Vendedor de memorias

That I almost believe that the pictures are all I can feel
The cure


Estoy agotado. He decidido descansar en un agradable parque sin nombre ubicado detrás del Camp Nou. Quizá sacaré algunas fotos. Mi cometido principal para este día ha fracasado.

Tomé el tranvía rumbo a la Universidad de Barcelona; cerca del Alma Mother catalana está el mítico estadio de los baugrana. Estaba segurísimo de que compraría un boleto para el partido Barca vs El Deportivo La Coruña. Alguien me había dicho que el precio más accesible para los encuentros poco glamorosos de los colchoneros, oscila entre los 17 y los 20 euros, unos 300 pesos. Por supuesto, ese precio es para la zona más elevada y remota del gigantesco recinto.
Recorrí primero la tienda oficial del equipo comprobando que todo estaba imposible, carísimo (para un mexicano sin papeles y sin trabajo). Me interesó el jersey de Márquez y el de Messi (más que imposible); luego los balones y gorritos del equipo: quiméricos. Con lo que valía el menos caro de los productos nike yo había llenado el refrigerador esa misma mañana y todavía me alcanzó para un vino tinto de Tarragona y dos chelas Xibeca. Me dirigí a la taquilla, decidido a desprenderme de 20 pavos que me permitirían observar desde las ínfimas alturas del Camp Nou a Ronaldhino, Eto´o y Messi, (hormigas musculosas) corretear un balón imperceptible.
El precio más bajo para el partido, que anunciaban como un “el nuevo clásico”, patrañas, era la improbable suma de 30 euros, casi 500 pesos. Con menos de la fatídica cantidad había comprado lo que les conté arriba. Elegí tomarme el vino de Tarragona y las dos xibecas en el piso y desde allí ver el juego por La sexta (televisora local).

Estoy agotado. He decidido descansar en un agradable parque sin nombre ubicado detrás del Camp Nou. Quizá sacaré algunas fotos. Mi cometido principal para este día ha fracasado.
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El parque sin nombre se divide por las edades de sus visitantes y las especies distintas de aves que lo animan. Hay una cancha de fut rápido en la que nadie juega excepto perros. Una cancha que está del lado donde las bancas sostienen cansados cuerpos. Es el lado del parque donde viejos recargan sus células todavía vivas o dormitan descaradamente (yo aprovecho para sacar alguna foto de este lado del parque) Hay los viejos que vienen acompañados por su perro al que miran correr por la canchita de fut rápido y que sólo se levantan para recoger la mierda que dejó su compañero justo en la señalización del tiro penal. Los viejos disfrutan ver a sus respectivos perros saltar y rascarse como si se tratara de la imposible extensión de ellos mismos que han recobrado elasticidad y fuerza desde el cuerpo de su can. Pero el verdadero drama en el parque son los viejos que clavan su mirada en la arena. Pareciera que se les abre una pantalla donde proyectan recuerdos o arrepentimientos. De este lado, el de los viejos, también están los convenencieros pichones que reciben, consentidos, las migas que les lanza algún octogenario ¿En qué maldita plaza no hay esas marmotas voladoras?
Del otro lado del parque están los jóvenes recién salidos de la adolescencia; de la que parecen descansar bebiendo cerveza Estrella Damm y fumando. El sonido que hace su escandalosa risa se mezcla con el de una manada de pericos o cotorros que construyen nidos en lo alto de datileras y que son igual de escandalosos que los jóvenes recién salidos de la adolescencia. Para mí fue una sorpresa ver la nube verde de loros sobrevolando el parque ya que siempre pensé que dichas aves eran exclusivamente americanas.
Uno de los jóvenes, el más pequeño, al atravesar por su lado del parque una mujer de aproximadamente 27 (bastante guapa), grita con tono andaluz la siguiente frase:

“ea, maja, que yo no quiero hacerte daño
lo que yo quiero es follarte todo el año”

Los jóvenes bebedores se carcajean y la mujer, más o menos apenada, les hace la famosa seña con el dedo más largo de su mano derecha. Sigue cruzando la zona de los mozalbetes hasta llegar donde los viejos miran a sus perros corretear como la imposible extensión de ellos mismos o proyectan su vida en la arena del parque. Su trayecto hace que algunos pichones echen al vuelo y el viento hace flotar una bufanda largísima y verde que trae enredada en el cuello (saco una foto). La mujer se sienta en una banca cerca de la mía, saca su móvil y después de marcar habla con tono molesto.

Las fotos que he sacado son malísimas: los pericos están en lo más alto de las datileras y el zoom no alcanza o los saca borrosos. La mejor ha sido la de un viejo dormitando o mirando la proyección de su existencia en la arena. Hay cierto dramatismo en esa foto, creo.
La mujer a la que los mozalbetes le lanzaron el piropo de mal gusto comienza a exaltarse con su interlocutor y se le ve ridícula gritando al aparato. Parece que en cualquier momento soltará en llanto.

Un hombre llega a mi banca y me ofrece una ganga, según dice. El tipo lleva una capa negra que le da pinta de poeta decimonónico. Me intereso un poco.

- ¿De qué se trata?
- De algo maravilloso, te ofrezco la memoria de la tarde en que Shakespeare escribió el segundo acto de Hamlet.
- He leído el relato La memoria de Shakespeare de Borges, gracias a la cita que hace un escritor catalán en su novela El mal de Montano.

El hombre con pinta de poeta decimonónico se levanta echando pestes y se dirige a la mujer que ya había terminado de gritar por el móvil y que ahora solloza como esperando algo; por supuesto, no a un tipo con pinta de poeta decimonónico. Apenas llega el vendedor de la memoria de Shakespeare a ofrecer su maravilloso producto a la mujer histérica, ella le grita: lárgateeeee!
El hombre decide probar suerte del otro lado del parque.

Llega con los jóvenes que beben Estrella Damm y a uno de ellos le intenta vender la particular memoria del poeta inglés. Los jóvenes le prestan atención con ese calor de compañerismo que otorga la cerveza o la borrachera. Vuelven a soltar una de sus ya características carcajadas; esta vez hasta los pericos o cotorros en lo alto de las datileras quedan silenciados por los altos decibeles que alcanzan los jóvenes con sus torpes carcajeos; alguna que otra paloma sale espantada por la delirante burla de los chavales ebrios que dan una lata de cerveza al poeta decimonónico. Uno de ellos, como para ver qué pasa, da al poeta algún euro y éste saca de su capa un puño de nada y se la da al joven ebrio. Los jóvenes bañan al hombre con cerveza Estrella Damm. El mozalbete timado pide de regreso su dinero mientras el poeta decimonónico explica, retirándose, que tardará un rato en llegar la memoria de Skakespeare. Los jóvenes alcanzan al fantástico vendedor y comienzan a darle de patadas hasta que se safa milagrosamente y atraviesa la calle donde el gigantesco Camp Nou tapa los últimos rayos de un sol que empieza a declinar.

Algunos viejos que advirtieron la pataliza que le dieron al vendedor de la memoria de Shakespeare (o tal vez debido a la luz cortada por el Camp Nou, o el viento helado que comienza a soplar, o las tres cosas juntas) comienzan a irse del parque como barcos pesados mientras yo tomo, a contraluz, algunos aspectos de su retirada.

Alguien a llegado con la chica que discutía por celular; seguramente el misterioso interlocutor que la hacía arrebatarse de coraje. Ella reclama algo al hombre con pinta de brasileño. El brasileño me mira avergonzado y nota que le saco fotos a su histérica acompañante. El brasileño jala con fuerza del brazo de la mujer hasta levantarla de la banca y conducirla a un auto supercompacto. Discuten unos momentos dentro del pequeño carro hasta que se escucha, con una potencia insospechada, el motor que se pone en marcha.

Ya casi no quedan viejos en el parque y cada vez llegan más jóvenes recién salidos de la adolescencia. Algunos de ellos me miran de manera hostil desde su lado del parque. Les saco algunas fotos y desde el pequeño lente de mi cámara alcanzo a ver como uno de ellos, creo, el timado por el hombre de capa con pinta de poeta decimonónico, comienza a convulsionarse.

31 de marzo 07

3 comments:

Franco Félix said...

Ese Mal de Montano sí que tiene sus beneficios, mira que ese timador te quiso ver la cara. El hombre más feo del mundo, no lo has visto?
Oye, carnal, qué buen cuento, tiene un estilo muy sobrio, contrario al personaje que supongo ya está ebrio, pero alcanza niveles narrativos muy interesantes, como si Hegel te hubiera ayudado, el necio de Pascal con sus pinches teorías de vacío.

mar adentro said...

Un abrazo fuerte desde la cálida y solitaria ciudad a la que sus habitantes han abandonado para celebrar la Semana Santa. Es bueno encontrarte por los parques.

Un día me senté toda una tarde en un parque para ver a los niños jugar, hacía muchos días que no veía niños y encontrar varias docenas de ellos reunidos en un parque me pareció inusual. Los niños jugaban como si no importara nada más, como suelen hacerlo los niños, sus padres o quienes los habían llevado hasta ahí, no se sentaban en las bancas del parque, habían tomado distancia y ocupaban un lugar en los distintos cafés que rodeaban el infantil alboroto. No sé si deseaban alejarse del ruido o intentaban no interrumpir ninguna manifestación de alegría. Sólo una pareja de ancianos ocupaba las bancas.

Omar Bravo said...

postea huevón