Buick descapotable

1
Conocí a Tammy Hsu cuando paseaba por Bahía de Lobos. Lo primero que se animó a preguntarme, tal vez por mi pinta de garabato, (que no distaba mucho de la pinta de la asiática, un completo desastre) fue: ¿dónde puedo conseguir drogas?
2
Ya stone Tammy me pidió que la llevara a algún zoológico o acuario. Me gusta ver animales exóticos cuando estoy puesta, indicó. Me dio pena llevarla al estropeado centro marino que hay en el puerto, por lo que le mentí al decirle que esos lugares están prohibidos en mi país. Eres un mentirosote, me encanta conocer los zoológicos y acuarios de las ciudades que visito. De tu país conozco los de Veracruz, Guadalajara y DF, dijo con una sonrisa leve. (Tammy quitaba la R a las palabras y en su lugar pronunciaba la L).
3
La sonrisa eléctrica en Tammy casi me causa un espasmo. Sus ojos dilatados, aun más pequeños por efecto de la droga, brillaban misteriosamente, como jade olvidado en una cámara mortuoria azteca. Como los ojos de una mantis aguardando el momento del salto.
4
Debo admitir que aquella china perdida por Bahía de Lobos resultó ser una compañera de viaje enigmática y solazada; además, siempre había querido conocer a una mujer oriental. Los mitos sobre sus comportamientos sexuales, la docilidad supuesta, de tigre manso, que manifiestan en horas íntimas. Tammy era una persona agradable aunque ligeramente triste, por lo menos esa fue mi impresión cuando mirábamos alejarse, hasta desaparecer en el horizonte, barcos pesqueros. Ya en la playa Tammy deseó ser la espuma que llega a la orilla marcándose.
5
Llegamos al acuario espantoso que está por Rivera. Una triste ballena asesina era la estrella de la exhibición. Por lo demás, cachalotes y viejos delfines animaban aquel lugar que se hacía llamar “Parque segundo mar”. Admiraba el extravagante nado de una descomunal tortuga cuando Tammy se abalanzó sobre mí y sentí sus diminutos labios. No me desagradó la húmeda y pequeña criatura moviéndose dentro de la bóveda de mi boca. Nos besábamos y me vinieron a la mente los peces dorados que acabábamos de ver en el pabellón anterior. Al término del recorrido advertimos una foca que nos miraba, peligrosamente, desde el otro extremo del acuario. Nos dio risa.
6
Salimos del segundo mar. En el muelle la brisa rociaba. Tammy comentó que ella y su familia llevaban tres años en México y tres meses en Puerto del Sol. Su padre acababa de inaugurar un restaurante cerca de Playa Luna y le estaba yendo francamente bien. Desde su inauguración llenaban el lugar turistas y nativos que deseaban probar platillos orientales, en especial, uno que cobró rápida fama: lenguado bañado en salsa de cagrenjo.
Era probable que el padre de Tammy se instalara definitivamente en Puerto del Sol.
7
Tammy me invitó al hotel donde se hospedaban, no sin advertirme que tenía por hermano a un siniestro oráculo. Un hermano menor nigromante que adivina las muertes violentas. Una especie de I-Ching mortal que era la desgracia de la familia y la causa de tanto viaje por el mundo. ¿Cómo hace tu hermano para dar con las predicciones? Pregunté por decir algo. Las concibe "como se cree que lo hacen las zorras al cruzar lagos helados", contestó en perfecto castellano (pronunciando las R) y con una mirada perdida, grave, que advertí como cambio de ritmo.
8
Cuando llegamos al hotel, Tumo, hermano menor de Tammy, veía desde la ventana del sexto piso hacia la animada placita donde paseaban familias, vagos y perros. Donde viejecitos lanzaban migas a torpes pichones. Tammy me advirtió, cuando caminábamos por el muelle, que su hermano era infalible prediciendo muertes violentas. En sus primeras predicciones había advertido, con lujo de detalle, la muerte de su madre bajo una gigantesca ola en Sri Lanka. Había previsto el cuchillo de un ladrón desesperado que mató a su abuela en las calles veraniegas de Lisboa. Vaticinó el invierno del 95 cuando su tío Hizú saltó al frío Sena en Paris. Tumo, inclusive, había predicho la muerte de Tammy un día de fina lluvia en un país sudamericano. Una bala perdida se encargaría de apagar su existencia. Eso es fácil de solucionar, pensé, y después le dije a Tammy: ¿y si nunca vas a Sudamérica?
9
La única muerte que no puede profetizar Tumo es la de aquel o aquellos que le darán la propia, había explicado Tammy cuando llegábamos al hotel. Hasta ese momento yo no creía que había tal hermano o, por lo menos, tal oráculo siniestro. Tammy se lo está inventado, aquello es un viaje o broma motivada por la droga; además, yo estaba en otra frecuencia: la posibilidad de los pequeños senos de Tammy, su cuerpo delgado y desnudo bajo una ducha infinita.
10
Cuando Tumo vio directamente mis ojos una araña de hielo me recorrió la espalda. Pasaron segundos lentísimos y lanzó su funesto pronóstico. Sus palabras resonaron como un extraño mantra.
11
Tammy me jaló a una recamara fría. La noté distinta de aquella oriental con la que recorrí la playa mientras escuchaba su deseo por ser la espuma que se va marcando en la orilla. Me pidió droga y después me pidió que me quitara la camisa, los pantalones. Le dije que subiera los grados del clima artificial, que aquello parecía un iglú insoportable.
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El tibio cuerpo de Tammy. Su espalda que resbalaba hasta unas nalgas de contornos apenas dibujados. Sus piernas estrechas y ascendentes. Sus pies equilibrados.
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El padre de Tammy había llegado al cuarto del hotel y hablaba con Tumo en la sala. Se le percibía un tono agitado. Tammy me abrazó fuerte y acto seguido salió del cuarto, desnuda. Se me hizo extraño. Tammy y su padre casi gritaban del otro lado de la pared.
Me vestía cuando entró la familia Hsu al cuarto. Mientras el padre se dirigía inútilmente a mi persona yo me abotonaba la camisa. Detrás de él, Tumo y la desnuda Tammy me veían como si estuviera en algún patíbulo. Sentí que estaba frente a un pelotón de samuráis. Terminé de abrocharme los zapatos y salí de la habitación rodeando al padre de Tammy, que me seguía con la vista como lo hace un felino que asecha.
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Tammy alcanzó a decirme que la muerte no era infalible. Que había momentos para esquivarla, que me cuidara del conductor de un Buick Skylark azul descapotable 1966.
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No entendí por qué la madre de Tammy fue a Sri Lanka después de que su hijo predijera su muerte. No entendí por qué la abuela de Tumo había visitado Lisboa aquel verano no por qué Tammy estaba en América buscando drogas y tipos con pita de garabato. Era evidente que se acercaba, cada vez más, a su bala perdida.
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Tammy había dicho en el cuarto del hotel que ella era los ojos de su padre, y que por el contrario, a su hermano apenas lo podía ver. Tammy sospechaba que su padre no perdonaba a Tumo haber sido el oráculo implacable de su madre, mujer y hermano. No le perdonaba la falta de amistades, el miedo y desprecios continuos que lo habían hecho emigrar de su ciudad natal: Hong Kong.
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Cuando Tammy alcanzó a decir que la muerte no era infalible y que me cuidara del dueño de un Buick Skylark azul descapotable 1966, pensé en Roberto. Roberto es la persona que me surte y estaba por verlo esa misma semana en un bar que está por el malecón.
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No dejaba de pensar que tenía de frente a mi verdugo. El trato se hizo en buenos términos. A pesar de mi evidente nerviosismo Roberto se portó como siempre, cordial y animoso.
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Después de un par de cervezas y comprobar que la mercancía valía el alto precio que había pagado por ella, pregunté a Roberto el año de su Buick Skylark azul descapotable. 1966, contestó, pero no es más mi Buick. Hace dos días se lo vendí a un chino.

Con este cuento Barón Vradok ganó el concurso de cuento de la UNISON 2008
(me dijo que lo subiera)

6 comments:

Alfonso López Corral said...

Yo los vi, estaba dentro de una jaula encerrado cuando paseaban la oriental y el Barón. Al notarme se acomidierón y me tiraron una cáscara de platano que dejé secar al sol y después fumé. Ya no supe de ellos hasta hoy.

overcast said...

saca un poquito de platano seco. ando bien chiva. un abrazo flaco.

La Sombra said...

Chido!!!

Botarga said...

nada como ver al tigre a los ojos(me recordo).

saludosssssssss

Bienaventurada said...

tú tienes algo con las arañas...

Anonymous said...

que loco!!! que chido!!!