Ocupaciones secretas

As coisas nao tem significaçao: tem existencia.
As coisas sao o único sentido oculto das coisas.
-Pessoa
I
Miré por debajo de la silla. Había polvo lamiendo piso. Algunas partículas se deslizaban con sus patines de viento. Me levanté de inmediato porque Madre ordenó sirviera la coca. Ese día comí mole Doña maría con arroz naranja y plátano picado.
Desde la mesa que está en el comedor de casa se puede observar por la ventana, a la hora que sea (incluso en la noche hay un farol), el movimiento alto de una palmera solitaria. Su delicado sonido de flama. Entonces que me jala las orejas Madre por tirar medio vaso de coca en la mesa, por manchar el mantel más bonito. Bajé la mirada de nuevo, el polvo ya había salido de la sombra sólida de la mesa y se dirigía a los fondos innombrables del tocadiscos viejísimo. Otro jalón de orejas porque me está hablando. – ¿Te gusta? Musitaba -¿si te gusta, verdad?, y yo: -sí mamá, es el mejor mole Doña maría con el que haz barnizado un pollo desplumado. Había ocasiones que el mínimo comentario hubiera causado el llanto irremediable en Madre y a mí una bofetada para que la acompañara en su tristeza líquida. Pero ese día se quedó inmutable, callada, mirándome. Siguió comiendo el arroz lentamente, rasgando el plato con el tenedor y con la otra mano acariciándose el cabello. –Extraño tanto, le oí susurrar. Miré de nuevo por la ventana y la palmera seguía moviéndose como arrullada por el viento ligero. Creo que el viento siempre sopla en lo alto de esa palmera.
II
Se me había ocurrido invitar a casa a Jean. Así se llamaba. Me gustaba enseñar los mapas de navegación (que había dejado mi padre) a los pocos invitados que se dignaban a venir a casa. No me percataba de lo aburrido que resultaba hasta que venía Madre con su hastío eterno y molía con que jugara a otra cosa, que el día estaba bueno (siempre me pregunté cuáles eran los días buenos de Madre) para patear balones, para cachar con los guantes que están dormidos en la repisa. Pero resulta que a Jean le interesaron los mapas y no sólo eso, tenía curiosidad sobre el poema más celebre de Padre: Ocupaciones secretas. Justo cuando llegué a la parte donde Padre o su poema están describiendo las calles de Tánger: las sinestesias causadas por el viento, la brisa y el color del mar en pleno julio; Madre entró a la recamara, llorando y corrió a Jean de casa. Yo sabía que la dedicación del poema: para Abisag, no se refería a Madre ni a la virgen que no pudo desvirgar el Rey David; se refería a una mujer inglesa que pintaba cuadros de rostros invariablemente tristes: los colores cálidos y un ritmo que recordaba el océano índico penetrando en el atlántico. Argnes se llamaba la musa inglesa de Padre.
III
Hoy hay un viento salvaje que mueve violentamente la palmera afuera de casa, como queriendo desarraigarla. Un viento que me recuerda la muerte de padre la zangolotea como a un pescuezo de gallina las manos de un hombre. Es tarde y Madre está llorando en su recamara color sepia, como una foto de los abuelos donde Ella, mas o menos de mi edad y tendida en las rodillas del viejo se lamentaba de huracanes o terremotos o bombas, ya nadie sabe.
Hoy Madre ha estado como loca, incontrolable. La palmera deja que el viento le arrebate una mano. Más bien el viento se la arranca. Aprovecho para irme entre las moscas que se resguardan de la lluvia inminente. Me dirijo a la habitación de ladrillo, la misma de la foto con los abuelos.

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