Dietario voluble


Asistí el pasado viernes a la presentación del libro: Dietario voluble de un tal Enrique Vila-Matas. Que tipo raro. Por lo menos así me lo pareció. Rojo no hacía sino alardear de lo conocedor que es de su obra. Yo sólo había leído, sin mucho entusiasmo, Suicidios ejemplares e Hijos sin hijos. Rojo me lo presentó ya que le conocía de las ramblas de Barcelona, esa ciudad nerviosa y de mar que tantos recuerdos agridulces me acarrea. Vila-Matas posee la mirada más perdida que he visto. Una mirada cuya dirección apunta siempre, aun cuando te la dirija directamente a los ojos, al vacío de la totalidad. Supongo que todas las miradas apuntan hacia el vacío pero la del culé parece juguetear, precipitarse, habitar en el enrarecimiento vano. Después de firmar libros de una fila interminable, Vila-Matas, Rojo y yo salimos de la librería del fondo, en la colonia Condensa, a refrescarnos con un aire fresco que, se diría, traía consigo brisa de mar. Ah, que viento ligero, como el de Parma. Un viento que me recuerda el Mediterráneo, apuntó VM. Yo pensé que aquel hombre, ya encanecido, estaba un poco chalado. Estamos en una de las ciudades más alejadas del mar, dijo Rojo, sin embargo hay agua por todas partes. Huele a agua por todas partes y se puede escuchar su ritmo navegable si se pone un poco de atención. Vila-Matas miraba los árboles que se mecían con el viento sutil y que recibían, resplandecientes, la llovizna ligera. Rojo y VM comenzaron una charla disparatada sobre árboles de parques que se quedaron tatuados en su memoria, los árboles de su vida. Sobre los días lejanos que pasaron mientras contemplaban, en sus respectivas ciudades, el movimiento insólito de las hojas más altas. Yo entendía poco y me moría por una cerveza en la cantina más cercana. VM acaba de salvarse de la muerte, por ahora, según dijo en la presentación Sergio González Rodríguez y la guapa de Guadalupe Netel, y no puede beber más. Cosa que preocupaba a los lectores de su obra ya que pensaban que la enfermedad y la abstinencia minarían su calidad literaria. Pero más me preocupaba a mí que tenía tantas ganas de juerga. La mujer de VM, encantadora, Paula, llegó a la reunión de admiradores de árboles y se acopló a su divagación sobre la vida secreta de aquellas agruras que se mecían en el parque frente a la librería del fondo. Rojo y yo nos emborrachamos esa noche y Vila-Matas durmió, apacible, en el hotel Centro Histórico. Se le veía cansado.
Hoy he terminado mi Dietario voluble. En la portada está un VM negándose al posible observador y simulando que trae un arma, su mano, fajada en la espalda. En los interiores una foto del escritor con gafas. Se le ve, como decirlo, libre. Para mi sorpresa el diario voluble del escritor con la mirada más vacía que he conocido resultó una delicia. Un recorrido por autores que van tomados de la mano de la vida enrarecida, artística, como el mismo VM y su cotidianidad barcelonesca. Una dieta que se recomienda tomar en noches de iris negro o en compañía de los viajeros más lentos.

3 comments:

karlatone said...

Coincido con tu impresión del Dietario voluble. Respecto a la mirada,tendría mis dudas. Sólo podría decir que es un tipo discreto y no por ello menos fascinante.


saludos y gracias otra vez por avisarme...

karlatone

http://karlatone.canalblog.com

María Desastre said...

ea! saludos, que el agua acida le siente bien.
un abrazo.
toty

overcast said...

vientos toty. este sabadito al agua salada, a quemar espaldas en una lancha camaronera.