Las últimas horas

A Pio Daniel
no mas porque se lo devo

D recién llegaba de Guaymas. El viaje ácido (Hoffman) se convirtió en una especie de fábula de la que se desprendió una especie de moraleja: D necesitaba una tregua con el delirio. La palabra disciplina le repiqueteaba las ideas. Hacer ejercicio, leer más y escribir la novela, que se le había escapando durante tres años, parecían los objetivos que regirían su existencia más próxima.
Un seis de TKT.
C y B que venían a fumar, por última vez, con D.
Hablaban sobre las últimas horas y las cantidades de cerveza y cocaína que habían consumido. Hablaban del Sub: lo mesiánico, rock star y poco profundo que les pareció. B traía preparado el misil. Fumaron. D creyó ver en la sombra que reflejaba el medidor de luz, en la esquina frente a su casa, un rostro que lloraba lágrimas negras bajo el faro titilante de la calle 13.
C también afirmaba distinguir el triste perfil lloroso en el reflejo oculto de aquella iluminación intranscendente. Por más que lo intentó, B no advirtió ninguna fisonomía doliente en aquella pared inhóspita.
Se reían. D comprendió que todo lo regía el destiempo. Su personalidad ansiosa, su persecución inverosímil del amor, sus noches toxicómanas de ir y venir sin rumbo por las infinitas calles del DF, todo a destiempo.
La luna bordeaba los cerros formando un índigo lechoso en el horizonte. Notaron el cielo de monte que es todavía el cielo que cubre la ciudad de Hermosillo. Un puñado de estrellas incrustadas en la noche como diamantes de silicón sobre bisutería barata.
El aire fresco se sentía como cargado por un orden distinto. Las rondas de adictos al foco paseando su desasosiego en bicicletas oscuras. Las siluetas de gatos atravesando las calles a lo lejos.
D pensó en la negativa de S por invitar a las últimas horas a MM, un escritor que con frecuencia aparece en las listas de Estocolmo nominado al Nobel. B No se explicaba por qué sí se había invitado a una horda de alcohólicos sin talento, una horda de la que D, B y C se sentían parte, no se había invitado a MM.
D saldría a las 4:00 AM rumbo al DF. No quería dormir hasta llegar al incomodo asiento de aerolitoral.
B pensó en lo ingenuo que le pareció D en sus lecturas de las últimas horas.
C recordó el frío que sintió sentado en la misma banqueta pero hacía ya dos años, cuando celebraban el cumpleaños de O.
D contemplaba el cielo limpio, de monte, que conserva la ciudad de Hermosillo.
Tampoco se invitó a las últimas horas a L. Un narrador brillante, quizá el mejor de estas tierras. No se invitó a DS, ni a HY, es decir, faltaron un montón de adictos con talento.
Les parecía que la calidad de los lectores de las últimas horas había disminuido respecto a otros años.
B hablaba de lo mucho que lo sorprendió una charla que sostuvo con el poeta de obregón JM. La sorpresa en B consistía en las lecturas que tenía el poeta Yaqui. Llegaron hasta Mallaremé traducido por Gamoneda y su hija. B imaginaba que el poeta Yaqui no salía de Paz, Sabines, Villaurutia y Baudeliare, claros referentes en su obra. Pero no. Además tenía buen gusto en narrativa: era adicto a la obra de Ibargûengoitia y Artl, como B.
No sorprendió a C que la mayoría de los asistentes a las últimas horas no supieran nada de Piglia, Amis, Vila-Matas, Fresán, pero se le hizo inconcebible que confundieran a Chespirito con Roberto Bolaño. D se quedó callado, él tampoco conocía la obra de ninguno de los nombrados por C, quien le pareció en ese instante un pedante sin remedio.
El seis de TKT había desaparecido. Quedaban latas vacías bajo un pequeño mesquite que seguramente levantarían recolectores nocturnos.
Era mentira que D no dormiría hasta llegar al incomodo asiento de aerolitoral. Lo que no era mentira era que extrañaría ver en el cielo quemado y pulposo del DF, el cielo limpio, de monte, que cubre la ciudad de Hermosillo.

6 comments:

Franco Félix said...

adiós, Pío. Oye, no logro decodificar todas las iniciales, por qué no me dices quiénes son, otra cosa, el poeta yaqui JM es Manz?

lapesteyyo said...

No se me ponga roñoso, mi ocupado. Si no se lo digo yo, nadie se lo dirá. Esas palmaditas en la espalda de que todo está bien, son cabronas; uno termina creyéndosela. Se lo digo de todo corazón, como compa, como cámara. Un día párese al espejo con su Monstruario y diga: esto vale mierda. Y haga el esfuerzo de hacer algo mejor. No se convierta en un escritorcito de rancho, como muchos aquí en Hermosillo. Si comenté sobre su libro, fue con el ánimo de darle un golpe en la cabeza y que salga de esa pasividad norteñita de que todo está chingón en este páramo. Sé bien, porque lo he escuchado, que tiene algo muy dentro de usted que todavía no logra sacar en su escritura. Echéle ganas y no se apanique.

overcast said...

Gracias compa lapeste. Aunque no me crea le agradesco.

Sí, es Manz bruno. en verdad me sorpredió el vatito.

Alfonso López Corral said...

A ver qué tal, pasa y mira por ti mismo. De miedo bro.

Al corral

Omar Bravo said...

Quisiera ser una inicial de tu relato.

¿Qué moreno?

Un abrazo hermano. saz.

overcast said...

el cumpleaños de O, mi querido Bravo. no podía faltar.