La literatura es para reírse de uno mismo

Entrevista aparecida en www.dossier político.com y en el diario
Por Magdalena Frías J. / Diario de Yucatán
Dia de publicación: 2008-06-27

La literatura es un circo, es Lady Godiva corriendo en caballo con su amante, es el avión que como campana del cielo pasa en el momento más milagroso para clausurar y ponerle un moño amarillo a eso que finalmente libera la cerotonina, nos hace químicamente más felices. La literatura y los escritores son un circo, y apestan, porque se desgajan mientras escriben, y cada vez más carcomidos se van enamorando de la muerte.
En este caso tengo enfrente a Iván Ballesteros, hermosillense (1979) y un poco monstruo. Estamos sentados frente a un ventanal, al fondo una mesera va y viene con papeles en la mano. Es un lugar intermedio, los reflejos en el vidrio nos hacen doblemente fantasmas. Accidentalmente sentados en un tiempo que se estanca. En el bar del Sanborn’s, para amenizar la noche, un hombre de pantalón gris canturrea canciones de Marco Antonio Solís: “Esa pared, que no me deja verte, debe caer…”.

Y nosotros nos inquietamos en la silla, esperamos que sí, se caiga.

Monstruario (2007) es tu primer libro publicado. Cuando se termina de leer queda la sensación como de saltos en lo narrativo, lenguaje oral, cuentos más cortos, extractos de nota roja.
Iván Ballesteros: Los primeros son del 2005, los otros de 2006 y parte de 2007. En todos hay una búsqueda ligera, sobre todo de lectores-personajes.

¿Tú crees que se puede recurrir al cliché para atraer al lector?IB: Sí

Y ¿cómo se renueva el lugar común?IB: La última parte del libro es como barrial, apuesta por una oralidad, el lenguaje es de arrabal, las imágenes son de arrabal. El estracto de las cosas es el pueblo. Es cliché decir que no es cliché.

¿Cuáles son tus gustos literarios?IB: Narrativa, relato breve -que es conciso y apuesta más por el ambiente que por la descripción o motivos psicológicos de los personajes, es directo.

Eliseo Alberto mencionó que alguien le recomendó colocar en la narrativa a sus personajes dentro de los sentidos y no de los sentimientos…IB: Sí, que sea como el narrador o personaje narrador, así funcionan los relatos breves; se instalan inmediatamente en el lector, que sea el lector el que está viviendo esa historia. Ahora estoy informándome sobre aspectos de cómo funciona un mundo distinto, un texto fantasioso; a lo mejor por ahí lo que venga será algo como tomar de la realidad los elementos oscuros y violentos que pertenecen al vacío para mezclarlos con un elemento fantástico, algo que rompa la cotidianidad. No digo que voy a escribir como García Márquez. Algo así como ataques extraños de la naturaleza.
Un tornado viene y ¡pum!
IB: Pues un tornado que te patee, que sea de piernas de futbolistas que estén dando vueltas y te peguen una patada.

Lo ácido, el humor.
IB: El humor negro es el más exquisito. El trivial en literatura –un chiste, un chistorete– no se agradece.

¿Cómo fue tu salto de poesía a narrativa y cómo se relacionan entre ellas?IB: Todavía escribo poesía, no lo voy a dejar de intentar. La poesía es dinamita, es una exploración profundísima, un experimento en vida, en el lenguaje. Hace poco leí una frase: “Dónde vamos a enterrar a todos los muertos de la historia sino en el lenguaje”.

Heidegger y el lenguaje es la casa del serIB: Exactamente, el lenguaje es como un utensilio que se incrusta en una forma, la poesía es algo más fantasma, el agente secreto del lenguaje, la sustancia. El poeta importa poco. El escritor y narrador importan poquísimo, porque a fin de cuentas el mundo narrativo que construyen es lo que un lector agradece. Un escritor es como cualquier persona. Digamos literatura como sentido, escribir para no desaparecer, para no morir.

¿Una búsqueda por la trascendencia?IB: El que escribe lo hace para sobrevivir. Ahí te las avientas como se la avienta un vendedor de seguros. La literatura sirve para vivir. Este hálito místico y grandielocuente que tienen los escritores yo no me lo creo. Los escritores escriben y desaparecen, no tiene por qué estar ahí.

¿Cómo le hace un escritor para mantenerse viviendo de la literatura, sin hacer un ramake, cómo se olvida?IB: Son temperamentos. Hay gente a la que le gustan los reflectores, les encantan los reflectores y los reflectores encandilan. Entonces, el perfil bajo, a escribir y hacer lo que tienes que hacer. Aparte uno escribe lo que puede. Hay gente que quiere hacer lo que no puede y su literatura se cae, y eso se nota.

¿Cómo se vive, pues?IB: Haciendo reseñas por ahí, entrevistas. Trabajando en otra cosa que no tiene nada que ver con la literatura, pero sigues escribiendo. Hay un dato abismal: el libro que más se ha vendido en los últimos años en México es de Juan Villoro, ¿sabes cuántos se han vendido? Mil. Es rídiculo. Las editoriales venden otra cosa.

En tus exploraciones narrativas, ¿qué tipo de literatura está en tu librero y a qué géneros les dedicas más palabras?IB: Me gusta la literatura metaficcional, que no esté concentrada en el personaje de vida de un ser, sino que te cuenta la vida. La crónica me gusta, pero también siempre meto un agente ficcional, para que se convierta más bien en un híbrido. Eso es lo que me gusta. A todos los textos, como escritor, les tengo que dar un tinte literario, no soy periodista, ni cronista. Trato de ser un escritor de narrativa.

¿Cómo concibes el compromiso del autor con la literatura?IB: Mira, ahorita, estoy leyendo relato breve. Ese tipo de textos. Ya sabes como está la vida, globalizada, estresada, súbita. Las personas que se preocupan por hacer literatura breve, se preocupan por hacer lectores. Yo apuesto por la lectura, todo mundo debería tener ese hábito, que se espanda. A mí me gusta hacer una suma, entre cuento, relato y a veces hasta prosa poética, que considero es congruente con el tiempo en que estamos, que todo es súbito. Mezclar las formas, como un licuado de mango con plátano. Hay muchas formas de mezclar, utilizando datos certeros y rastreables con datos ficcionales.

¿Qué sería lo simbólico en tu narrativa?IB: Lo que tiene una carga poética, algo que resuma, recogerlo en una frase. La poesía es un buen resumen.

Y qué hay de perderte en la creación de imagenIB: Por eso dejé la poesía, me perdía en la búsqueda de imégenes, era muy lírico, soy muy lírico. Con la narrativa me pasa lo contrario, uso la nota roja y elementos de un cuento policiaco. Me gustan las bicicletas, los barcos, los trenes. Me gusta mucho el viaje. Todo lo que se desplaza -lo volátil- para mí es poético; y lo publicitario, lo diario, lo cotidiano, hace que haya mensajes, que el elemento mundano se mezcle con algo que a lo mejor es una extravagancia.

¿Qué piensas de la concepción del poema como la añoranza por el origen, la palabra que te permite desentrañar y palpar una realidad que se revela?IB: Sería lindo que fueran así las cosas. La verdad no sé. Se me hace un rollo muy divino Mira, la poesía actual -no sé si estás de acuerdo-, pero no hay, está seca. Y claro hay gente que escribe libros de poemas y gana premios. Pero una poesía que cargue al lenguaje y al humano, esa poesía que hace voltear un poco al origen, como tú dices, es muy díficil de encontrar. Claro que ha de haber poetas enormes, pero la poesía no se está vendiendo, no se está publicando poesía. O la que se publica es muy mala. Le falta una introspección en el ser, no sé si para tratar de ver el origen, el futuro o lo que sea; que el lenguaje trasmita una señal que venga de un ser humano, de alguien que está vivo y siente, no una estructura mental como la actual poesía, que indaga en el lenguaje, las estructuras, filosofías.

Y si lo súbito, como lo llamas, provoca la creación de una poesía de “cocina”, por la atracción del elemento cotidiano, decir “me estoy comiendo un gansito”…IB: Precisamente por eso no se publica, porque novelas y cuentos ganan terreno. Actualmente hay una variedad inmensa de escritores de narrativa de muy buena calidad, que esos sí se publican. Los lectores quieren leer historias, como ir al cine y al teatro, tener acceso como a todo. Leen a Murakami, que lo retrata de una manera extravagante y se enamoran. En Roberto Bolaño hay un reflejo del personaje diario que somos todos, con preocupaciones y lapsos de dicha aventurera.

¿Consideras que la poesía que has escrito es poesía?IB: Algunas veces lo siento así. Por todas partes llueve.

¿Qué tanto tallereas tus textos?IB: Mucho, cuando considero que un texto va para un libro siempre está puliéndose, puliéndose, es a lo que realmente le dedicas todo lo que has asimiliado. Creo que lo que te queda tienen que ser piezas totalmente distintas de tu faceta como alguien que se está ganando la vida. Por ejemplo, como hacer reseñas o crónicas para periódico. No tiene que ver con nada, ni siquiera con la literatura. Cuando pienso un cuento llega como un resumen de todo lo que he dicho, y una frase resume cómo se está haciendo algo o qué hace alguien en particular. En eso me ha ayudado la poesía. para dar esa salida, todo lo que he llevado tiene algo oscuro. Tengo una imaginación perversa, pero humana, y ahí es donde entra la poesía.

¿Ese rastro humano podría emparentarse con la tristeza, hablar de una literatura triste?IB: La literatura, no; el sentimiento humano profundo yo no sé si es triste pero no es alegre. Hay una mezcla de las dos y es donde entra la palabra “saudade”, no te estás carcajeando porque es analítico, es como cuando un poema te hace reflexionar.

¿Qué piensas de la poesía que te hace reír hasta llorar pero es efímera, no sientes su rastro?IB: Es mala literatura, si leo todo Condorito me río.

¿Cuál es un personaje de cuento?IB: Personaje anónimo, solitario, gris, como lo era Kafka. Ahora los personajes ya no se angustian en el vacío, lo habitan nada más.

¿Qué tanto te pasa la vida como en un hilo, qué tanto te vuelves un contemplativo y “saudadoso”?IB: Antes me acompañaba siempre la saudade, a eso ayudó mucho la lectura de Pessoa, y algunos otros. Por ahí alguien admite que toda la literatura que apueste por ser universal tiende a ser triste. Pero la melancolía, la “saudade”, me acompañaba bastante, todos mis intentos eran predeciblemente nostálgicos. Pero ahora no, soy un pillo.

¿Qué tanto se refugia eso en el humor negro, o se metamorfosea?IB: Con el tiempo te vas riendo más de ti mismo, eso es fundamental.

¿La literatura es para reírse de uno mismo?Sí. (Risas, demasiadas risas).

Mensajes


1
La gente viste de verano. Yo mismo voy con shorts y chancletas. El sol revienta en Playa Lobos. De los libros que me regalaste sólo queda Antología funeraria. Debo reconocer que eres bastante oscura. En especial el último título me resulta, como decirte, desolador.

2
La casa que rento tiene un ventanal que da a la playa. Mientras leo tus afligidas recomendaciones literarias repaso las historias posando la mirada en el mar. Te confieso que nunca me pareció tan apenado su sonido. Es más, en otros tiempos su arrullo terminaba por sosegarme. Luego el ritmo lento con el que empujan las olas matinales. Se me figura que el agua ha sido tocada por una electricidad pasmosa y arbitraria. Llevo ya dos semanas y ninguna noticia de aquello.

3
Escribí en la arena: el mar me borra.

4
Ya mes y medio y nada. Hoy ni siquiera me asomé a la playa. Por fin terminé tus novelas mortuorias. Vi Cassandra Dreams. Dormí hondas 15 horas.

5
No pasó nada. Ya ves. Algunos no tenemos remedio. La semana pasada caminaba con Minelita por la playa. Me han visitado de fin y no sabes lo bien que me ha caído. Fede me trajo a regalar una novela encantadora: La última escala del Tram Steamer. ¿La conoces? Bueno, dista mucho de tus gustos. Pero sabes, si querías que todo se me revistiera de nostalgia y muerte por estos días La última escala hubiera estado perfecta. Algo así buscaba. A eso me refería con novelas que te hicieran levantar la cabeza y dar una profunda bocanada de vacío.
He dejado todo dispuesto en la mesita de noche. Nos vemos en otro lugar.

Risa en la oscuridad.


Vamos hacer un programa cómico. Están invitados. Se llamará: Risa en la oscuridad.
(Desde la azotea: círculo de la morte, una bola de changos intentando aminorar el calor insoportable de junio).

Ocio de lunes y hambre



Gran sorpresa en las tiendas de un Chino. Isla de remate con libros de la editorial Mondadori. Daniel Chavarría (1933), un ciudadano Uruguayo, un escritor cubano que me trae (aun) persiguiendo la bicicleta de Alicia.
Adiós muchachos (Barcelona, 2004. Ganadora del Edgar Allan Poe) una de las 10 novelas que compré en el market del chino en lugar de comestibles.
Por las tardes el cuarto de Turkoglov es cálido. Las ventanas son grandes y dan a un pequeño balcón. Hoy me senté en ese balcón desde las 5:00. La luz caía luminosa en las hojas de Adiós muchachos. Para las siete de la tarde, la luz más delgada aun conservaba una luminosidad reveladora, terminé la novelita sintiéndome animoso, vital.
Después vi la película Death at a funeral (Frank Oz, Reino Unido, 2003). Cuando me carcajeo siento que estoy al revés. Es difícil de explicar. Abro tanto la boca y mis risotadas son tan fuertes que desbordado (invertido con respecto a la naturalidad simple de sonreír, lamentarse o estar inmutable) mi contracción en el vientre se me figura un evento de transformación. Como si la fiesta que soy a veces saliera de su casa escondida y con toda desfachatez anunciara su pachanga escandalosa. Bueno, el filme es una hilarante comedia negra que me puso al revés casi la hora treinta minutos que dura.
Una novela estimulante fumada en una tarde cálida y una película divertidísima no quitan el hambre. Turkoglov me recrimina y pide le explique cómo fue que no compré un solo comestible.

Historia triste


A los hígados Steve y Estela les encanta asimilar alcohol (esa ardua, dura tarea) juntos. Sus cuerpos les llevan, con el pretexto más insignificante, a restaurantes y lugares apartados. Steve y Estela, dos de los mejores hígados que ha conocido el narrador.
El cuerpo que aloja a Steve es flácido y torpe. Steve sabe que no durará mucho. En cambio Stela es un hígado nuevo. Digiere alcohol como ningún otro, piensa Steve. El cuerpo que aloja a Estela es ágil, pequeño y propenso a la juventud.
Los cuerpos de los hígados no importan. Basta decir: a veces se rosan los hombros. Se miran. Se saben propensos a ellos mismos. Las noches que se ven no alcanzan para que Steve y Estela queden mínimamente satisfechos.
Steve y Estela, mientras digieren alcohol, planean un plan maestro que los libere de aquellos cuerpos tan fofos y proclives a desaparecer.
Los hígados compañeros, en la próxima cita, saltarán, así lo han planeado, de sus respectivos costados y cuando lleguen al piso. Ay, cuando lleguen al piso.

Lila Downs: up


Gilda y Vene


Después del incidente con Turcoglov, o valdrá decir mi payasada, las Siestas del Pistic han resultado medicinales. La broma solitaria que soy en ocasiones se reúne con otras bromas expectantes.
Los habitantes de esta ciudad, tan acostumbrados al silencio y la apatía, salen a la calle y se emborrachan dando largas caminatas por la alameda y el “centro histórico”. Lo bonito: esto sucede frente a policías y autoridades que se hacen de la vista gorda.
Debo decir que han sido las mejores Siestas que he presenciado. Sobre todo Lila Downs. Su voz en vivo me resultó impactante. No creía que un ser humano estuviera dotado con semejantes cuerdas vocales, pulmones y estómago (corazón). La voz de Lila es un conducto hacia un lugar menos torpe. Un llamado de la naturaleza, el silbido lejano de un tren, de una sirena con complejo de Adelita.
Sus agudos alcanzan las fibras de los escuchas que, incrédulos, miran el rostro de la muchedumbre y reconocen en ellos un solo rostro: el de la sorpresa.
Lila baila simulando una iguana mística. Lila canta como lo hace el agua, la selva profunda, el bosque, el viento, la arena. Canta como si volara un pájaro. Como si un pez saltara en medio de la inmensidad. Luego cuando interpreta esas canciones del colectivo enfermo de melancolía (Naila, paloma negra, por nombrar dos). De amores rotos y enmendados. De borracheras tempestuosas que no terminan. Lila levanta la voz, la plaza entera.