Joy Division


A los amantes de la banda británica dispuestos a escuchar y ver lo que, seguramente, ya saben. Aquellos que no se perderían, por nada del mundo, otro documental sobre la trágica vida de Ian Curtis. A los que no dejará de estremecer, hasta el tuétano, el sonido oscuro y pesado de Joy Division, aquí una buena noticia.
Parafraseando la entrada del filme (que advierte no se trata sobre una banda pop de finales de los setentas sino la historia de una ciudad: Manchester) ser moderno es vivir en una metrópoli donde nadie se mete contigo ni tus convicciones. Donde puedes ser libre para decir, pensar, hacer. Un lugar donde existen los medios para llevar acabo tus planes. Pero también la urbe donde puedes reventar de hastío y desesperanza. Donde la indiferencia es moneda de cambio y la muerte resulta lenta y mecánica. El documental inicia, efectivamente, resaltando las cualidades grises de Manchester. Una vieja, triste y sucia ciudad habitada por jóvenes obreros de fabricas. Jovenes hijos de antiguos soldados y espectadores de las atrocidades más violentas de su siglo. Sin embargo el film se va convirtiendo, inevitablemente, en la leyenda, contada por sus protagonistas, de una de las bandas más fugaces y revolucionarias. La historia de sus canciones y el último símbolo romántico de la música Pop.
Dos adolescentes asisten a una tocada de los Sex Pistols e imaginan su propia agrupación, en la cual esperan descargar su coraje y aburrimiento. Esos chicos esperan un vocalista para su banda que tenga imagen y actitud punk, además de profesar los ya gastados: jódete, no hay futuro, el matrimonio es fastidioso. Pero reciben el llamado de un precoz lector de Ballard, Dostoievski, Burroughs. Aspirante a poeta, casado a los 17 años y dependiente en una oficina de reclutamiento. La historia pues del inicio y colapso de una de las químicas musicales más extraordinarias que, para el que escribe, han existido.
Después lo que ya sabe cualquier fan, aunque narrado de una manera sensible, testimonial, que hace de la película una joya para los que encontramos en el cósmico, semilento y crudo sonido de Joy Division, una forma de escape.
El final nos lleva a la moderna Manchester. Ciudad retratada, su lírica lacónica, su ciencia ficción post industrial, por el sound track inagotable contenido en los dos discos de Joy Division. Ciudad donde la banda, al igual que en los iniciados de todo el mundo, es diabólicamente actual.

Ahora sí, carpetazo al furor joydivisianista, por lo menos en el cine.

"Joy Division"
Grant Gee (Director)
Jon Savage (Guionista)

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