La nave


Cuando sentimos miedo disparamos

pero cuando sentimos nostalgia,


hacemos fotos


-Susan Sontag


Así nos encontró Chango, encaramados en aquel guayabo del que no caían frutas sino niños y que parecía el brazo de un gigante subterráneo. Ese árbol situado en el patio predilecto de una infancia, como todas, anónima. El patio de aquella casa con techo de lámina en la que sonaba la lluvia como un murmullo apagado de pájaros. La casa de Grulio y Pista. La casa del Tata embalsamado en años y carruchas de madera, el Tata de los mangos pasados y las monedas de a peso.
Aquel guayabo era una nave secreta, intergaláctica, donde Grulio y Pista fabricaban armas y planes. Donde yo recolectaba hojas que aparentaban tener ojos. Donde me gustaba ver la procesión de hormigas llevando insectos muertos o lastimados al gran hongo.
En la foto Grulio y Pista están en primer plano, enfocadísimos. Grulio, el más primate de los tres, colgado de la rama más gorda, de la vena del brazo de aquel gigante subterráneo que también se parecía a las venas de los brazos de Tata carrucha de madera. En la foto sólo alcanza a salir mi hombro, un hombro detrás del pecho de Pista. Un hombro que pensé era mi verdadero aspecto.
Justo después de que Chango (un tipo que se tapaba la calvicie evidente con el pelo que apenas brotaba de su nuca, un tipo ridículo del que nos burlábamos junto a los adultos adictos al café) tomó la foto, Grulio cayó de aquel árbol dislocándose el brazo. A Chango le pareció buena idea tomarle una foto en pleno llanto y Grulio le lanzó tierra a los ojos con la mano que le quedó sana. Tras el llanto potente de Grulio vino su madre y sin conceder explicaciones le dio un sopapo desesperado y me preguntó qué había pasado. Chango estaba ocupado lavándose los ojos en la pileta. La madre de Grulio ya gritaba y junto al llanto de su hijo aquello parecía un mantra de lobo que advirtieron todos dentro de la casa con techo de lámina. Grulio con el brazo dislocado, yo con un ataque de mutismo y Pista carcajeándose como loco desde las alturas del guayabo. La madre advirtió el dislocado hombro de Grulio y llamó a la Tota, un afeminado vecino que daba masajes y que a veces, cuando no había nadie, nos agarraba los huevitos a Grulio, Pista y a mí; jugaba con ellos y después nos daba algún dulce de mantequilla, no sin antes pedirnos que no lo dijéramos a nadie. Nosotros no entendíamos por qué Tota no quería que nadie supiera que nos daba esos dulces maravillosos. Cuando llegó Tota, Chango ya se había terminado de sacar la tierra de los ojos, yo me había bajado del guayabo y Pista seguía en lo más alto temiendo una reprimenda. Tota regresó el hombro de Grulio a su postura y Chango pedía disculpas solemnes pero no dejaba de disparar su cámara. Tota le recomendó a la madre de Grulio que llevara a su casa al niño para sobarlo con pomada de hierba buena. Pista y yo sabíamos que Tota le regalaría un dulce de mantequilla a Grulio. Esa tarde Pista le dijo a su papá que Tota le hacia cosquillas allí abajo y se hizo un escándalo en el barrio. Yo le dije a mi abuela y a Tota no le quedó de otra que largarse.
Hay otra foto donde estamos Pista, Grulio y yo trepados del guayabo. Esa foto la tomó tío Margo y sí que salgo completo. El que está fuera de foco es Grulio pero el que cayó del árbol fui yo, no hubo dislocaciones. Creo que ni siquiera lloré.

5 comments:

Pío Daniel said...

No cabe duda cada vez captura mejor esa nostalgia, yo si me subo a la nave de sus lectores...bro un abrazo de esos nos dan pa rriba y que auyentan un tantito a la soledad ...dle machin vato

overcast said...

gracias leviatàn

Franco Félix said...

confirmado. wikipedia ratifica tu tesis. jajajaja. melville. sigue tocando en moby. a laaaa dick!

overcast said...

franz, aunque óscar no crea allí va
otra tesis: no siempre miento.
imagino a melville, es más, a bartleby, es más, a moby dick bien tachos bailando y chupando tutsis en NY.

víctorhugo said...

¡moby dick in speed! y el capitán ahab bien mariguano (otra vez)

saludos