Postales


Recuerdo la infancia como un país lejano en el que, por momentos, caía la lluvia muy lentamente. Una lluvia que permitía construir, a detalle, barcos maravillosos.
Recuerdo que las comarcas preferidas de mi infancia se hallaban en la copa de un árbol, en el largo tendido de la calle y en el jardín de Ma Coty.

Jardín de Ma Coty
(Mi amigo noche)

Amoz, Tito, Turkoglov y yo jugábamos a las escondidas hasta altas horas en el jardín de Ma Coty. Amoz era el mejor cuando se trataba de desapariciones. Terminábamos y no sabíamos de él hasta otro día en la escuela. Nunca quiso rebelar su escondite. A Turkoglov y a mí se nos fueron tardes enteras tratando de encontrar el lugar secreto que Amoz había descubierto entre la humedad profunda de aquel jardín habitado por girasoles, carnavales y rosas.
Una noche de febrero nadie pudo localizar a Amoz. Ni el llamamiento desesperado de sus padres hizo que apareciera de nuevo. Mi amigo no se volvió a ver por la escuela. Aseguró dejar ganado su juego magistral ocultándose en lo profundo de aquella noche espesa.

Árbol

Era un enorme pino en el patio de una casa abandonada, es decir, de nosotros. Un cohete estático que llevaba a todas partes. El lugar más alto de la tierra.
Pasaban los veranos como trenes sutiles. Después del desayuno se encendía el motor enraizado de nuestra nave. A veces me tocaba de capitán. Recuerdo que llevaba a la tripulación a un lugar insospechado: el lejano mundo del patio en la casa abandonada. Era emocionante atravesar galaxias hasta llegar a la hora de la comida. Hubo brazos quebrados, entre ellos el mío, y la temprana comprobación de que en la estratosfera también hay gravedad. Una más extrema.

Buques

Con la ayuda de tía Silvia, Turkoglov y yo doblábamos hojas de papel periódico mientras afuera caía una lluvia parsimoniosa. Una lluvia que esperaba (hasta que nuestros barcos estuvieran terminados) para caer copiosa y formar los ríos espontáneos más salvajes, aquellos cuyo caudal recorre calles sin pavimento.
Lagunas que se llenaban de días y sapos. Lagunas que reflejaban otra luna, una más cercana, una que se dejaba partir la barriga luminosa con el trayecto de nuestros buques.

4 comments:

Oscar said...

Y ahora te la llevas arriba pero del guayabo.

overcast said...

a malaya, enano makana.

Omar Bravo said...

Yo también estuve un día en el lugar más alto de la tierra.

Un abrazo de esos que se dan pocas veces.

Oscar said...

Mi tía se cortó el pelo como tú.