Pista de aterrizaje

Pienso en nuestra charla en aquel estacionamiento de cine y hago una cita mental de Benedetti. Citar a Benedetti a estas alturas (unos 5000 metros) me resulta un tanto infantil. Imagínate. Precisamente esa frase que repetí tantas veces, y que seguramente tú también repetiste. Esa frase que ahora me ronda con música de fondo de la banda Aeroplane (¡que correspondencia!), la canción, paradójicamente, Why can´t fly. La frase del poema dice: “La culpa es de uno cuando no enamora, no de los pretextos, ni el tiempo”. Las correspondencias siguen. Justo ahora el capitán anuncia que sobrevolaremos una borrosa ciudad de Tijuana. Hay mal tiempo. Una densa capa de niebla no permite condiciones para el aterrizaje.
Sobrevuelo la desaparecida Tijuana escuchando The point of no return. Pienso ahora en la extraña frase que dijo mi hermano antes de dejarme en el aeropuerto de Hermosillo: “huele a flor de muerto”. Escucho el rugido de las turbinas aún con los audífonos puestos. Se me ocurre que toda la tripulación que nos atiende es en realidad una legión de fantasmas, y que nosotros, los tripulantes, entes que murieron en un desastre entre la bruma. La voz en la bocina, la del capitán, despeja mis suposiciones sombrías. Podremos descender en un momento, la niebla sobre Tijuana comienza a disiparse.
Inicia My enemy y mis correspondencias siguen. Si algo he sido en estos tiempos de incertidumbre, me digo, es un enemigo amable de mí mismo. Un enemigo que otorga ventaja porque sabe que triunfará sobre el débil contrincante. Pide la azafata que apaguemos los aparatos electrónicos porque aterrizaremos en un momento. Adiós Aeroplane. Escribo y siento que mi enemigo también es como esa niebla que ahora se esfuma. Pienso en tu rostro y en tus manos largas. Pienso que todas las palabras que escribo quisieran que tú las leyeras alguna vez. Que estaría de lujo que miraras conmigo por la escotilla cómo se desgasta la niebla sobre la pista de aterrizaje.

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