Lecturas del 2010



Siempre será sospechoso hacer listas con los mejores discos, libros, películas del año que recién pasó. El epíteto de mejor en tal o cual cosa estará determinado por los gustos de quienes proponen dichas listas y no por un verdadero sondeo que tome en cuenta todos los aspectos que hay alrededor de tal o cual obra. Es así que los principales periódicos que cubren el que hacer, tan menospreciado en México, de la cultura, lanzan sus listas de las mejores novedades editoriales, basándose, en algunos de los casos, en las ventas que alcanzaron las publicaciones y no en la calidad de los textos.

En la cuestión de las obras literarias resulta ocioso hacer estas listas sobre lo mejor que se publicó, en este caso del 2010, sólo de novedades. Si tomamos en cuenta que en nuestro país leemos, según cifras oficiales, medio libro por año, mencionar las cinco propuestas editoriales del 2010, de libros que ni siquiera llegan a nuestras estanterías, es una especie de enredo. Por eso aquí mencionaré las cinco lecturas que más disfruté en el 2010 con la única finalidad de compartir lecturas. Ya cada cual tendrá su propia lista.

Entre los cinco libros que me marcaron durante el 2010, y cuyas historias y reflexiones se calcaron en mí como una especie de tatuaje, están novedades y clásicos. El orden en que pondré esta especie de rank, tiene que ver exclusivamente con la intensidad con la que disfruté las lecturas y no con cuestiones técnicas en la elaboración de las obras, las cuales dejo para la academia.

Un hombre que duerme
El número uno de esta selección personalísima, como deberían de ser todas, se trata también del último libro que leí el año pasado. Una lectura que aún tengo muy fresca. Un libro que me ha dejado una sensación de paz, una paz que se parece mucho al silencio y al abandono. Se trata de Un hombre que duerme (Impedimenta, 2009), del genial escritor francés Georges Perec (1937-1982). Una segunda edición que fue traducida al español notablemente por Mercedes Cebrián. Una novela que cuenta la historia de un joven estudiante que decide no levantarse de la cama el día de sus exámenes de sociología. A esa decisión se suman la de abandonar sus estudios, romper con toda relación humana y recluirse en sí mismo. Una especie de sonámbulo que saldrá a las calles de un París gris y lleno de monstruos; es decir, de gente, parafraseando a este hombre que se siente el dueño anónimo del mundo. Un joven sin ambiciones, que marca su existencia alejándose de los deseos materiales y pasando por la vida de manera incógnita. Una de las obras más importantes de la segunda mitad del siglo XX. Antítesis y un epílogo genial de la que sería la obra cumbre de Perec, misma que escribiría casi dos décadas después, La vida, instrucciones de uso (1978). El encanto de este libro radica, entre otras cosas, en el embrujo ocasionado por un narrador en segunda persona que da cuenta de las acciones, o inactividad, como quiera verse, del personaje central, algunos dirán único, de la trama. Como si el narrador fuera la conciencia del que lee. Una voz que va mostrando la paulatina renuncia de un joven a las convenciones sociales de la vida actual. Un hombre que habita mejor en el sueño, en el automático del inconsciente, que en el entramado social. Una joya.

2666
El segundo libro se trata en realidad de cinco novelas reunidas en un solo tomo. 2666 (Anagrama, 2003) es la monumental obra que se encontraba escribiendo Roberto Bolaño (Santiago de Chile,1953, Barcelona-2003) antes de morir. Un ciclo narrativo divido en “La parte de los críticos”, “La parte de Amalfitano”, “La parte de Fate”, “La parte de los crímenes” y “La parte de Archimboldi”. En el epicentro de esta poliédrica novela está el tema del horror y mal. Todas las partes de la obra remiten a los arteros asesinatos contra mujeres que sucedieron de 1993 a 1997 (y que siguen sucediendo ahora) en la ciudad de Santa Teresa, municipio fronterizo de Sonora y fiel trasunto de Ciudad Juárez, Chihuahua. Una obra que en “La parte de los crímenes” resulta espeluznante. Cientos de cadáveres de mujeres encontrados sin vida y con signos de tortura desfilan ante el lector como una muestra de la brutalidad y violencia de los nuevos tiempos. Es un narrador neutro quien muestra la evidencia del horror con un tono forense y desapegado. Donde será el lector quien realice el trabajo sucio de imaginarse a seres que encuentran, en la violencia y el asesinato, goce y placer. Que buscan perpetrar un tipo de mal al que Georges Bataille reconocería como Mal Puro. Un Mal por el Mal que pone en entredicho a la humanidad entera.
Son los distintos registros, los múltiples personajes y tonos narrativos los que reafirman a un Bolaño más que vigente, vivo y necesario en la actual literatura latinoamericana. Su aliento de escritor de obras totales, en las cuales muestra la cara oscura de la condición humana, lo sitúa como un autor indispensable del siglo XXI.
Ya en Los detectives salvajes, Bolaño sitúa a Sonora como el embrión del mal en la tierra. Un lugar que divide al oxidado Primer Mundo de la dispersión y el caos latinoamericano. La entrada al infierno en la tierra.

Verano
Aquí tendré que estar de acuerdo con la mayoría de libreros y críticos que reconocieron en Verano (Mondadori, 2010), del escritor sudafricano, J. M. Coetzee (1940), la mejor novela publicada en el año que recién terminó. Y es que Coetzee es acaso el narrador más claro y preciso de la literatura contemporánea. Sus temas siempre abordan la propensión del ser humano al salvajismo y la violencia. Recordemos Esperando a las bárbaros (2003) o Desgracia (1999). Con Verano, el ganador del Premio Nobel de Literatura en el 2003, finaliza la trilogía que completa sus biografías literarias. Una obra donde el autor pone en otras voces la visión que tenía de él mismo a los 30 años. Donde se dibuja algo torpe y desabrido; un joven que vivía con su padre enfermo en una casa derruida y en un país, Sudáfrica, donde la confrontación entre la razón occidental y la barbarie de los originales ha dado pruebas contundentes de brutalidad. Siempre lúcido, paródico y autocrítico, el Coetzee de Verano retrata una era desesperanzadora y cruel, enfermizamente banal y violenta, la nuestra, algo que ya viene haciendo en toda su obra. Si en Infancia y Juventud el autor dio cátedra de cómo escribir memorias, con Verano da carpetazo a esa magistral enseñanza. Un libro imperdible.

Dublinesca
El cuarto sitio no creo, como se ha dicho, que se trate de la mejor obra de su autor, sin embargo sí es la novela más tradicional, en el sentido de construcción y concepción novelística, de todos sus trabajos (por este aspecto algunos reconocen en esta obra la mejor de VM). Dublinesca (Seix Barral, 2010) del escritor catalán, Enrique Vila-Matas, es un libro más bien obscuro. Si en toda la obra de este “genial parásito de la literatura” aparece el mapa personal de sus autores y obras favoritas, Dublinesca se centra en aspectos aislados en las personalidades de artistas que al escritor de Bartleby y compañía (2000) tanto fascinan. Robert Walser, James Joyce, dos de ellos. Una despedida, con toques infaltables de saudade, del universo Gutemberg, y una bienvenida mordaz a la vejez en plena era electrónica, virtual. Un viaje que pareciera el performance organizado por un mítico editor, Riba, retirado de todo, incluso de la vida, junto con algunos de los escritores que pertenecieran a su catálogo. Un performance que intenta recorrer un día, el Bloomsday. Una obra notable, en tanto que se trata de la más madura y poética de su autor, pero menos arriesgada y divertida que otras como El viaje vertical (1999) o París no acaba nunca (2003).

El quinto sitio, no hay quinto malo, es para una novelita de Philip Roth titulada Orgía en Praga. Un relato protagonizado por uno de sus personajes más entrañables, Nathan Zuckerman, uno de los alter egos de Roth. Una novelita que es el epilogo genial de su trilogía Zuckerman encadenado (2007), donde se evidencia, irónicamente, la situación de los escritores checoslovacos bajo el régimen soviético, y de refilón, la postura paternalista del escritor estadounidense, y en general americano, sobre el deber que tienen los gobiernos de apoyar y aplaudir su labor. Una exquisita narración que pasa frente al lector como un suspiro. La prosa de Roth, y esta novelita lo reafirma, es quizá la más poderosa de la literatura contemporánea.

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