Las vírgenes de Bunbury


Las vírgenes de Bunbury se tomaron, antes de entrar al concierto, una botella de tequila. El boleto es en la pista y el flaco quedará a unos 20 metros de nosotros. Las balas perdidas inician. Lo bueno que alguien, Leviatán, nos dejó guardado medicamento y entramos al club de los imposibles más que conectados con la turba que llenó el Palacio de los deportes. 20, 000 mil gargantas hacían estremecer los mil soles del coloso. Me caló hondo lo bonito que se veía el desfile infinito de momentos en mi memoria. Saborear ese pescado de futuro que comeremos en Oaxaca y compartirlo un poco ahora que caminamos por donde quieren nuestras botas. Y al final se encienden las luces y uno tiene que regresar, borracho y loco, al laberinto de los días. Queda una carretera a Janitzio. Queda la perfección de los muertos entre las flores.

1 comments:

sinestesia said...

Que envidia, un día yo tmb veré como se mueve, tambalea y grita ese loco.

Feliz cumpleaños