resisten las postrimerías del año. El cuerpo borroso de un hombre, incluido vaso de licor en la mano, tal vez whisky, descorre persianas y admite viento helado con deleite. Estira los brazos, es un crucifijo que respira hondo y recibe augurios nuevos.
Entre las casas anónimas: Astor Piazzolla y una ventana. Otro hombre, tal vez yo, no puede recibir el año con agrado. El viento, el paño de la noche, le resulta hostil. Luego los nervios o la mente, el acantilado constante, la ciudad desconocida. Imagina rostros lejanos que se iluminan como juegos artificiales que luego se apagan rayando el horizonte. Da una calada a un Marlboro y se dispone a cambiar el disco: Squirrel Nut Zippers. Alguien toca a la puerta, tal vez yo, recibe con agrado el viento helado que envuelve a otro cuerpo en el umbral.

La era de los escritores fantasma

Obras con firmas de identidades desconocidas toman las librerías en España - 'Wikinovelas' en la Red y nuevos géneros de creación compartida están de moda

Jesús Ruiz Mantilla -

Víctor Saltero no tiene cara. Ni se la vamos a ver nunca. Pero ha vendido casi 100.000 ejemplares de sus libros Sucedió en el Ave, El amante de la belleza o Desde la ventana.
Luther Blissett era un jugador de la Liga italiana que jamás marcó un gol. Pero también es la firma que aparece en la novela Q, elaborada por un colectivo de creadores boloñeses que ahora han cambiado su identidad: se dicen llamar Wu Ming, que en chino significa "sin nombre". Su última novela, Manituana, ha vendido ya en Italia 200.000 ejemplares.

Son dos ejemplos de la nueva crisis de la autoría. Dos experiencias surgidas en estos nuevos tiempos en los que las historias interesan más que las firmas que las crean. Otra de las sacudidas que nos tenía preparadas Internet y que ha prendido con tal fuerza en la Red que habrá que estar atentos hacia dónde nos lleva.

Por lo pronto, muchos autores se han puesto las pilas, sobre todo los más jóvenes, que se han lanzado al pozo de la autoría compartida. Algo que ha dado lugar a un nuevo fenómeno que muchos empiezan a llamar género, la wikinovela. Lo han hecho ya Hernán Casciari, Espido Freire o el más experimentado Juan José Millás. Son historias creadas en construcción con gente en la Red. Un autor lanza un argumento y el resto lo completa.

Aunque Millás tiene sus dudas. "Me he vuelto a tropezar con alguna novela en la que he participado por Internet. No tengo mucha confianza en ellas porque la importancia de toda obra es lo que no se ve, el sistema nervioso, lo que le da un sentido y está por debajo. En estas cosas se compite por ver quién es el más ingenioso y no resultan eficaces", comenta Millás. "Puede salir bien si lo coge alguien al final que afianza el punto de vista, el orden", añade.

Pero las autorías compartidas no son nuevas. "Ya se han hecho en papel y han sido un desastre. Aunque se me ocurren otras autorías compartidas en la historia que son obras maestras. En la televisión, Los Soprano o en la Edad Media, los que construían catedrales, pero precisamente les salía bien porque atendían a lo interno más que a lo externo", dice Millás. De todas formas, y con sus reservas, avisa: "Habrá que estar atentos al fenómeno".

Pero la Red y la publicidad más agresiva se convierten en cómplices de misterios por desvelar en cuanto a las autorías. Sin duda, alentados por legendarios nombres de la literatura universal que también se esconden. Como B. Traven, el anarquista alemán que acabó en México escribiendo El tesoro de Sierra Madre o El barco de la muerte, a quien nunca se vio en público; como J. D. Salinger o Thomas Pynchon, aún hoy a resguardo de los focos bajo una aureola de culto. También los hay que se desdoblan en dos firmas, como William Irish, también conocido como Cornell Woolrich, algo que ahora practican John Banville, que es Benjamin Black para sus novelas negras, o Gore Vidal, que firma Edgar Box también para sus piezas policiacas.

Quizás es lo que busque Víctor Saltero, que se lanzó paradójicamente a la fama con un thriller, titulado Sucedió en el Ave, apoyado por una más que espectacular campaña publicitaria y que adopta el nombre de uno de sus personajes. José Sánchez Cervera, editor de Imser Siglo, sigue el juego de su identidad camuflada: "Tenemos ocho novelas suyas que iremos sacando. Es un autor estupendo para nosotros, muy diferente", dice. ¿Se le puede entrevistar? "No, lo siento, ya nos gustaría que hiciera promoción, nos vendría mucho mejor y evitaría problemas, pero no nos lo permite, incluso consta en su contrato. No podemos desvelar su identidad". Poco más se le puede sacar. Que es empresario, que no tiene problemas de dinero, que escribía por afición, que vive retirado de casi todo... Un misterio.

No es el único. En la última gran inundación del mercado con historias trepidantes, de pura evasión, sin grandes deseos de notoriedad por parte de quienes las elaboran, los editores y los agentes convencen incluso a los escritores para que se cambien el nombre por otros que tengan, a poder ser, resonancia anglosajona. Resulta mucho más fácil introducirles en el mercado internacional si a un escritor llamado Jesús Bodas se le cambia el nombre por Andrea Weddings, por ejemplo. Quién sabe cuántos ejemplos parecidos habrá desperdigados por ahí; y al revés, como hace el español Juan Eslava Galán, que en el extranjero firma como Nicholas Wilcox.

Existen otras experiencias más agresivas, que incluso van acompañadas de una filosofía, una nueva manera de reivindicar diferentes formas de creación con nuevas luchas como la del copyleft, es decir, lo contrario a los derechos de autor tal y como se conciben hoy. La bandera del derecho compartido la alzan colectivos como el antiguo Luther Blissett, hoy Wu Ming.
Claudio López Lamadrid, editor de Random House Mondadori, sacó al mercado Q, su primera novela. "Son un grupo muy activo en Internet que no quieren aparecer en fotografías pero que cuidan muchísimo lo que hacen. Cuidan las traducciones de manera obsesiva, por ejemplo", afirma el editor.

Los integrantes que hicieron Q se definieron como "terroristas intelectuales". Entre otras cosas, con esta novela, ambientada en el siglo XVI, perseguían conectar a sus lectores con la historia de dos hombres encerrados en una habitación sin que ninguno de los dos supiera quién era el otro. De Luther Blissett, cambiaron a Wu Ming. Con éxito. Bajo esa firma han publicado 54 y Manituana.

Son cinco: Roberto Bui, Giovanni Cattabriga, Lucca Di Meo, Federico Guglielmi y Riccardo Pedrini. "Escriben también por separado con sus propios seudónimos numerados: Wu Ming 1, 2, 3, 4 y 5. Aunque cuando son más eficaces es con sus historias en grupo, tienen mucha más gracia así", afirma López Lamadrid.

Pero su objetivo va más allá de la propia creación. Pretenden replantear en el siglo XXI la figura del autor y del narrador. Para ese fin han creado una lista de derechos y deberes, entre los que cabe destacar algunos. Entre los deberes: "El narrador tiene el deber de no creerse superior a los demás". "El narrador tiene el deber de no confundir la fabulación, su misión principal, con un exceso de autobiografismo obsesivo y de ostentación narcisista". Entre los derechos: "El narrador tiene derecho a no aparecer en los medios de comunicación". "El narrador tiene derecho a no fingirse experto en ninguna materia". "El narrador tiene derecho a oponerse con la desobediencia civil a las pretensiones de quien (editores incluidos) quiera privarle de sus derechos".

Wu Ming o el fenómeno de las wikinovelas representan tendencias con gancho. Interesan y dejan en evidencia lo que, según Javier Celaya, uno de los impulsores de Dosdoce, una revista cultural de la Red con mucho prestigio entre los editores y círculos del arte por sus informes sobre la utilización de la Red en la creación, cree que es una crisis de la autoría. "Las personas que se mueven por Internet en ámbitos de creación literaria ya no están obsesionadas con la firma propia. Comparten su autoría, les interesan las historias, el resto les da igual", asegura Celaya.
Estas formas de trabajar, además, crecerán. "Todavía no me atrevo a llamar a esto género, quizá falta tiempo para que sea considerado como tal, pero es una tendencia que crece y que no sabemos dónde acabará, ni qué horizontes nos va a abrir". Varios autores parecen preparados ante los nuevos retos de la Red. Los editores, no tanto, según Celaya. "Hay ejemplos aislados, iniciativas que empiezan a cuajar, van mejorando su relación con este mundo, pero hasta hace muy poco han sido completamente ajenos a ella. Deberían aprender de lo que en el campo discográfico ha supuesto la aparición de Internet, porque empiezan a tener los mismos problemas que tuvieron los editores de música hace años", avisa.

De hecho, podrían tomar nota de algunas iniciativas como las Keitai bunko, de Japón. Novelas que circulan por teléfono móvil. Un soporte inagotable. Una mina desde la que cualquiera puede sentir ya la llamada de una historia.
Tomado de El País

Distancia

A Fito le gustaba escuchar ladridos de perros en la distancia. Salir al balcón de su casa y tomar aire fresco, casi helado. Cerca de allí pasaba, ceremoniosamente a las 23:00 horas, un tren de carga que a Fito le causaba una dicha inconmensurable (Fito no sabía lo que significaba la palabra inconmensurable). Esa particular noche y después de fumarse un porro, Fito esperó el silbato ceremonioso del tren de las once. El eléctrico zumbido de trailers sobre la carretera le pareció sedante. Eran pasadas de las 23:00 horas. Fito se preguntó: ¿me tiro del balcón? Un aferrado perro persistía ladrando a la distancia. El delgado silbato del tren terminó por silenciarlo.

la borrachera
y la cocaína
me distienden

miro los rostros ebrios
en mis testigos
y una especie de nostalgia
es la locura

no soy Pessoa
nunca seré Pessoa
por lo demás
bebo cerveza
en la noche del segundo desierto

infló TKT
koop
gotan Project
y un autobús se vuelca
en alguna carretera polvosa
siete mueren

bebo
coyotes miran la luna
su brillo insólito

bebo
una serpiente coralillo
va dejando su trazo elíptico
sobre el lomo plateado
de una duna

bebo
mis testigos sienten el hielo
el tiempo derritiéndose

bebo
en casa mi madre
sueña que fuma frente al mar

Tres poemas inéditos de Rafa Alberti

Réquiem
Aquí... aquí... donde tú estuviste
Donde estuvo ya inmóvil tu cuerpo...
Aquí... aquí... a esta luz amarga
De color siglo XIII y muy viejo...
Quiero hacer este verso Triste, Muy triste
Como rayo de luna sobre el Campo Muerto
Me encuentro.¡Y ahora sí que estoy solo!
Unas luces enfermas de color ceniciento...,
Un Cristo...,Unas flores mustias de blancor enfermo...
¡como cuando estaba ya inmóvil
tu cuerpo!¡Tu cuerpo! :
largo y abultado como las estatuas del Renacimiento.
y la túnica humilde... de pliegues helénicos... ;
y tus manos místicas...
¡Oh, las ascéticas manos
de los muertos!¡
Oh, el color, el color de los muertos!
:Color de llanura cuando ya hace frío...
Color de este verso.
Aquí... aquí: ¡Como aquella noche!
Me acuerdo de mi juramento,...
Que te hice temblando... temblando...
Al oído...¡ya sin eco!Y ahora:
QuieroRenovar "aquello"...
Y seguir siendo bueno, Muy bueno...
Aquí, aquí, donde
tu estuviste... ;Donde estuvo ya inmóvil tu cuerpo...
Aquí... aquí...: a esta luz amarga
De color siglo XIII y muy viejo...:Hice Este verso.

Julio MCMXX III

Ingenuidad
A Chinita

Todavía no tiene diez años... Pero
¡Qué importa!
Ella, inocentemente me quiere... pero
con una inocencia tan grande!... que
inocentemente yo también la quiero...
Todavía no tiene diez años...; pero... ¡Qué importa!
Su primitivismo no sabe de "eso" !No sabe de "eso"
Que desgraciadamente yo supe hace poco tiempo,
muy poco tiempo.
Su primitivismo no sabe de "eso";
Sabe de otras cosas: leyendas de Wagner...
¡Oh qué lindo, qué lindo, aquello del Cisne,
contado por ella! "Aquel Caballero..."¿Y cuentos?
Sabe "Pulgarcito" y la "Bella Durmiente del bosque"...
Siempre que termina de contar sus cuentos,
se sube a mi falda, y sus brazos me los echa al cuello...
y nos damos un beso muy largo, muy largo,
como "aquel caballero"...
Y nos damos un beso.
¡Un beso!... ¡Qué importa!
Es tan inocente!... Además me quiere...
e inocentemente yo también la quiero...
¡Un beso!... qué importa!...
¡Qué importaque sea muy largo, muy largo,
si es un beso de Cuento...¡Qué importa!
Dejadnos: Su primitivismo no sabe de "eso"!;No sabe de "eso",
que, desgraciadamente yo supe hace poco tiempo,
muy poco tiempo.

Julio MCMXX III

"Es una frente la que hoy pide auxilio"
Es una frente la que hoy pide auxilio partida y dejada sobre las extensiones donde los
buitres le declaran la guerra al viento y a la lluvia.
Los barrotes más fríos me llevan a las llamas.
Mañana será otro día y un alma desertora no dispondrá ni de un pequeño pie de aire para
vanagloriarse de sus crímenes.
Aquí es donde las manos más aburridas tienen forma de punzones helados.
¿Quieres mirar cómo se empaña de odio el acero orinado de las tibias?
Me joden todos tus muertos.
Hay una estrella hacia el norte que te vomitará la viruela,
un cometa hacia el sur que arrasará tu lengua en la sangre lunar de las mujeres,
las vacas del oeste ya no paren más que un humo coagulado de moscas.
¿Qué buscas hacia el este si el mar es el último gargajo desprendido del Gran Ano Supremo?Lloro y me la meneo ante los sagrados cojones de la Virgen.

I Love PB

Después del misterio infinito. De torpes suposiciones. De chismes de azotea, hoy, sí, hoy abren de nuevo el Pluma Blanca. ¡Celebremos!

Les dejo un poema dedicado a los desventurad@s que han quedado vencid@s (como si supieran la verdad) por una mujer o hombre cosmopolita en el metro; pero también la dedicatoria va para l@s rurales que han tenido la misma visión en camiones, rutas y caminatas largas. Un poema de Oscar Hahn.

EN UNA ESTACIÓN DEL METRO
Desventurados los que divisaron
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos

y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones

y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles

Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre

Postales de noviembre

Calles barridas por el invierno

Horizonte: sonaja de pájaros y perros

Automovilistas anónimos flotando sobre Heriberto Aja

Un puñado de sombras que mutila la mañana

Cerros borrados por niebla y polvo

Tiempo tensado en alambres de alumbrado público

Una ciudad y el fin de noviembre

Han sido días extraños. Si no fuera por ciertas personas y momentos diría que he existido en un tiempo aparte, en una realidad desatinada. Van cuatro meses que vivo fuera del seno familiar. Renté un cuarto con muebles ochentenos en la colonia San Benito. A los días de habitarlo me enteré que allí murió, solo, Abigael Bohórquez, el poeta más potente que han dado estas tierras. El lugar tenía un ligero olor a muerte de lírico y se ponía frío por las noches. Yo imaginaba a Abigael en sus últimos momentos habitando la tierra en ese cuartucho grosero. Debieron ser aterradores aquellos latidos fulminantes que acabaron con su vida. ¿Pensaría en algún verso ajeno o propio, en alguna palabra que ahora flota en secreto por ese cuarto ochenteno con olor a musgo y muerte ligera, de lírico? Es extraño. En la misma residencia han muerto y sobrevivido generaciones de personajes extravagantes. Uno de ellos Ricardo Solís (no es un heterónimo de Pessoa), poeta y practicador de saudade. El editor de noches altas, Víctor Hugo B. Margarito Salas, mímico ultimado a cuchilladas por un sordomudo mientras realizaba su acto en la ciudad de Caborca. Rafael Siemprefuegos, vendedor de golosinas agridulces y violador de niñas (actualmente en la isla de Alcatraz). Mariano Sosa, actor porno y vendedor de cobre.
Además de Abigael, en la diminuta patria murió Sofía Salido y su esposo, Miguel “el caradeloco” Guzmán. La pareja se dedicaba a la venta de tortas a las afueras del hospital general. La historia es extraña y no pretendo que la crean: al enterarse que resultaron ganadores de la casa que rifaba el TEC de Monterrey, en un arrebato misterioso tomaron ácido muriático. Sus cuerpos quedaron tendidos con una inquietante sonrisa en el rostro. Menguaron en la misma cama en la que dormí durante dos meses.
Han sido días extraños. Si no fuera por ciertas personas y momentos diría que he estado existiendo en un tiempo aparte, en una realidad desatinada. Ahora vivo cerca de la casa donde murió, solo, otro poeta: Alonso Vidal, a quien hoy creímos ver Venecia y yo. Se nos puso la piel de gallina y recordamos sus frases: “cómo has estado” “Jálate una silla, pillín” “la muerte es la equidistancia perfecta”. La antigua casa de Alonso es hoy una recicladora. Es extraño que en este tiempo a la ciudad (y a mí) le falten personajes como dientes, es ésta una capital molacha. Por ejemplo Omar Bravo, narrador y bañista que ahora vive con el nombre de Steve Wolf en la ciudad de los puentes. Alfonso López, cuentista y payaso que, según últimas versiones, fue raptado por alienígenas en un pueblo Mayo. Rocío Romo, poetiza de ojos como lagos y cuencas malva, que se fue muy lejos, de nada lejos, un día como éste hace cinco años. David Hidrogo, poeta y tótem norteño. Un hombre del que se decía podía transformarse en pájaro. Un pájaro que ahora habita la fría ciudad de Robert Walser. Bili Murillo, vago cósmico del cual no se puede precisar coordenadas. Pio Daniel, filosofo del amor, buscador, serse con los brazos y el corazón abiertos. Erick Bueno, Guitarrista y kafkiano suministrador de tardes, ahora maestro de prepa en Santa Cabora. El odradek de Óscar Benassini: Franco Félix, narrador, chef y galán de novelas independientes en el DF. Donde también edita tempestades. El mismo Óscar, licántropo que actualmente se dedica a lo mismo que su odradek pero al revés. Y la lista sigue. Lo extraño en los días siempre será personal: mi ejemplar de El buscador de cabezas se desintegró, desapareció frente a mis ojos. Mi celular, lo mismo. He chocado un par de ocasiones y me han atropellado una (leve). El carro se ha descompuesto en dos semanas tres veces y estoy seguro que me persiguen chanekes. Así es la vida, me digo, seguro que más de un millón de personas y en distintos idiomas repiten la misma frase.
17 de noviembre

Frío

Matilde marca desde el trabajo y se queda callada. Reconozco el resoplo de su aliento por el auricular. Apenas me ve de soslayo y dice hola. Se encierra en su cuarto. Porque Matilde tiene su cuarto aparte. Cuando estoy preparándome algún tentempié, cuando estoy colando café, Matilde sale con ropa de dormir. Me abraza y me dice: Bruno, como te quiero. Le preparo un café con leche y le comparto una porción de mi tentempié (galletas pan crema). Me cuenta su día: entre otras cosas dice que la ciudad está destrozada por baches inmensos. Como si las calles recién hubieran sido bombardeadas o les hubiera caído una lluvia de meteoros. Cuenta que los urbanos están cada vez más jodidos y los chóferes más groseros. Que uno de la ruta 15 le agarró una nalga. Dice que el trabajo es aburrido y sus compañeros no ayudan. Que si no fuera por Miguel se moriría del aburrimiento en la oficina. Yo no la miro mientras doy pequeños sorbos a mi café negro o escucho crujir la pan crema que Matilde muerde. ¿Y tú que hiciste? pregunta. Tiré escombro por la mañana. Eric me dio raite en su pick up. Luego lo acompañé hasta el centro a pagar cuentas vencidas. Comimos tortas ahogadas en el mercado. Matilde me interrumpe. Fíjate que Miguel y yo pedimos tortas también, pero no ahogadas, ya sabes que no me gustan tan grasosas. Estaban buenísimas. Miguel pidió una de pierna y yo una de queso con aguacate. Todos en la oficina comen puras cochinadas. Sólo Miguel y yo pedimos o llevamos comida decente. Le doy un largo sorbo a mi café negro sin azúcar, como debe ser. Matilde acaba su café con leche y su pan crema, me da un beso y me desea buena noche. Comenta que está rendida. ¿No vienes? Pregunta. No, aun no tengo sueño. Veré alguna película o escucharé un disco, tal vez… Matilde me interrumpe. Bueno, que lo disfrutes. Se encierra en su cuarto. Escucho que le echa llave al cerrojo. Doy el último sorbo a mi café negro que para esas alturas está frío.

Texto recuperado de antigua computadora
Febrero 2004

La balada de las hojas más altas

Ley de salud mental: no sufras por cosas imaginarias.

JT

Odiador III

a Franz
Nadie diría que ese hombre esbelto y con gafas (dentro de lo que cabe, guapo) es tu odiador. Y es quizá porque no imaginamos por némesis a un hombre que juega futbol en alguna playa del sur en compañía de amigos excéntricos. No, generalmente aquel que nos odia (y odiamos) habita las recamaras más oscuras de nuestros pensamientos.
Imaginamos al odiador bajo una lluvia implacable, acabado. Tal vez moribundo por alguna enfermedad infecciosa, en el peor de los casos, cáncer o sida.
El día es soleado y hace un aire agradable. Tu odiador acaba de anotar un tercer gol, el de la victoria. Ha venido Rosario (aquella chica de ojos verdes y buena nalga que te gustaba en la secu) a ver las celebraciones del equipo, pero principalmente y en secreto, la de tu odiador (por quien siente un afecto que la llevó al mar ese domingo sin importar el examen de filología que tendrá mañana). Rosario advierte el sudor en el pecho del innombrable. Advierte su sonrisa llena de boca. Encuadra el momento con el mar y lo tatúa en su memoria. Rosario ha dejado el embrión de su enamoramiento en esa playa. De aquí se desprenderá una historia más interesante que la tuya con el goleador del equipo. Una historia en cuyo principio habrá dos cuerpos jóvenes y desnudos envueltos en la arena.
Noche de fogata larga. Alguien mira el deslumbramiento insólito del fuego. Dentro, en el ojo de la llama, te imagina habitando la recamara más oscura de sus pensamientos. El mar sombrío golpea cerca.

Instituto

Todo ha cambiado desde que Walser estuvo aquí. “La dignidad del tedio” es casi imposible. Este lugar, de tan bonito y espacioso, es un palacio. La mayoría de los inquilinos están por decisión propia. Los menos padecen enfermedades mentales agudas. De vez en cuando intercambio palabras con un pintor. Se llama Lupón y dice que escapó de Viena por asuntos relacionados con el gobierno de su país. Sospecho que se trata de algún delirio. Cuando habla del asunto mira en todas las direcciones como buscando agentes secretos.

Bernardo S.

Carta circular

I
Queridos amigos, como saben gané el premio gordo de la lotería. Por lo demás, no me interesa el dinero. Pretendo repartirlo entre ustedes, que han sido un bastión para enfrentar mi constante desasosiego.
La cantidad del premio suma una pequeña fortuna con la que podrían, bien administrada, montar un negocio o hacer el largo viaje que han planeado desde que les conozco. La primera opción, me parece, motivaría que se convirtieran en rehenes de torpes ansiedades. En cambio la segunda, en lo personal, es la idea en la que me gusta situarlos. Largos viajes por países perdidos y ciudades secretas, tal vez en tren, en barco. Me los imagino y no puedo sino gozar con ustedes.
Me quedaré con una parte mínima del premio, sólo lo necesario para cubrir mi interinato en el sanatorio mental de Waldau, sí, el mismo centro de retiro en el que estuvo recluido Walser. Después no sé, esperar el invierno, la nieve.
No podré llevarme sino un puñado de libros. Dejo entonces la pequeña biblioteca, que he ido reuniendo con tanto cariño, para que dispongan de ella. También se quedarán mis colecciones de timbres postales y alas de mariposa. Espero hagan buen uso de lo que para mí fue un verdadero tesoro.
Antes de que todo suceda quiero tomar cerveza con ustedes en el terreno de mi tío en Santa Cabora. Ya saben lo bien que me hace la delgada luz del monte y el olor a hierba. Espero y respondan esta carta o vengan para ultimar detalles. Su amigo sincero.

Bernardo S.
No lleven odradeks, ya saben el escandalo que arman.

Extraña ciudad


Érase una vez una ciudad. Sus habitantes eran simples muñecos. Pero hablaban y caminaban, tenían sensibilidad y movimiento y eran muy corteses. No se limitaban a decir «buenos días» o «buenas noches», sino que también lo deseaban, y de todo corazón. Tenía corazón aquella gente. Y eso que era gente de ciudad por los cuatro costados.
Suavemente -y a regañadientes, como quien dice- se habían desprendido de su componente rústico y grosero. Su corte de ropa y su comportamiento eran de lo más refinado que un hombre de mundo o un sastre profesional hayan podido imaginar jamás. Nadie llevaba ropa vieja o raída ni excesivamente holgada. El buen gusto había impregnado a cada uno de los habitantes, no existía eso que llaman plebe, todos eran perfectamente iguales en cuanto a modales y educación, sin ser, no obstante, parecidos, lo que sin duda hubiera sido aburrido.
En la calle sólo se veía, pues, gente bella y elegante, de noble y desenvuelto porte. La libertad era algo que sabían manipular, dirigir, frenar y conservar con sumo refinamiento. De ahí que nunca se produjeran transgresiones relacionadas con la moral pública. Y menos aún ofensas a las buenas costumbres. Las mujeres, sobre todo, eran estupendas. Su vestimenta era tan fascinante como práctica, tan hermosa como seductora, tan decorosa como atractiva. ¡La moralidad seducía! Por la noche, los jóvenes salían de paseo detrás de esa seducción, lentamente, como soñando, sin caer en movimientos presurosos ni ávidos. Las mujeres iban vestidas con una especie de pantalones, unos pantalones de encaje, por lo general blancos o celestes que, por arriba, terminaban en un talle muy ceñido.
Los zapatos eran altos y de color, del cuero más fino. ¡Era una delicia ver cómo los botines se ajustaban a los pies y luego a la pierna, y cómo ésta sentía que algo precioso la ceñía y los hombres sentían que la pierna lo sentía! Llevar pantalones ofrecía la ventaja de que las mujeres ponían su espíritu y lenguaje en su forma de andar, que, oculta bajo la falda, se siente menos juzgada y observada. Todo era, en general, un sentir único. Los negocios iban de maravilla, porque la gente era despierta, activa y honesta.
Era honesta por educación y buen tipo. Complicarse unos a otros esa hermosa y fácil existencia no les hacía ninguna gracia. Dinero había suficiente y para todos, pues todos eran tan juiciosos que pensaban antes que nada en lo necesario, y todos facilitaban a todos el acceso al buen dinero. Domingos no había, como tampoco una religión por cuyos dogmas pudieran disputarse. Los lugares de esparcimiento eran las iglesias, en las que se reunían para meditar. El placer era para aquella gente una cosa sagrada, profunda. Que permanecían puros en el placer era algo evidente, pues todos tenían la necesidad de hacerlo.
Poetas no había. Los poetas no hubieran podido decir nada nuevo ni edificante a gente así. También brillaban por su ausencia los artistas profesionales, pues la habilidad para cualquier tipo de arte se hallaba ampliamente difundida. Es bueno que los hombres no tengan necesidad de artistas para ser gente artísticamente despierta y talentosa. Y aquellos lo eran, porque habían aprendido a proteger y utilizar sus sentidos como algo precioso. No necesitaban buscar giros lingüísticos en los diccionarios porque ellos mismos poseían una sensibilidad fina, fluida, alerta y vibrante.
Hablaban bien dondequiera que tuviesen la oportunidad de hacerlo; dominaban el idioma sin saber cómo habían llegado a hacerlo. Los hombres eran bellos. Su comportamiento correspondía con su educación. Muchas eran las cosas que se deleitaban y ocupaban, pero todo guardaba relación con el amor por las mujeres guapas.
Todo quedaba enmarcado en una relación delicada y ensoñadora. Se hablaba y pensaba con gran sensibilidad sobre cualquier cosa. Los asuntos financieros eran abordados con mayor tacto, nobleza y sencillez que hoy en día. No existían las denominadas cosas sublimes. Imaginarse alguna hubiera sido intolerable para aquella gente, sensible a la belleza del mundo existente. Todo cuanto ocurría, ocurría con intensidad. ¿Sí? ¿De veras? ¡Qué tonto soy! No, no hay nada cierto de aquella ciudad y aquella gente. No existen. Son pura y simple invención. ¡Muévete, muchacho!
Y el muchacho salió a pasear y se sentó en el banco de un parque. Era mediodía. El sol birllaba a través de los árboles y salpicaba manchas en el camino, en las caras de los paseantes, en los sombreros de las damas, sobre el césped: era un sol muy travieso. Los gorriones retozaban saltarines, y las niñeras empujaban sus cochecitos. Era como un sueño, como un simple juego, como un cuadro. El muchacho apoyó la cabeza en el codo y se integró en el cuadro. Poco después se levantó y se fue. Calro que esto es asunto suyo. Luego vino la lluvia y difuminó la imagen.
Robert Walser
Historias, 1914 (Vida de poeta, traducción de Juan José del Solar, AlfaguaraLiteraturas, 1989)

Obras dolorosas de Duermevela el hablante.


En la noche duermevela…
Joaquín Sabina.
Magdalena Frías
Las manos solapadas por sus ojos lo llevaron a pensar en sí mismo como dualidad, entonces decubrió su mirada perdida y pasó a ser tres, algo no común pero aun posible dentro de las patologías. Su preocupación más severa era llegar a descubrirse monótono, con miles de seres adentro que convivían pacíficamente y lo relegaban hasta sus vísceras; espectador de su cuerpo amanecía en sus brazos, otras tantas en sus pulmones, y cuando más se asombraba las cadenas neuronales le indicaban las zonas específicas para abrir las piernas.

Yo soy Duermevela, un tiempo meditado --con un método escapista--que ataca los decires. El que pasa entre pueblos y pequeñas niñas le sonríen.

Había una estructura de las necias, una poética líquida que mojaba cada espacio ocupado por él y recubría, con un afán vitalista, la nostalgia inoportuna que suele aferrarse a los cuerpos. De pronto miraba a su madre y ella, lejana, le daba una caricia cuando pasaba a su lado. Así él tenía el firme propósito de crecer y abandonar la noche retrospectiva para romper el cálculo mágico que el dios –su dios- hizo del tiempo.

Yo soy Duermevela, el anónimo sin máscara. Mientras cierras tus ojos la conciencia de mi penetración se vuelve oscura.

Es mayo y Duermevela piensa en el calor, estruja un poco sus ropas, se recuesta en la cama y, acostumbrado a tirarse boca abajo, voltea su cuerpo y decide dormir mirando el techo para así alejar las pequeñas sensaciones de ahogamiento, pero finalmente nada le resulta reconfortante. Piensa en miles de palabras que le provocan imágenes desoladoras, otras son un poco funestas pero creíbles, dentro de toda su maraña imaginativa descubre que hay un vacío. Nadie dice nada, cuando el hombre más rico del mundo logra seguir siéndolo, otros hombres menos factibles se echan a su cama y piensan alguna forma de permanecer un poco desatentos de su cuerpo. Él, construye una cotidianeidad espontánea de la que recibe estragos psicológicos, nada a su alrededor le parece viable para sus sensaciones; marginaciòn, automatismo, pobreza, diligencia laboral, conciencia, felicidad, hambre, felicidad…

Yo soy Duermevela entre puentes de mariposas amarillas miro un río, un caudal que no se detiene, por él desfila un cortejo de realidades no regristradas. Yo soy la caricatura final de la puerta hacia el exterior, enciendo la vela que alumbra el camino de los hombres. Cuando das un beso tibio a tu cuerpo me miro en tu piel y amanezco desnudo en tu seno.

Es marzo, el proceso de gestaciòn filantrópica ha fallado. Él se entrega a la pasión de la racionalidad, a pesar de la conciencia latente de un error, de una falla en el sistema completo de metros cúbicos, en la capacidad del espacio y del buen oficio de cocinero, ha localizado, mínimamente, un tiempo que le permite cerciorarse de la hora exacta para poder descansar.
Echarse a la cama con las manos atadas por innumerables frustraciones ha sido el refugio inusitado, perfecto. Son las seis del lunes, mañana o noche, Duermevela recuerda el día que nació, su madre, sus hermanos, su apetecible pastel de cumpleaños. Un globo de cinco metros estirado hacia el cielo, unos clavos y dos tornillos que el señor carpintero dejó después de instalar la mesa de regalos.

Yo soy Duremevela, antiguo visitante que no tiene espacio, una cura artificial que se receta en tabletas sin necesidad de ir al sofá del consultorio. Mirando detrás de la ranura tus confusiones y culpas después del orgasmo, la eyaculación precoz y el poquito de pecado que te hace vivir, me revelo a mí mismo la vida.

Junio. El día es apacible, todas las ilusiones y desesperanzas son aprovechadas, cada una tiene su justo fundamento vitalicio, algunas se recuerdan en el transcurso del paso cotidiano. Una viejita tira migas a un perro, él sabe que no es necesario indicar el error, se sienta en una banca, se acomoda quedito para evitar el calor que aún es desafiante. Unas manos entrelazadas se alejan y una mirada hacia el frente descubre a los hermanos de Duermevela en convivio social. Desesperado atraviesa la calle, corre sin pensar, dentro le late el corazòn y una llama lo ahoga. Llueve.

Yo soy Duermevela en la encrucijada común y citadina. Tengo vacaciones de por medio y un cuartel general de pecados donde crece un laberinto de humo, donde se desarrollan mis nostalgias venideras. Yo soy Durmevela quien despierta en deseo y te nombra.

Es septiembre y el señor Wlolbof hace oraciones a las seis de la tarde. Una campana repite sus gestos simulando octubre o a un muerto. Hace también poco frío, pero no hay nostalgias cuando el sol se revela desde el ventanal del piso trece, a las seis de la tarde. Con una sonrisa diminuta asomando en los labios, ellos, deciden ponerle de nombre Virginia.

(Nota)
Es indudable la capacidad que tienes para hacer frases y que esas frases vengan cargadas de emotividad, misterio y ambientes sepias, nostálgicos. Imagino que un agente secreto escribe esta historia (¿prosa?) triste de Duermevela. Un agente secreto que va dejando pistas para su contacto en Praga o Lisboa, esas ciudades excéntricas que exigen los espías para revelar su anonimato. Siento que yo intento revelar una historia, un significado en este almanaque insomne que se me viene narrando. Por lo demás, creo que es inútil, que hay una opacidad que dispara significados e interpretaciones. Una opacidad que funciona en el mecanismo narrativo pero que deja al torpe lector que soy como un niño obeso al que se le ha escapado el globo de helio que le regaló su madre (disculpa un símil tan tonto) un día de invierno. Me queda la sensación que acabo de leer una historia entre vigilias y días por llegar: esas certezas borrosas enmarcadas por la distancia.
Iván B.

Amanece

"nos sumergimos en la música como en el mar y allí podemos perder nuestra identidad en un acto continuado de identificación con lo otro (...) la experiencia musical nos sitúa en esa posibilidad de plenitud de sentimiento donde el yo se desvanece en sonido."
Margarita Schultz

Pasaron la noche dando guitarrazos. Cantaban del infaltable y uno que otro, mal entonado, parecía aullar al alba. La mayoría, ya sabes, cerveza. Estaban también los que bebían jai boles y miraban la lumbre de la fogata como si se tratara de pasadas concesiones: cursilería, rostros antiguos, palabras prohibidas que se iban consumiendo, nunca.
El odiador les escuchaba sintiendo unas ganas de verte mal, jodido, tirado en la esquina de Serdán y Madero. Orinado al lado de sarnosos canes. Soñando mejores tiempos. Soñando el ahora que le has robado. Duermes del lado izquierdo de la cama mientras tu odiador se arranca con una del infaltable. Ni el narrador sabía que tocara tan bien la guitarra el abominable cabroncete. Canta y se olvida de ti. Tú, del lado izquierdo de la cama, comienzas a tener una larga y espesa pesadilla.

pelícano mirando el mar

Desde que todo pasó, ¿pasó realmente algo? Tengo ataques de brutal sueño. No importa la hora. En el trabajo, frente a los chavales, me ataca el sueño. En el otro trabajo, frente al ordenador, me ataca sin remedio el sueño, ese mundo que nadie habita y donde la suspensión parece ser lógica.
Ayer mismo veía la película “Adicción” que me interesaba bastante por la recomendación que Alicia me hizo un día que platicábamos, bueno, ella platicaba, sobre filosofía contemporánea y el pretendido mal. No pasaron dos capítulos del film cuando ya estaba que no podía abrir los ojos.
Si hago un poco de memoria en días anteriores he dormido poco. He desgastado mi cuerpo en vigilia en actividades poco provechosas como largas caminatas por esta ciudad de lumbre. He ido y venido como un enloquecido yoyo por rutas, que por lo demás, no tienen nada del otro mundo. Sólo Cortázar sentía una cotidianidad fantástica y eso porque Cortázar era un lector quijotesco genial, aunque por Cuba su cotidianidad tuvo que enfrentarse al duro muro de la realidad poco fantástica, como la que me acontece, por ejemplo.
El sueño me ha atacado con tal vehemencia que decidí venir al mar. Qué tiene que ver una cosa con la otra, bueno, en el mar siempre me he sentido como dentro de uno de mis más densos sueños, así que decidí atacar las invasiones de las improvistas ganas de dormir con la sensación real de estar soñando que me causa el electrizante movimiento del mar. El resultado: una nariz roja y las bolsas de mis shorts bermudas llenas de arena. Además de una soledad de perro momia.
Desde que pasó aquello ¿alguna vez a pasado algo? Todo me resulta desfavorable, triste. Creo que pronto me iré lejos. Por lo pronto tomaré una siesta bajo una pequeña palma y arrullado por el breve murmullo de la marejada tranquila.

El odiador

Un hombre recién posa las nalgas en una banca. Sin que nadie lo sospeche desea, con verdadero fervor, que mueras. Puede ocurrir lo contrario pero en éste particular cálculo no hay para donde hacerse y ese hombre, aparentemente inofensivo, quiere, con toda la metafísica que le alcanza, que no es mucha, que mueras. Su deseo alcanza tal desmesura que el perro que lo rondaba sintió la mala vibra y mejor se fue a chupar los restos de una bolsa de frituras abandonada del otro lado de la plaza. El hombre está emanando tal odio que ni los pichones se acercan a mendigar las posibles migajas del pan que guarda en su saco el odiador. Es tal la fuerza con la que el hombre desea que mueras que justo ahora y sin que lo adviertas, una hermosa y fatal viuda negra, gota de noche, se acerca desde un rincón inadvertido a tu cuerpo frágil, de lector atento, y clava su aguijón en tus glúteos aplastados contra la banca.

Rapsodia para Umbral

Muere Umbral, la voz de la ironía

El columnista, que publicó más de ochenta libros, falleció a los 72 años

José Andres Rojo - Madrid - 29/08/2007

Francisco Umbral murió en una clínica de Madrid durante la madrugada de ayer a los 72 años de un fallo cardiorrespiratorio. Considerado uno de los grandes columnistas de las últimas décadas, supo llevar a la prosa periodística una fuerte carga lírica, una audaz irreverencia y llenó sus textos de humor, sarcasmo e ironía. Desde 1961, cuando llegó a Madrid y se zambulló en el Café Gijón, su fama empezó a crecer y se consolidó escribiendo en los periódicos más importantes. Publicó más de ochenta libros y obtuvo premios como el Príncipe de Asturias (1996) y el Cervantes (2000). Hoy será incinerado a las 10.30 en La Almudena, y descansará definitivamente en el nicho en el que reposa su hijo, que falleció a los seis años.
Murió Umbral. Y ya circula la leyenda de que lo hizo mientras dictaba su última columna. Lo dijo Esperanza Aguirre que se lo transmitió el doctor Abarca y que a éste se lo había comentado María España, la mujer del escritor. Le dijo que estaba recogiendo las frases que le dictaba, pero que ya no se le entendía. La anécdota subraya que de todo lo que escribió Francisco Umbral lo más importante fueron sus colaboraciones diarias en la prensa. Era un hombre de su tiempo, que se zambulló en sus contradicciones para dar cuenta de ellas todos los días, así que murió con las botas puestas.
"¿De qué he posado...? De quinqui, de dandi, de revolucionario, de todo", escribió
A las 2.30 de ayer, a Umbral se le paró el corazón en la clínica Montepríncipe de Boadilla del Monte, en las afueras de Madrid. El fallo cardiorrespiratorio se llevaba así a uno de los escritores que más hizo por incorporar la energía de la lengua española, sus variedades y recursos, su riqueza de términos y sus posibilidades expresivas, sus metáforas y su fuerte carga poética, a la escritura de todos los días, a la prosa periodística. Umbral llenó sus columnas de humor, ironía y sarcasmo y las cargó con la pólvora de la actualidad. Sus víctimas fueron muchas y de condición muy variada. Muchos fueron también los que fueron bendecidos con sus elogios.
Por el tanatorio de la clínica en la que murió, informa Silvia Blanco, pasaron ayer políticos (Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre, Rajoy, César Antonio Molina), periodistas, personajes de la vida social (Jaime de Marichalar, Ramoncín, Massiel) y algún escritor (Luis Alberto de Cuenca). Uno de sus seguidores más fieles tachó de "miserable" a la Academia por no haberlo integrado en la institución.
Fue registrado como Francisco Pérez Martínez cuando nació en Madrid el 11 de mayo de 1935. Se trasladó pronto con su familia a Laguna de Duero, en Valladolid, donde pasó sus primeros cinco años. A los 10 empezó su formación escolar y a los 11 lo echaron del colegio. Comenzó a trabajar como botones tres años después. Así que llegó a la literatura de manera autodidacta y fueron sus lecturas las que verdaderamente lo formaron ("En el libro no hay nada. Todo lo pongo yo. Leer es crear. Lo activo, lo creativo, es leer, no escribir", escribió). Su obra da cuenta de ello: no sólo en la irrupción permanente en sus artículos de los clásicos (Quevedo, sobre todo), los ilustrados, la generación del 98 y las vanguardias, sino también en los libros que dedicó a Larra, Lorca, Valle y Ramón y en su polémicos Diccionario de literatura y Las palabras de la tribu, donde mostró sus filias y fobias de manera arbitraria y caprichosa.
Empezó a publicar en Cisne, una revista del Sindicato Estudiantil Universitario (SEU) y su primer gran paso fue en 1958 cuando de la mano de Miguel Delibes empezó a colaborar en El Norte de Castilla. De ahí fue a León y en 1961 desembarcó en Madrid, como quien dice directamente al Café Gijón, y fue esta ciudad la que le dio la fama y la que se convirtió en una de sus materias literarias más queridas. Colaboró con los diarios Ya, ABC, La Vanguardia, EL PAÍS (entre 1976 y 1988), Diario 16 y, desde 1989, El Mundo, además de estar presente en numerosas revistas. Umbral se casó en 1959 con la fotógrafa María España y tuvo un hijo, Pincho, que falleció de leucemia a los seis años.
En Mortal y rosa (1975), para muchos su mejor novela, Umbral volcó su dolor por esa pérdida que lo marcó de manera definitiva ("El hijo es un relámpago de futuro que nos deslumbra. Por él, por mi hijo, he visto más allá, más adentro, y más lejos, y quizás, ay, eso basta"). Toda su literatura ha sido siempre testimonial, con una arrolladora presencia del yo y con un obsesivo afán por ser memoria de una época y de unos lugares. Sus obras de ficción tienen así mucho de autobiográfico, como lo tienen sus ensayos: en realidad, la literatura de Umbral tiene la consistencia de una larga columna, que no tiene necesariamente que construirse con la prisa de la actualidad y que puede desarrollarse también en espacios mucho mayores.
"¿De qué he posado yo en la vida? De quinqui, de dandi, de revolucionario, de todo", escribió Umbral. Las gafas de pasta oscura, la melena larga, la bufanda, los jerseys claros de cuello alto, la chaqueta de pana, el largo abrigo (según las temporadas). El gato, del que tanto habló, y las mujeres. La política y el poder, la crónica rosa, las anécdotas sobre los personajes públicos que iba atrapando, sus rotundas afirmaciones y su gusto por provocar. Todo eso forma parte del personaje.
Reconocieron su escritura galardones de la importancia del Príncipe de Asturias (1996) o el Cervantes (2000) -tras una maratoniana reunión del jurado y después de 10 votaciones-, amén de otros muchos que resultaría demasiado prolijo citar. No tuvo suerte con la Academia: en 1986 fue presentado por Delibes, Cela y Areilza para ocupar el sillón F. A pesar del respaldo de sus padrinos, el elegido fue José Luis Sampedro.
Entre sus libros, que son más de ochenta, destacan Las ninfas (1975), La noche que llegué al Café Gijón (1977), Trilogía de Madrid (1984), El socialista sentimental (1999), ¿Y cómo eran las ligas de Madame Bovary? (2003) y Días felices en Argüelles (2005). En marzo de este año publicó el último, Amado siglo XX, donde hacía un balance de su vida.
"Quizá la literatura sea eso", escribió en Mortal y rosa. "Desaparecer en la escritura y reaparecer, gloriosamente, al ser leído. Por eso no hay que hacer demasiado evidente el esfuerzo del pensamiento al escribir. Para no entorpecer la resurrección de la carne que glorifica al autor cuando es leído. Toda lectura tiene, por lo menos, este doble fondo. Hay una superficie de prosa, de ideas, y debajo, como una figura inmovilizada dentro del hielo, está el autor".

Imágenes de un solitario
Juan Cruz 29/08/2007

Hay una imagen en EL PAÍS tan antigua que en ella está José María Pemán, y en la que se ve a Francisco Umbral de rodillas hablando al oído del académico al que la edad le estaba enviando sus últimos mensajes. Era la foto del relevo. El columnista de un tiempo que se estaba venciendo, y que en cierto modo se iba con él, y el columnista que venía, con otros materiales y con distinta fiereza.
Era un hombre agreste muchas veces, reaccionaba con el sable, pero tenía el alma de un niño
Esos materiales con los que venía Umbral eran los materiales de la transición, se los encontraba yendo a comprar el pan y el periódico y llenaban las negritas de las columnas que escribía. Era querido, temido y requerido, y ese poder que le dio la escritura, ganado con el pulso de una metáfora que hizo símbolo de lo que tocara, fue para él también como una reivindicación personal. A veces lo hizo a destiempo, pero cuando le salía el ramalazo fieramente vanidoso lo que estaba mostrando era en realidad el alma de un cuerpo herido por la biografía y por la historia.
Era un hombre agreste muchas veces, reaccionaba con el sable, pero tenía en el fondo de un corazón acentuado por la soberbia literaria el alma de un niño que nunca le abandonó del todo. Se diría que su amplia biografía, a la que le dio todas las vueltas que pudo, jamás pudo tocar el techo que él buscaba, a veces por pudor, a veces por el compromiso que los hombres pretenden sellar con el tiempo; pero el tiempo engaña siempre, nunca otorga la prórroga que promete, y lo cierto es que ese desgarramiento que siempre amanecía en sus libros más propios y más notables quedó pendiente tantas veces que a él mismo debió perturbarle no alcanzar esa cima.
Fue en Mortal y rosa, el libro verdaderamente desgarrador de la literatura autobiográfica española, donde Umbral dio lo mejor de esa memoria herida que lo habitó hasta el fin; ése fue el retrato de su hijo, muerto tan temprano, pero si ahora, con la distancia de hielo que produce el fin de una persona, ese libro se leyera pensando en Umbral, en el propio Umbral muerto, es posible que encontráramos en él las claves de lo que nunca pudo terminar de decir sobre sí mismo.
Un libro, una línea, cualquier palabra puesta en el lugar de la mejor fortuna, decía Borges, basta para considerar a un escritor como el autor de una gran obra literaria, y si eso es así y lo consideramos como un canon por el que juzgar la obra total de un literato, es verdad que Umbral se mereció muchas veces ese puesto que él buscó, también, con tanto ahínco. Cuando ganó, y mereció, el Premio Cervantes, me pareció verdaderamente mezquino lo que le dijo un allegado queriendo ser jocoso: "Nos costó más tu premio que el indulto de Liaño". Porque Umbral se merecía ese reconocimiento y nadie tenía derecho a ponerlo en la balanza de los favores patrios, aunque muchos se aprovecharon y tiraron de él para un lado o para otro, y en ese momento tiraron demasiado. Pero, en fin.
Umbral fue gran parte de su propio trabajo; repujó los materiales que tuvo a mano, pero cuando tuvo que hacer de sí mismo un espejo procuró dar el perfil de los que le precedieron en lo que para él era su estirpe: Byron, Larra, Baudelaire... No resistió las costuras de la prensa, aunque fuera fieramente periodístico en la búsqueda de esos materiales con los que se erigió en el columnista de una época.
Una de esas imágenes que conserva mi memoria es la de Umbral con una niña en sus hombros, caminando hacia un concierto de Ramoncín, en Vallecas. Ese mismo Umbral iría luego a un chiringuito a ponerse pringado de calamares fritos, que comía con las manos y con el abrigo puesto. Buscó ahí sus materiales, entre la gente, en medio de la fritanga, animado por un poder de observación que luego usaba, y para eso tenía autoridad literaria, como le daba la gana. La gente salía en su foco para salir en el retrato, y a veces él hacía sobresalir las negritas no sólo para complacer la sonrisa que recibía, sino para zaherirla; ese poder le dio certificado para glorificar y para molestar, y como suele suceder en los dos lances cometió aciertos e injusticias, y es lógico que cada uno recuerde lo que le hizo placer o daño en primer lugar.
Como dijo una vez Víctor García de la Concha, cuando a Umbral le dieron ese Cervantes que alguien le quiso vender como un parto extraliterario, "era un creador de lenguaje"; y lo buscó en la calle hasta que pudo, en la memoria y en la calle; no era, decía, sino el fruto de un diálogo callejero. Cuando ya no pudo y la calle se le hizo niebla, Umbral se ensimismó, sus columnas fueron más históricas que callejeras, y él mismo notó en ese pulso el maldito castigo del tiempo, contra el que luchó desde que era un chiquillo e iba a tomar cervezas en la plaza de Santa Ana para beber, por ejemplo, en el espíritu de Hemingway. Y empezó teniendo ese espíritu de Hemingway, o de otros maestros suyos, pero subyacía en su ánimo, y acaso la grosería de la vida no lo ha sabido ver bien, la melancolía herida de un Francis Scott Fitzgerald.
La última imagen que tengo de Umbral es, también, en el propio salón real en el que los Reyes recibían a los escritores; fue hace dos años: él acababa de pasar por la enfermedad más grave de las que tuvo y era de los pocos de aquella reunión que permaneció sentado, con María España, la elegante, atenta mirada que siempre le hizo falta. Como Pemán entonces, él sentado y sus contertulios agachando las rodillas. Con el humor con el que afrontó siempre los encuentros, como el dandi que quiso ser y que fue en los años pletóricos de su vida, hizo la broma de la posteridad ("No, aún no soy póstumo"), e hizo gala de una memoria que fue su principal aliento literario. Tenía entonces ya la palidez sólida en su rostro, una especie de trofeo que exhibía su misantropía, y su mirada, que había sido reparada por la cirugía, ya no podía ser físicamente la que fue, fragmentada en los mil pedazos de las viejas dioptrías.

Resplandor en la oscuridad
Manu Leguineche 29/08/2007

Quiso ser un maldito. Fue antipático para unos y condescendiente con otros. La voz se la tomó prestada a Cela, la vestimenta a los poetas franceses. Se creó una imagen propia sobre sus orígenes. Tan pronto era de Valladolid como del Rastro, se autocalificó de dandy, e hizo de su vida pura literatura. Su hallazgo fue su columna. Lo que no podía soportar el franquismo era la ironía, el ridículo. Y allí estaba Umbral con su aspecto de Don Juan marmóreo para poner de vuelta y media al franquismo. Puso en circulación lo del pan bajo el brazo, la bufanda roja, el gabán hasta el suelo.
Frecuentador de los mitines del PCE y amigo de la izquierda, se pasaba también por los cafés, donde dejaba su tarjeta de visita. Se hizo grandes enemigos por su desparpajo. Provocaba gran envidia de la sana y de la insana.
Delibes le explicó la diferencia entre periodismo y literatura, y se lanzó a escribir de todo. Así se granjeó esa imagen de señor que quería ser "sublime sin interrupción". Hizo una carrera periodística al mismo tiempo que cultó la novela, el memorialismo. Fue un creador de grandes personajes y su prosa se deslizó por los ambientes de Madrid con la aproximación del sociólogo más que del novelista puro.
Recibió alguna paliza, pero las olvidó porque la vida seguía. Salones de marquesas, tabernas, bares de lujo en los que exigía el aire acondicionado con malos modos, un comunista que trataba mal a los camareros, rastros para alimentar su leyenda de buen escritor y ciudadano áspero. Una cierta crisis le llegó el día que se preguntó si lo había conseguido todo, como quería a veces metas inalcanzables como el Nobel. Dejó de lado a Delibes para elegir con fervor a Cela porque le prometió no sé sabe qué premio. Era raro por obligación y por leyenda, numerero a la busca de la fama perpetua. Ese día que no consiguió el Nobel, pues nadie lo había propuesto, comprendió que luchó mucho, pero todos los éxitos le eran insuficientes.
Era envidioso. Cargaba contra todo lo que se le pudiera oponer y veía a cualquier recién llegado como a un rival. Solitario y sentimental, su gran drama fue la pérdida de su hijo. Él se hacía el distante, pero adoraba a su hijo. Cuál sería su abatimiento que me preguntó cómo podría congelar el cuerpo en un instituto de Italia. Lo digirió muy mal y pasó una etapa oscura. No era el perdonavidas y el hombre frío que prometía. Con sus amigos llegaba incluso alguna vez a la ternura.

El seductor sin género
Vicente Verdú 29/08/2007

Será obsceno proclamarlo pero yo adoraba a Paco Umbral. No teníamos, en el fondo, nada que ver puesto que su pozo biográfico y el mío han sido muy distintos pero nos entendíamos en la forma. O mejor dicho: pensaba yo hace años que nadie le entendería mejor.
El arte de la escritura posee vida propia pero incluso doble vida cuando la trata el amante oportuno y la invita al pecado y la transgresión. En las manos de Umbral, la escritura nunca fue un ser ya escrito sino una criatura en continua invención a la que daba un rebelde y finísimo aliento. Todo era posible para él ante la página en blanco que, muy lejos de ser cursi amenaza para el autor, se alzaba ante él como la tórrida ocasión de la conquista. Desde el principio, como con las mujeres, había deseado ocuparla y complacerse en ella. Más aún, siempre pareció que le faltaba papel para seguir escribiendo, pista para continuar bailando o blasonando. Si se atuvo, por ejemplo, a los límites de la columna fue porque en los periódicos cortan sin piedad y, probada esa ley, es preferible no alargarse hasta el degüello. En lugar, pues, de seguir escribiendo unas líneas sin tasa, Umbral se tasaba el reloj para hacer una firme unidad entre redacción y mecanografía, pulso y pulsación, mente y dedo.
A ese punto crítico de fusión había llegado su quehacer y su placer conjuntos. A nadie más recuerdo con tanto ímpetu en la vocación y con una carrera tan pugnaz y caudalosa Desde que le conocí hace medio siglo acodado en el bar del Instituto de Cultura Hispánica, su monomanía se dividía en dos: escribir y ligar, ligar y escribir, enlazados en un nudo narcisista que finalmente lo lubricaba todo.
Divertido y colérico
Divertido, irónico, airado, sorprendente, megalómano, memorioso, colérico, heroico, Umbral ha disfrutado de los mejores atributos para hacerse leer mediante adoradores, adictos y feroces enemigos. Fue duro cuando se lo propuso pero también cariñoso, mimoso y tierno hasta la disolución. Su escritura es tan propiamente escritura que resulta intraducible a cualquier otra expresión o formato porque, efectivamente, cuando el texto es preciso nada hay que logre su reproducción. De esta manera devota y frívola nos entendíamos. No basta decir algo por hondo o trascendente que llegue a ser. Lo verdaderamente importante es la inmanencia, la energía de su instante y su pegada.
Escritor y periodista, periodista y escritor, Umbral ha dejado bien claro, por si fuera necesario, que el oficio de escribir llega mucho más allá del género. ¿Novelista? ¿Ensayista? ¿Columnista? ¿Poeta? Umbral ha sido, como su amado Pla, el gran escritor sin clasificación previa. La raza de escritor que siendo tan auténtico y grande no cabrá nunca en el modoso corte y confección del género.

Los metales nocturnos de Francisco Umbral
Rojo

Leo en el aeropuerto de Barcelona y me gusta. Escucho el rumor de lenguas desconocidas entre el ajetreo. La sala de espera (en la que no espero nada) se me figura una nube de ecos que transita sobre idiomas distintos, una veladura que empaña al mundo de maletas y aviones. Todo se desvanece entre la nube de ecos y lo único que existe es lo que se me viene narrando en la novela, la nave que recién abordo.
Ahora, por ejemplo, existe la noche neonazi de un Madrid agujerado. El sepelio de Juarecito, oaxaqueño asesinado de dos plomos en la cabeza y con una sonrisa de latinoche eterna guardada en su ataúd de jaba. Luego está la putita adolescente que mama gratis por subirse a un rolls-royce suicida y que después quedará olvidada en su muerte con los brazos pinchados por el vampiro oscuro de la noche. Una putita enterrada en algún rincón añoso de panteón romántico madrileño (que huele a ojos de perro hinchado en los que se refleja la luna, cuando hay luna, siempre opaca, y donde los miados de gato y mierda de vagabundo, la más espesa, platican con el zumo de los muertos).
Me gusta leer en el aeropuerto y sentir el metal sombrío que sube a los cuerpos de hombres y mujeres atrofiados por el ir y venir.
"La gente hace turismo para vivir la nostalgia de su casa, la gente se distancia un poco de su verdadera vida para verla de lejos como una película sentimental. La gente hace turismo para, luego de vuelta, estimular la nostalgia improvisada del país lejano entrevisto, y con estas cosas van poniendo argumento a su vida, a una vida que no lo tiene."
Turistas torpes que van a Osaka, según los ecos que llegan, o que transbordan en Barcelona hacía Madrid. El Madrid skinhead que persigue, que no persigue a nadie y del que Jonás, personaje narrador de la novela, se esconde. Jonás, escritor con la pluma muerta de otro tiempo, sin biografía, estudiante de paredes blancas, esculturas blancas y planas de la vida. Ese narrador sin ballena que se aguijonea y se muere bebiendo whiskey. Ese muerto de calles con putas prendidas al sexo, mamando muerto, bocas negras de muerte. Ese escritor viejo en la noche sin tiempo del desmadre; aislado en la belleza de morir o de esconderse. Hoy no viajo en hidroplano, cierro mi nave y salgo del aeropuerto. Vuelvo a abrirla en un tren Renfe que me lleva a Passeig de Grácia. En el libro (mi tren) una ciega hermosa baila con el escritor viejo de literatura extinta (Jonás) y yo bailo dentro de mí al escuchar: yo soy un hombre sincero, de crece la hierba, donde creció la palma. Un Guantanamera mal entonado por catalanes que repiten el estribillo de más. La sinceridad de la que se jacta el latinoamericano en el son cubano no me lo creo y abordo de nuevo la lectura. No hay nada que me interese más en este momento que la lectura de la novela que se me abre, dócil, en las manos.
Bailan, los personajes bailan y son ciegos hasta que llega la Poli. Una historia donde la imposibilidad es régimen y orden, como en la vida, y donde los posibles encantos no perduran o son fugaces (imagino la burbuja sanguinolenta que sale de la boca de los aplastados y golpeados y violados (as) por la vida y sus cabronas criaturas en estos momentos).
Nuestro narrador chupa el dedo de una feminista y después a nuestro narrador le chupan el pito flácido y sale de nuevo a la calle: ese horror donde le buscan navajas y asesinos. Jonás encuentra refugio con el escritor de la novela, un mamón sin precedentes que ganó los premios Crítica, Príncipe de Asturias y el Cervantes en el 2000. Un escritor que se dibuja en la narración deslucido, olvidado; un coleccionista de gatos y coños de estudiantes de los primeros semestres de literatura española (se dice). Un cabrón que narra con las úlceras más corrosivas de la literatura. Un prosista dotado de poesía, como pocos, y que desde la novela escribe a los periódicos (ABC y El País) para que suelten al personaje (Jonás) acusado por la muerte de una adolescente putita que se sube a los rolls-royce suicidas a mamar pinga gratis. Acusado por vender caballo enfermo a los adictos madrileños (heroína adulterada).
Desde la cárcel el personaje-narrador, Jonás, defiende su reclusorio y se siente bien y se folla a una periodista latina a la que le otorga una entrevista. Desde la cárcel prefiere no escribir una sola palabra de su aparente vía crucis para no caer en el kitsch de escritor encerrado que se lamenta infinitamente, como Wilde y otros; que no escribe porque no tiene palabra ni ganas de que lo lea la jungla salvaje que se pincha y se muere multitudinariamente leyendo diarios o en trabajos inverosímiles y aburridos. Un escritor que escribe palabras invisibles de silencio y que mira las esculturas planas y caladas que son las paredes de su celda.
Llego a Passeig de Grácia y dentro de mí han quedado incrustados Los metales nocturnos como las joyas cáusticas que son. Una novela sobre los fondos humanos (nuestra grandeza) como todo en Umbral.

Los metales nocturnos Francisco Umbral Ed. Planeta, 2003.

Canción para niño Bily

Para noche corrosiva en C B F R M E
1
Blues. Eso es. Acaba de llegar. Ta gordo pero importa poco. Es un cuerpo, otro. Importa el piano. El sonido de cristales. Mira, ese sonido traspasa como espíritu de venado. Como torpe ráfaga de polvo. Mira. Ese es tu blues. El blues que toca y no es otro. Es éste.
2
Importa poco el nombre del músico. El músico es el follaje que se mese afuera. El músico es el travestido, la pantera de la noche.
La espalda dormida como rostro de gigante.
3
Esto es tu blues. Tu canción samuray. Tu giro insospechado. El amante en su sitio exacto. La distancia.
4
Quién es el miedo y quién el amor.
5
Niño veladora, volcamiento, autopista honda. Eres el blues delgadísimo que sobra. El que sigue tocando aunque vengan soles negros. Aunque esté de cabeza, deshuesado el tiempo.
6
Eres tú, ráfaga, cuchillo de peces. Eres tú. Nadie sigue tocando. El músico se ha quedado dormido. Eres el piano que contrató el jefe. El vacío. La sombra.
7
Éste es tu blues y no otro. Tu flama de ciudad silenciada. Fuego recogido. Cabalgata de brujo.
8
Tu blues secreto. Sembrado en todas partes.
9
Ahora te crece el blues y el cabello. La historia oculta en la palma de tu mano. La historia de tatuaje y mirada. De caligrafía perfecta. Éste tu blues. Vagones de un tren diminuto. Infinito.
10
Respira. Tu blues no acaba, comienza.

Viernes doble


Es viernes. A estas horas ya llegaron o están por llegar al pluma. Javi seguramente se ha surtido y tiene listos los papeles. Quizá, por fin, se organizó con Duermevela y cada uno está cargado de la brutal mercancía que disfrutarán, a módicos doscientos varos, fotógrafos, editores, poetas, periodistas, alcohólicos y tiradores de poca monta. Gratis para Gigante, Lety, Ema y los acompañantes que quieran entrarle.

Cata duerme a Catito y aprovecha para descansar un poco. Hoy tuvo que terminar el encargo para seño Copete; después de todo ha pagado por anticipado. El retrato le quedó poca madre. Catito no se deja y parece que intuye que mamá saldrá esta noche. Cata hace un circo: toca el tamborcito que le regaló V a Catito, no funciona, el acordeón tampoco, la panza de rana menos. Lo que termina por hipnotizar a Catito es el resumido cuento de Melville, ese de la ballenota blanca.
Un poco adormecida Cata se mete a la ducha y el agua tibia la reconforta.

V hace evidente la torpe ingenuidad de R sobre temas referentes a la plástica tras su estupida pregunta: ¿por qué ya no hay pintores míticos, unánimes? V habla de tiempos distintos. Nombra a Tamayo, a Damien Hirtz y Miquel Barceló. Departen sobre el espíritu de las generaciones. Hacen pequeños resúmenes de Van Gogh, Egon Shieli y Mondigliani.
El hálito chamánico en las pinturas de Kokoschka les parece milagroso. V recuerda la anécdota de cuando Kokoschka intentó vender a un hombre el retrato que previamente le había encargado y al que el pintor decidió hacer con uno de los brazos tullido. El hombre creyéndose timado o que aquello se trataba de una burla, entregó al fuego el retrato delante del pintor alemán. Meses después una extraña enfermedad ataca al hombre y lo deja con un brazo estropeado, el mismo que el pintor advertía en el retrato.

Los primeros pases delatan que aquello se trata de veneno (de la que usa el papa). Gigante ya está pensando en pedir crédito para hacer una bacerola. Javi comienza con sus habituales muecas de los viernes y Duermevela no para de hablar de sabe qué dragón kundalini y mantras infinitesimales. Javi le tira a león y le dice que se deje de choradas tántricas. Se van juntos al mugroso baño del pluma donde gigante fuma con Sol. La marihuana huele a lomo de valle y Duermevela fuma un poco también. Javi, con un antojo que parecen dos, se muerde un huevo.

Después del baño tibio Cata no se lo piensa dos veces. Deja encargado, a su madre en vigilia, el sueño de Catito.

V lanza el humo del camel por una ventana que da a tendales improvisados donde se mecen húmedos, como colgados ensangrentados, camisas y pantalones. R intenta enseñar a V el difícil arte de dibujar volutas con el humo de los camel. Ella de plano no puede hacer volutas de humo. Beben cerveza xibeca evocando a los amigos. Sienten una nostalgia, que parecen dos, del mugroso pluma.

La noche viene cargada. Hoy Franz se liberó de la literatura o la nostalgia, de los amores rotos y los amores enmendados y le cayó de improvisto al pluma. Le acompaña Mastroenni. Vienen de un recital convocado por ñeros amantes de pies de página. Javi les ofrece el primer pase. Hay buen ambiente. Celso Piña le canta a un Macondo que de pronto resulta peligrosamente familiar.

Escuchan Lila Downs, Cafeta cuba, Jaime López, Gotan Project, Andrés Calamaro. Las xibecas ya han subido y V baila moviendo con sabrosura las caderas. R canta y piensa entre ráfagas de lúcida borrachera en Piglia, Pitól, Alberti, Coetzee, Amis, Carver, Bellow y Kafka, sobre todo Kafka; lecturas que ha hecho esa semana de niebla. Luego no piensa nada y se levanta a bailar con V.
Pronto tomarán el metro dirección el muelle. Les espera el rumor del mar cerca de la champañería.

A Javi le quedan dos papeles. Está pensando metérselos él solo. Pero allí está Gigante y Duermevela, allí Sol y Lety y Ema. Piensa que de perdida se quedará con uno y les propondrá un crédito (para que no sea tan de gratis, cavila). Gigante y Ema están deacuerdísimo. Pero también llegó Franz y Mastroenni, que son como aspiradoras enloquecidas. Entre muecas y apretones de quijada, Javi decide que aquellos gramos serán pa la bola. Siente un poco de emoción al verse desprendido del veneno, con lo duro que están los chotas, piensa.

El primer sorbo de champaña les sabe a gloria. Los bocadillos son una delicia. Lo único es que el lugar está atestado, incómodo. No pueden ni mover el rabo pero disfrutan el momento. Es imposible saber qué les pasa por la cabeza en estos instantes.

Gigante da un manazo a un punk borracho pasado de lanza. El punk le dijo a su amigo y entonces Javi recibió un manazo. Vuelan sillas. Vuelan botellas vacías como pájaros torpes de hielo. Aquello es un desmadre.

Cata llega y encuentra la fiesta estropeada. Todos hablan del incidente. Algunos exageren. A Gigante no le pasó nada, a Javi y Franz les han dejado un ojo morado. Dicen que a los punks les fue de la horrible.

A Javi todavía le queda un buen veneno. Se irán al inframundo a beber cerveza tibia. Cata dice que ella pone tres Caguas. Todos hacen muecas, menos Cata que está repentinamente feliz y no le pone.

V y R se acoplan con fresas de Monterrey pero terminan desafinándolos pronto. La champaña les otorga una ebriedad ansiosa. En el último sorbo brindan por Cata, Javi y Duermevela. Brindan por toda la bola que ya está brindando a su vez en el inframundo. Salen del lugar infestado por turistas. Deciden dar una caminata descalzos por la playa. No se sabe más de ellos

La muerte es un automóvil con dos o tres amigos lejanos
-Bolaño

Saint Jordi

Te veías lindísima en ese vestido. Por las calles flores y libros y Pombo y Vila-Matas. Pero a ti te importaba un brócoli. Te importaba el puerto y sus waffles con caramelo. Una caña en el Rabal, una caminata por la Barceloneta.

te dije que las ramblas cercanas al Rabal
siempre están atestadas
por turistas torpes

señalaste que en los bares
cercanos sirven las mejores
patatas bravas

recordé el precio de la cerveza
y lo poco que tardan para
traer los bocadillos

nos fuimos en bus

era día de Sain Jordi
y la ciudad olía a libro abierto

Vila-matas nos pareció de
lo más chistoso

yo casi regresaba a México
y tú mirabas la porción de arroz
con leche en el plato de otra mesa

la caña era de lo más sabrosa
y en nuestras copas se reflejaba
la multitud reverberante

el sonido de cubiertos
y el olor a música que se desprende
del jamón serrano
nos dejó tranquilos
como piedra de río

amé tus ojos amarillos
de barco despedazado
un año sin verano

amé la lluvia ligera
que me recuerda este día
con olor a desierto y musgo

este día tan cercano en la distancia

Las promesas del Monstruario

Con un prólogo de Franco Félix desde la literaria Ciudad Villa Luz, Ediciones Altanoche nos presenta su primera producción: Monstruario, de Iván Ballesteros. Entre plaquette y libro, austero en el diseño pero digno, este cuentario contiene una quincena de textos que exploran la morbidez, la nostalgia y la alucinación -en ese orden-, en el escenario apenas insinuado de una urbe que se edifica desde la ficción.
La primera parte, Amarillo, sin duda la más sugestiva, se constituye de cuatro brevísimos cuentos que hurgan en la nota roja sin pudor, pero que gracias a un lenguaje poéticamente seco, estético en su virulencia, trascienden el testimonio periodístico y se convierten en cuatro certeros balazos, donde la morbosidad llega a convertirse en humor negro, en absurdo. Amarillo invita a seguir con la lectura.
La nostalgia se instala en la segunda parte: Ocupaciones secretas. Un ejercicio de la reminiscencia que nos lleva a un padre mítico, a una madre que se resiste al recuerdo porque el desencanto y la vulgaridad de la existencia no esculpen versos. Vulgaridad que en Final se refleja con crudeza en el manojo de cabellos húmedos que cuelgan de la mano de Marga, en el silencio inevitable de la pareja que ha perdido la ocasión de sorprenderse. “Se habían convencido de lo buenos que eran acompañándose en el péndulo de aniquilamiento que se había convertido su vida”, sentencia el autor con este dibujo del aburrimiento y la aceptación del asco. Entre la crisis existencial y el misterio de los espejos transcurre la segunda parte que cae en la complacencia del cliché con el cuento Intercambios (lugares comunes)-parece admitirlo Ballesteros desde el propio título-, para cerrar con un mucho más cotidiano, pero sin embargo climático, Educación pública o los discípulos de la explosión. En este relato, el autor echa mano de una prosa que linda con la oralidad y el habla y nos relata la locura a la que pueden llegar los maestros de cualquier nivel al enfrentarse cotidianamente a esa tan traída y llevada, tan manoseada, educación. Una locura que se refleja en “ese pausado obstáculo en su mirada, como si años antes hubieran llegado al final de sus pensamientos”.
A pesar de que la tercera parte da título a todo el cuentario, probablemente se trate de la más débil de las tres. Monstruario carece de la contundencia de la primera y de la solidez anecdótica y estructural de la segunda. Uno tiene la sensación de que los textos que componen la última sección del libro son anteriores en el tiempo, cuando apenas iniciaba la exploración del autor en busca de su propia identidad. El mundo de Monstruario es más adolescente, el lenguaje más titubeante y las premisas no nos sorprenden. Por ende, las conclusiones nos dejan ese sabor de boca de estar ante ejercicios literarios y no ante cuentos acabados.
¿Pecados de juventud? Probablemente, pero que se expían gracias a la solvencia de la gran mayoría de los textos. Iván Ballesteros es un autor que inicia y eso nos conduce a la certeza de que estamos ante un escritor que amenaza con una narrativa renovadora, presta a sorprendernos. Por lo pronto, con este su primer Monstruario dice presente. Vendrán Ballesteros más sólidos, seguro, más hecho, y de la promesa que ya es pasará a los primeros planos de la narrativa sonorense, también seguro.

(Imanol Caneyada)
Escritor vasco radicado en Sonora
Texto aparecido en el Imparcial, sección perfiles.
Domingo 22 de julio.

la lluvia anoche

no dejarás pasar los días nublados dice:
hola desvelado corazón
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ese karnalon
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
tomando fotos tú dentro de esa foto?
no dejarás pasar los días nublados dice:

no dejarás pasar los días nublados dice:
una meta foto
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
oh
no dejarás pasar los días nublados dice:
acá hace un día hermoso
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y como te va a ti a parte de eso
no dejarás pasar los días nublados dice:
único
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ooooh
no dejarás pasar los días nublados dice:
vi a tu hermano
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de lo qu me pierdo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
orale
no dejarás pasar los días nublados dice:
nos dimos un buen abrazo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
eso
no dejarás pasar los días nublados dice:
él olía a suchi y yo a cerveza
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jejeje
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
par de apestosos
no dejarás pasar los días nublados dice:
jaja
no dejarás pasar los días nublados dice:
está bien loco
no dejarás pasar los días nublados dice:
acá
no dejarás pasar los días nublados dice:
tranquis
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
no has recojido tu carta?
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
te haces viejo pienso
no dejarás pasar los días nublados dice:
es con esta chava no se sabe
no dejarás pasar los días nublados dice:
la tiene en otra parte
no dejarás pasar los días nublados dice:
o no está
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
si, lo se, es la dina
no dejarás pasar los días nublados dice:
je
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
por eso fue lo que fue
no dejarás pasar los días nublados dice:
que bonita la lengua griega
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
oh, justamente ahorita que llegaba de la chamba, abriendo lapuerta de casa, iba saliendo mi vecino de arriba, es griego, nunca nos habiamos topado
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y me despedí de él en griego
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y me entendió
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jeje
no dejarás pasar los días nublados dice:
chilo
no dejarás pasar los días nublados dice:
estoy trabajando como espía de medios
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ah si eh
no dejarás pasar los días nublados dice:
te digo comento una nota para que sientas la palpitación de hermosillo un poquito
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
haber
no dejarás pasar los días nublados dice:
mira
no dejarás pasar los días nublados dice:
pasó ayer como a las 3:00 de la tarde
no dejarás pasar los días nublados dice:
esa hora infernal en hermosillo cuando las calles son pistas de luz y cegera
no dejarás pasar los días nublados dice:
una mujer voluptuosa, acá, con unos melones de aquellotes. Luego se cargaba la falda más corta del mundo. una mujer sexy, con la boca hinchada y los ojos adormilados.
no dejarás pasar los días nublados dice:
pues hizo la parada a un primero hermosillo
no dejarás pasar los días nublados dice:
el chofer la sube
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de esas salidas de con bukowskky
no dejarás pasar los días nublados dice:
pero a las cinco paradas le pide a la belleza voluptuosa que se baje
no dejarás pasar los días nublados dice:
que no puede manejar el bus con semejantes presencias brillando en el retrovisor
no dejarás pasar los días nublados dice:
ni la mujer ni los viajantes entienden
no dejarás pasar los días nublados dice:
el chofer le dice que se baje
no dejarás pasar los días nublados dice:
entonces detiene el bus y toma de la mano a la ricura y le grita !bájate!
no dejarás pasar los días nublados dice:
llega la policía
no dejarás pasar los días nublados dice:
aquello es un alboroto de mercado
no dejarás pasar los días nublados dice:
yo no la voy a llevar, me rehúso
no dejarás pasar los días nublados dice:
asegura el chofer
no dejarás pasar los días nublados dice:
el salomónico policía
no dejarás pasar los días nublados dice:
pues si no la vas a llevar dale para el taxi
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jeje
no dejarás pasar los días nublados dice:
el chofer sacó un arrugado billete de cincuenta pesos y se lo entregó a la mamasita
no dejarás pasar los días nublados dice:
se subió al camión
no dejarás pasar los días nublados dice:
metió el embrague
no dejarás pasar los días nublados dice:
la primera
no dejarás pasar los días nublados dice:
y una nube tóxica hizo carraspear a la chiquilla, el poli no podía dejar de verle los senos brincoteando
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que locuras se pasan por alla, con ese calor
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
no estarian filmando una pelicula narcohillo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
?
no dejarás pasar los días nublados dice:
jaja
no dejarás pasar los días nublados dice:
no
no dejarás pasar los días nublados dice:
pasó
no dejarás pasar los días nublados dice:
neta
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
oh que locura
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ya me imagino
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
seguro se la llevo el poli
no dejarás pasar los días nublados dice:
me reí machín cuando la escuché
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
tierra
no dejarás pasar los días nublados dice:
si
no dejarás pasar los días nublados dice:
pinche poli
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jejej
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
se me hace que te la contó tu karnalito
no dejarás pasar los días nublados dice:
jaja
no dejarás pasar los días nublados dice:
no
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
suena a historia de él
no dejarás pasar los días nublados dice:
salió en el radio
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
parece que lo escucho
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jejeje
no dejarás pasar los días nublados dice:
tartamudiando
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
andale jajajjaa
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ayayay
no dejarás pasar los días nublados dice:
qué dice tu nick?
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
glikia i zoi
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
la vida es dulce
no dejarás pasar los días nublados dice:
necesitamos algo de dulce
no dejarás pasar los días nublados dice:
si
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
es un verso de dionisios solomos, uno de los poetas unicos de grecia
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
la vida es dulce y.... la vida es dulce
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
todo lo que transcurre entre esos puntos y el siguiente verso es lo mas maravilloso
no dejarás pasar los días nublados dice:
chingón
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
para despues decir, si, eso es, no hay mas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
la vida es dulce
no dejarás pasar los días nublados dice:
la vida sí
no dejarás pasar los días nublados dice:
nosotros no
no dejarás pasar los días nublados dice:
somos el sueño de la sombra
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
quiza seamos lo contrario hermanito
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
o solo un rastro de ella, sin reflejo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
sol alli
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
solo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
atrapado en un sueño inentendible, puro e insondable,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
en suma
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
tu
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
el universo
no dejarás pasar los días nublados dice:

∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y luego es todo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
zac,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
se acabo
no dejarás pasar los días nublados dice:
noooo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
o despertaste
no dejarás pasar los días nublados dice:
sigue
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y amaneciste por alla,
no dejarás pasar los días nublados dice:

∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
por rumbos incomprensibles
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y tus ojos se abrieron como flores del amanecer
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
viendo mas alla
no dejarás pasar los días nublados dice:
acá ya es 14:30
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
lo que antes no viste
no dejarás pasar los días nublados dice:
allá
no dejarás pasar los días nublados dice:
donde está todo lo que no sabes
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
aca son las 23: 35
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que loco
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
el mundo de aca está adelantado 5 minutos
no dejarás pasar los días nublados dice:
jaja
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
por eso mucha lluvia y poco verano por aqui
no dejarás pasar los días nublados dice:
acá
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
aqui se esta acabando el mundo mas pronto que alla
no dejarás pasar los días nublados dice:
llovió de lo lindo anoche
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que ago yo aqui
no dejarás pasar los días nublados dice:
bailamos machín fuera de una casa
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
oooooh
no dejarás pasar los días nublados dice:
el bily
no dejarás pasar los días nublados dice:
el frank
no dejarás pasar los días nublados dice:
lavenas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ni lo digas que me acuerdo
no dejarás pasar los días nublados dice:
la chata
no dejarás pasar los días nublados dice:
el cris
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
lavenas está de vuelta?
no dejarás pasar los días nublados dice:

no dejarás pasar los días nublados dice:
ya lleva 15 días por acá
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
eso, y no regresa por estos laderos?
no dejarás pasar los días nublados dice:
va en a finales de agosto
no dejarás pasar los días nublados dice:
a seguirle
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
eso
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
chido entonces
no dejarás pasar los días nublados dice:
como no
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
dale un abrazote de mi parte
no dejarás pasar los días nublados dice:
ya le va
no dejarás pasar los días nublados dice:
todavía la ataca el jet lag
no dejarás pasar los días nublados dice:
está dormida ahora
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ah
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
jeje
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
pues asi la cosa karnal
no dejarás pasar los días nublados dice:
y qué pasa por allá
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mira, lo unico que mis años me permiten decirte, es que saber, es algo que los demas ya saben, de alguna u otra manera, pienso que es interesante ir alla a donde el saber no se sabe,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y como?
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
yo que se
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
quiza el sueño del que hablamos antes
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
tenga un hueco
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y se llega a otro
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
yo por ejemplo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
uno de los mas bellos momentos en este sueño
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
fue escaparme de uno de esos huecos junto con tom waits
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
sabes?
no dejarás pasar los días nublados dice:
ssta
no dejarás pasar los días nublados dice:
hermanito
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
nos correteaban unos osos diciendonos, orale cabrones, huyan de su vejez, y nosotros corriamos a adentrarnos a otro hueco,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
con nuestra vejez ayudandola del brazo
no dejarás pasar los días nublados dice:
lindo hueco en la sombra
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y nunca la soltamos,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que loco
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
pues eso es lo que puedo decirte hermanito, grecia fue para mi el centro de mi mundo,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mexico es mi casa
no dejarás pasar los días nublados dice:
y literalmente fue el centro del mundo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y busco formulas secretas para partirme en dos, en este mundo en que ahora vivo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
dificil
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
embustero
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
critico e infame
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
poco afanado a la maravilla
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
gris y palpable
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
frio contagioso que se me mete en los huesos
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y me integra
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
a fuerza de dolor
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de no abandonar
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de aferrarme a lo mio a lo que soy
no dejarás pasar los días nublados dice:
pero tu con la sangre hirviente
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
martillo que pega a diario
no dejarás pasar los días nublados dice:
constante del latinoamericano
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
cosa inconfundible y puntual
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que me hace llorar
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
por que todo es exacto
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y yo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
tu hermanito del alma
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
no soy exacto
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y lloro
no dejarás pasar los días nublados dice:
a veces hay que hacerlo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
asi este pequeño trozo de mundo en que estoy sumergido,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mi pais este, no es el pais
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
es mi nena que me acompaña
no dejarás pasar los días nublados dice:
ese ejercicio de la tristeza es también de la alegría
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
nada mas quiero aqui
no dejarás pasar los días nublados dice:
allí
no dejarás pasar los días nublados dice:
eres
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
quiero ser en un arbol,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
como en grecia en los olivos
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
me abrazaron, te lo juro
no dejarás pasar los días nublados dice:
soy un experto en dejarme abrazar por los árboles
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
los arboles, los olivos, y me encajaron hasta el alma sus hojas filosas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
aqui sin embargo, todos ser viviente, es derecho estricto de ser tratado como humano
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y el humano
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
desde mi punto de vista
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ya es demasiado enfadoso
no dejarás pasar los días nublados dice:
para esta vida tan dulce?
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
si, eso quiero decir
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
bueno, el griego
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
me entiendes
no dejarás pasar los días nublados dice:

no dejarás pasar los días nublados dice:
como un zen entiende la llegada del invierno
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
el ecxilio de todo es dulce, tanto hasta doler
no dejarás pasar los días nublados dice:
lo dulce pica los dientes
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
hasta entonces puedes ver
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
y ser, quiza
no dejarás pasar los días nublados dice:
un pájaro
no dejarás pasar los días nublados dice:
como tú
no dejarás pasar los días nublados dice:
siempre
no dejarás pasar los días nublados dice:
no te lo había dicho
no dejarás pasar los días nublados dice:
que platicaba contigo en vivo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
lo que quieras, lo interesante es poder abraazarte un dia de nuevo
no dejarás pasar los días nublados dice:
me pareciste un gran pájaro con el que me bañaba en las plazas públicas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
el otro dia por ejemplo, en uno de eso trenes que tomo hacia el trabajo, en una ventanilla estaba de pie un tipo, un ivanrojo, y estaba apunto de pararme a abrazarte pensando que ibamos en un multiruta
no dejarás pasar los días nublados dice:
jajaja
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
si
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
asi fue
no dejarás pasar los días nublados dice:
que chilo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
inconciente, claro y deseo puro
no dejarás pasar los días nublados dice:
acá de repenté pasa un david hidrogo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
caminando loco por mitad del bulevar
no dejarás pasar los días nublados dice:

no dejarás pasar los días nublados dice:
buscando algo
no dejarás pasar los días nublados dice:
con mochila
no dejarás pasar los días nublados dice:
y la greña inquieta
no dejarás pasar los días nublados dice:
por cierto
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que loco, seguro soy yo todavia por alla
no dejarás pasar los días nublados dice:
extraño aquel arroz con nick cave que tú solías hacernos
no dejarás pasar los días nublados dice:
aquellos días de hambre
no dejarás pasar los días nublados dice:
y vagancia
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ooooh
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que rico
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
yo casi cada dia pienso en que van a llegar a tocar a la puerta chingando con las quesadillas
no dejarás pasar los días nublados dice:
con cinco pesos nos poníamos hasta la madre
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
a las seis de la mañana
no dejarás pasar los días nublados dice:
mmm
no dejarás pasar los días nublados dice:
algo que se extraña son las quesadillas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mmmmm
no dejarás pasar los días nublados dice:
a la andres calamaro
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
quesadillas crepusculares
no dejarás pasar los días nublados dice:
quesadillas torres de catedral
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de la aurora
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
del alba
no dejarás pasar los días nublados dice:
hoy vi el alba
no dejarás pasar los días nublados dice:
estaba empapado y borracho
no dejarás pasar los días nublados dice:
feliz
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
siempre era feliz cuando te veia asi
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
nose,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mejor ya no me hables ni te hablo de esto
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
no sea que mañana llegue a desayunar a con tachi a tu lado
no dejarás pasar los días nublados dice:
je
no dejarás pasar los días nublados dice:
tachi?
no dejarás pasar los días nublados dice:
así le dices?
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
no, como se llamaba tu abue
no dejarás pasar los días nublados dice:
¨aa
no dejarás pasar los días nublados dice:
mi ma coty
no dejarás pasar los días nublados dice:

∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
esooooo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ma coty
no dejarás pasar los días nublados dice:
y esos frijoles míticos
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
nada que ver tachi con ma coty, pero me recuerdo claro como las mas bellas aguas
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
de aquel caldazo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mmmm
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
pero bueno,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
asi son las cosas
no dejarás pasar los días nublados dice:
con esa hambre de todo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
lo hermoso es alimentarse casi diario d esos recuerdos, y cuando no hay pa mas, digamosle al mundo que estamos a dieta, el mundo todo se cree
no dejarás pasar los días nublados dice:
je
no dejarás pasar los días nublados dice:
es un creído
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
mi hermanito,
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
me da paz haberte robado un poco de tiempo con mis majaderías, y te abrazo como tu sabes que te abrazo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
cuidate, al menos hasta que te vea otra vez
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
me voy a rolar, es media noche aqui
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
que lastima,
no dejarás pasar los días nublados dice:
bueno hermano
no dejarás pasar los días nublados dice:
descansa
no dejarás pasar los días nublados dice:
y escápate por el hueco de la sombra
no dejarás pasar los días nublados dice:
por allí nos veremos
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
aqu i uno se muere mas pronto que alla
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
pero a nosotros todavia no, creo, debemos primero encontrar lo que nos pertenece
no dejarás pasar los días nublados dice:
un puñado de vacio
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
aunque quiza nada nos pertenezca, y eso debemos encontrar tambien
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
a ver
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
dijo el ciego sabiondo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
toco un libro como toco el universo
no dejarás pasar los días nublados dice:
un abrazo para ti y para argnes
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
ciao hermanito, igual para el cristian tartamudo
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
bonito el
no dejarás pasar los días nublados dice:
adeu
∫¬µkµà µ ∑oµ... ∫¬µkµà µ ∑oµ... Dionisios Solomos dice:
hella kalei